lunes, 28 de septiembre de 2020

LA ÚLTIMA CAMINATA

 


Esto se tornó aburrido, hablé tanto que ya no sé qué decir. Dejo de hablar unos minutos para ver si rompe el silencio para hablar sobre algún tema, pero ya van cinco minutos de un silencio incómodo, y es como si todo el peso de la relación cayera sobre mí, sobre mi capacidad limitada de mantener ameno el ambiente.

Las únicas veces que hablaba, era para quejarse, discutir por cosas que para mí eran absurdas y nada relevantes, peleas de esto y aquello, berrinches, contarme chismes sobre gente que no conocía y  que no me importaban, pero que escuchaba para evitar esos silencios incómodos. Y hasta a mí, me resultaba aburrido y sofocante ser yo el único que conversara y tratara de buscar temas de conversación, mientras solamente me escuchaba, con una cara de aparentar prestar atención, cuando en su mente quizás estaba entonando la canción que está de moda. Que aburrido se había vuelto todo, muy rutinario, muy predecible, si hubiera querido hablar conmigo mismo en voz alta, no me tomaría tantas molestias de ir a lugares tan lejanos solo para aparentemente hablar ante un maniquí viviente, que sé que era humano, únicamente por que parpadea, respiraba, y ocasionalmente cambiaba de posición su cuerpo.

Es algo irritante que sus únicos temas de conversación, sean durante las discusiones. En fin, de quien no me hace crecer, me debo apartar.

El problema es que decirlo es fácil, llevarlo a cabo, no tanto. Es decir alejarse es simple, lo verdaderamente titánico es mantenerse alejado de aquella persona que como una droga, buscas, pero sabes te hace daño. Bien dicen que el amor genera una adicción en el cerebro tan similar a la causada por la cocaína, heroína o cualquier narcótico que da la falsa sensación de felicidad….

 Y pues bien, un día salimos a pasear muy lejos de la ciudad, por unos bosques muy hermosos, pero al momento de regresar, hemos discutido, como siempre, sobre cosas que para mí, por más absurdos que sean, se solucionaban hablando y dialogando, pero ante su falta de argumentos y enorme orgullo, opta por su salida más simple e infantil: El silencio y la indiferencia.

Caminamos distanciados, va delante yo detrás, es una carretera, si hubiera calles alternas habría tomado una para salir de aquella farsa, pero hasta llegar a la ciudad, debemos seguir así. No me habla, me ignora, sin embargo, acelero el paso para alcanzarle y llegar a su lado, estaba como a 50 metros delante mío, le logro alcanzar, me pongo a su diestra, hace como si no existiera, sigue con la mirada adelante, lleva sus audífonos puestos, escuchando música a todo volumen, le quito delicadamente el que lleva al lado derecho y entonces le digo, lo más fuerte y claro para que entienda cada palabra:

Caminar junto a ti es un agobio cruel, solo rompes el silencio para soltar de tus labios palabras que son tan hirientes como filudas navajas volando a toda velocidad hacia mi frágil corazón, pues para amarte me deshice del blindaje protector para poder sentirte y al mismo tiempo quedé vulnerable, a tus hirientes palabras y terco actuar. No entiendo en qué momento te diste cuenta de todo lo que soy capaz de hacer de por ti, de que me tenías a tus pies, y cuando lo hiciste, parecía un ejercicio para tu Ego, el lastimarme para sentirte bien, y sentir esa sensación de poder sobre alguien más. Me lastimabas con palabras que antes viniendo de cualquiera me causaban risa, pero que viniendo de ti, son certeras para lastimar.

Pero camino junto a ti por ultima vez, siento que el aire me falta, y a ti parece no importarte, solo sigues tu camino esperando que yo vaya detrás de ti… Pues disfruta estos pocos metros que quedan de carretera, pues llegando a la ciudad, yo tomaré un camino distinto a ti, y en el futuro, trataré de no coincidir más contigo.

Su rostro estaba inexpresivo, es como si no habría escuchado palabra alguna, y le volví a colocar delicadamente el audífono que le quité para hablarle, y me dispuse a correr el tramo que quedaba para llegar a la ciudad, corrí y corrí sin mirar atrás, volver la mirada atrás era caer, no me detuve pero ya veía cerca la ciudad, el aliento me faltaba, pero mientras ya las luces de la ciudad iluminaban la carretera en el ocaso de la tarde, escuché gritos tras de mi pronunciando mi nombre, pidiéndome que esperara. Llamé una movilidad, me subí en ella y pedí que me llevara a casa. Comencé a recibir mensajes y llamadas, pero en mí dije: lo siento, responderte es volver a caer, me hablarás bonito con tu voz suave y llorosa, con esa ternura que me derretía, y entonces daré marcha atrás.

 Corté entre nosotros todo canal de comunicación, era momento de entrar en abstinencia de amor, era momento de sanar nuevamente a mi corazón.

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