Bestias negras de corazón incoloro, voy
rondando sobre estás calles coloniales, que evocan la nostalgia y la decadencia
de una época obscura, que ensalzó el clasicismo y el racismo como valores
sociales.
Cuanto dolor siento ver la precariedad de
edificaciones de un tiempo donde aplastar gargantas de negros
e indios era normal e impune, si estos muros decadentes pudieran al fin dejar
de callar y dar testimonio de las incontables injusticias fueron testigos en sus calles,
se sentirían al fin libres de desmoronarse por el peso de su propia decadencia
para dar paso a una nueva arquitectura más vanguardista y acorde con los
ideales contemporáneos que van siguiendo en la actualidad.
No entiendo porque insistir en mantener en
pie lo que claramente es decadente, como intentar mantener creencias obsoletas
arraigadas en tradiciones y dogmas sin sentido y que obstaculizan el devenir
hacia un mejor futuro, claramente el intento de mantener en pie viejos
edificios de estructuras corridas por el tiempo, es la analogía de una sociedad
que se resiste a dejar ir ideas caducas que el tiempo ha ido también
corroyendo. Para lograr cambios, hay que demoler las creencias que ahora
entorpecen el avance hacia una sociedad más igualitaria y tolerante.
Pero voy caminando, y el tiempo va
presionando poco a poco, de cambio lento, pero tangible, como el cambio de
posición de las estrellas del firmamento, inamovibles para una vida humana,
pero cambiantes para la historia.
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