Me encuentro nuevamente
muy lejos de mi casa, lejos de mi familia y lejos de mis amigos, lejos de ese
espacio mío, ese mundo donde me sentía muy seguro. Pero creo que debo
acostumbrarme, ya que al parecer toda mi vida me la pasaré huyendo de ese
lugar, lugar que amo, pero que no me quiere. Nadie es profeta en su tierra dijo
Cristo, para ser una frase del hijo de Dios, no carece de verdad.
Cuando estaba ahí,
sentía que las personas lo único que esperaban ver de mí, era que me hunda que
toque fondo, que vaya donde ellos a tocarles la puerta, y aunque muchas veces
quise correr hacia ellos a pedirles ayuda, mi orgullo, me lo ha impedido. No
logro entender hasta qué grado mi orgullo me ha salvado de humillantes
situaciones, o ha contribuido a hundirme más. ¿En qué medida fue responsable de
que haya perdido a la única mujer que he podido amar?, creo que ya ha pasado
mucho tiempo como para sumergirme en tratar de responder esa pregunta.
Es cierto que en su
momento quizá me sentí fuerte por no ceder, ahora me siento el mayor tonto del
mundo por simplemente haberme dejado llevar por mi orgullo.
Recuerdo que en una
ocasión ella cometió un error, no tan grave, pero que me hizo derramar aunque a
escondidas de ella, torrentes interminables de lágrimas, aunque a todo el mundo
le hacía notar que en nada me afectaba, solo mi almohada era testigo de lo
mucho que sufrí por ella.
Pero así como yo la
amaba, ella también me amaba, y yo, cegado por el orgullo, nunca quise
aceptarlo.
Me amaba, y tal vez
eso le hizo darse cuenta que su tropiezo había hecho caer lo nuestro, pero al
parecer ella me amaba incluso más que yo a ella, y como una reivindicación de
su parte deseaba corregir las cosas, volver a levantar lo que había entre
nosotros. Ella buscó, de la manera más amorosa mi perdón, me llamaba, me buscaba,
me escribía, cuando me veía se acercaba, pero yo, tonto de mí, queriendo
mostrar una fuerza hueca, le hacía saber que en mí, el amor ya había muerto, y
yo disfrutaba en una muestra de cruel venganza, ver como en su rostro se
dibujaba la tristeza y su dolor cuando le decía que no quería nada con ella, y
me halagaba con mis amigos de que yo era capaz de defender mi dignidad.
Pero al llegar a mi
casa me decía que no podía durar mucho tiempo negándole mi perdón por que a
pesar de todo, esa linda chica aun ocupaba un lugar en mis pensamientos, un
lugar en mis sueños, era un motivo por el que a pesar de todo aun quisiera
verla.
Creo que el orgullo
me ha hecho más daño al aislarme, al hacerme parecer fuerte que el bien que he
logrado sentir, me ha hecho ver como alguien fuerte, duro, un coloso con pies
de barro; solo le hubiera bastado robarme un beso para derribar toda esa farsa
sobre mí y decirle TE PERDONO…
”Patead la puerta y toda la estructura podrida se vendrá
abajo”
Adolf
Hitler
Hasta que finalmente
un día, ella, de tanto insistirme y de yo de tanto negarme, hizo lo más sabio y
digno, y para mí un justo castigo por mi necedad; el destino quiso darme la
primera lección de mi vida que me hizo recapacitar sobre mi orgullo, una
lección que llevo hasta ahora.
Un día noté que ella
no estaba, ya no la veía en los lugares habituales, y entonces un nudo en la
garganta sentí, una mano invisible me estrangulaba… ¿Dónde está, por que no
viene ya?, por fin cansado de tanto esperar me decidí a preguntar por ella,
¿pero a quién?, pues a quien entonces era (y aún lo sigue siendo) su mejor
amiga.
–Hola – le dije – La has visto, ella solía
por venir aquí.
– No viene ya.
–
¿Está
enferma, le pasa algo?
– Ya dejó de llorar, Sus ojos por fin dejaron
de hacerlo. Pero ella está bien, al menos físicamente.
– ¿Pero vendrá por aquí pronto?,
– No vendrá ya, no hoy, ni mañana, ni la otra
semana.
– ¿Acaso tiene otro amor, y no vendrá más por
aquí?- Comencé a balbucear.
–
Otro amor no, pero ella se fue, y no
regresará, su familia se mudó, le preguntaron a ella si quería mudarse, ella
dijo que ya no valía la pena quedarse en esta ciudad, donde cada calle le
recordaba el dolor que le causaba un cruel amor que no conoce el perdón.
Cómo describir esa
sensación, ¿Alguna vez mientras caminaban, al dar un paso adelante, esperando
tocar el piso solo encontraron un vacío bajo los pies que les hizo estremecer
el cuerpo previo a sentir que caen estrepitosamente a través del vacío hacia el
suelo?. Es algo parecido a lo que sentí al escuchar esas palabras suyas. Quería
sentarme, el dolor en mi pecho se agudizó, mi corazón comenzó a latir fuerte,
en mi pecho se sentía un gran vacío, un gran dolor, mis sentidos se agudizaron,
comencé a escuchar que cada sonido era un ruido ensordecedor, mis pupilas se dilataron hasta
hacer del más leve destello una intensa luz cegadora, sentía que todo alrededor mío
giraba a toda velocidad mientras tenía frente a mí a esa chica amiga suya que
me había dado la estremecedora noticia.
–
Eres
un tonto – me dijo – Tenías que esperar a que la perdieras para que te des
cuenta que ella te quería mucho, la decisión de mudarse o no, la debía tomar
ella, y por querer dejar de sufrir por ti, decidió marcharse, olvidarlo todo, y
comenzar de nuevo, buscar tal vez alguien que la merezca.
Sus palabras eran
algo así, mientras me hablaba solo internalizaba lo que me quería decir, no así
sus palabras textuales.
Luego, le agradecí
por todo, me deseó suerte y no me quiso dar datos acerca de su amiga, creo que
a petición de ella.
Yo me alejé de ahí,
caminé como un zombi, hacia uno de los muchos miradores de la ciudad, y me puse
a mirar el paisaje natural que a ambos nos gustaba mirar en los atardeceres. Y
lo miré hasta que la noche la cubrió de negro, y el lugar quedó desolado.
Entonces por primera vez, lloré fuera de mi habitación por ella, pero estando
solo, nadie me vio hacerlo. Por primera vez, mi almohada ya no era el único testigo
de lo que por ella lloré.