Sí, yo también adoro cuando me
olvidas e ignoras, aun cuando el saber de ti ya es una esperanza que día a día
como la niebla poco a poco se desvanece, diluyéndose en la agonía de un
recuerdo que va dejando de existir en el día a día y naufraga hasta los abismos
de mi memoria más recóndita e inexplorable, pero nada de eso cuenta cuando la
vida se trata de empezar a vivir momentos y dejar ir oscuros tormentos que, en
justa medida también son alegrías vividas junto a lágrimas vertidas, pues nuca
amó tanto quien sufrió demasiado por un amor. Aprendí a perdonar por todos los
flagelos que de tus labios se desprendían en iracundos momentos de
conflagraciones, azotado hasta abrir heridas en un alma frágil que se
desvanecía y ahogaba en el silencio, pero que nunca moría, aún así aprendí a
perdonar, pues cuando el amor es real, nada hay que lo pueda destruir, ni el
odio, ni las balas cargadas de mentiras que eran descargadas por un ciego afán
de alejarme vanamente de tu lado, ni siquiera la indiferencia, ni siquiera la
incomprensión de saber por qué si decías y parecías amarme tanto, me hacías
tanto daño, y mi agonía al darme cuenta que a tu lado estaba muerto en vida,
sabiendo lo que por ti sentía, te seguías comportando igual que siempre.