domingo, 5 de julio de 2020

QUIZAS


El miedo cierne sobre ti, tus decisiones comienzan a vencer tu libertad, sientes una terrible angustia al ver partir de tu lado a la razón de tu cordura, quien en medio de requiebros te ha dado valor para  seguir adelante, incomprendido, angustiado, pero te ha tenido a raya de ir al desbarrancamiento que te hubiera hecho sucumbir en mayores desdichas, aplastado por tu voluntad impulsiva que no teme al peligro ni lo mide, un tonto imprudente que camina como sonámbulo sobre una cuerda floja sobre un despeñadero con cuya caída no podrías volver a levantarte.

Pero sigues aquí, ves el reloj, el tiempo avanza, y cada segundo que pasa, es un segundo menos que le tendrás cerca, para poder dejar caer tu rostro sobre su regazo, donde podías dejar fluir tu dolor materializadas en lágrimas liberadoras y donde tus odio y total descontentos quedaban desvanecidas. Vas poco a poco llorando en silencio al ver que se acerca el momento de su partida cuando escucharás un motor de un vehículo detenerse afuera, y el claxon sonará, entonces irá a la ventana a verificar si es el vehículo que esperaba, y al confirmarlo, tomará sus cosas, tal vez con indiferencia, o tal vez te de una última mirada o un último abrazo, y tal vez sentirá el mismo dolor que sientes tú, quizás sus rostro reflejen como un espejo lo destrozados que estarán ambos, pero todo es inevitable, el claxon del auto fuera seguirá sonando insistentemente, y ningún dolor del corazón podrá evitar su partida, a estas alturas no hay paso atrás que dar, solamente puede que se den unas últimas palabras y se dirigirá a la puerta, bajará las escaleras… Tú, puede que tratando de asimilar que se irá, o tal vez en un acto involuntario de aferración, le acompañarás a la puerta, juntos bajarán por la escalera, le abrirás la puerta metálica que con ese golpe estridente hará eco en el pasillo al abrirse y le acompañarás a la puerta del auto, tratarás en todo momento de contener el llanto lo más que puedas, a duras penas podrás pronunciar monosílabos sin delatarte, le verás subir al auto, tomar su lugar dentro, y se cerrará la puerta, y tendrán un vidrio que los dividirá y a través del cual se darán una última mirada y el auto arrancará, verás alejarse el vehículo y no le perderás de vista, lo observarás con nostalgia como mirabas el sol perderse en el horizonte en un atardecer; no dejas de mirar al auto alejarse hasta que se detiene un poco para doblar una esquina, mientras te preguntas: ¿Por cuánto tiempo no volverán a verse?

Dobla la esquina y ya se ha ido, tu sobre tus pasos regresas, cruzas la puerta metálica y la cierras, el estridente sonido te estremece los nervios, subes las escaleras, llegas a la puerta del apartamento donde estarás solo en adelante, cruzas la puerta, y la cierras tras de sí, te diriges a la sala, cierras las cortinas para que no te vean desde afuera.

Te sientas, imaginas que volverás a oír abrirse las puertas que acabaste de cerrar, que entrará y vendrá a sentarse junto a ti, pero asimilas la realidad, que se ha ido y no volverá, y si lo hace, no sabes cuándo.

Coges un cojín que tienes a la mano, lo presionas con mucha fuerza, nuevamente estás embargado por la soledad, esta vez, no contienes tu dolor, y lo dejas fluir, seguro que ya nadie te verá, dejas de contenerte y lloras desconsoladamente.

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