Desmitificando falsas ilusiones, ilusiones tontas,
el globo de la esperanza ya explotó.
Otra decepción, otra caída, una bofeteada más, un
día negro, oscuro, ansioso por eliminarlo de mis recuerdos, que las arenas del
tiempo las sepulten. El nudo en la garganta, la desesperación, las paredes
cercándome, el cielo desmoronándose, las miradas inquisidoras penetrantes, las
voces murmurantes de palabras puntiagudas lanzadas sobre mí, mi mirada hacia la
ventana, deseando huir, saltar, caer, levantarme y correr sin mirar atrás,
olvidando todo, mandando a la mierda a todos ellos, ilusos, condescendientes,
ciegos, sumisos de la autoridad a quien rinden cuentas, mansos corderos sin
voluntad propia, veleros que se dejan llevar.
No huyo, solo me quedo ahí, quieto escuchando las
injurias injustificadas, me defiendo, argumento, sustento, todo es vano, todo
lo que sale de mi boca en mi defensa, llega a oídos necios, oídos a través de
donde mis palabras son filtradas por paradigmas anticuados, anacrónicos,
conservadores ridículos, abonados por una ignorancia ridículamente ilustrada de
pensamientos dogmáticos, personas de mente estrecha, sin sueños ni imaginación,
mi elocuencia no basta, colisiona en tierra infértil y estéril.
¿Por qué me esfuerzo, si por más que tuviera al
mismo Sócrates abogando por mí, el veredicto ya estaba decidido desde antes que
todo esto comenzara? Esto no es más que una farsa.
Sigo ahí, aislado, siento el vacío alrededor mío,
siento al mundo abalanzarse sobre mí, siento mis pies sobre el zapato, mi
cuerpo sobre el sillón, la temperatura del entorno, quiero gritar, dejar de
lado mi lado educado, siento el impulso de decir todo, exactamente lo que
pienso, siento calentarse mi cabeza, siento la locura apoderarse de mí, a la
paciencia abandonarme, por un momento todo se oscurece, rechinan mis dientes,
mis manos sudorosas, mis pupilas dilatarse y la luz intensificarse, miro la
ventana, mis deseos de huir siguen intactos, los miro, solo veo sus caras
mientras hablan, ya no percibo ni escucho sus necias palabras, sé que hablan
afanosamente de mí. Ya no me importa, vuelvo nuevamente la mirada por la
ventana, miro al ancho cielo, a las copas de los árboles danzar rítmicamente al
son del viento, a las aves volar majestuosas sobre el cielo en libertad (como
las envidio), a las blancas nubes y sus formas abstractas, el celeste cielo,
buscando con la mirada y pensamiento al creador, rogándole fuerzas para
soportar este tribunal, que solo lanza mentiras, injusticia, y calumnias sobre mí.
Santificado sea tu nombre, digo yo, y mi
desconexión termina, vuelvo nuevamente a la realidad, escucho nuevamente esos
murmullos a mi alrededor, mi pensamiento busca algo más que paciencia, busca un
sentido, una causa, un motivo, sé que pronto seré condenado, me arrebatarán
algo más que la ilusión, el significado de mi tiempo.
Habla uno y otro, sin juez, ni jurado, y todos se
alucinan fiscales acusadores, no hay testigos, salvo los curiosos, que escuchan
todo tras las paredes, y al final el veredicto predecible.
-
Es todo, estás fuera.
No me siento sorprendido, lo esperaba después de
todo, como se espera que la noche oscurecerá al día; y me levanto, no digo
nada, podría suplicar clemencia, apelar a sus emociones, suplicar una segunda
oportunidad, prometer corregir las cosas, pero prefiero no rebajarme, después
de todo, no hay nadie detrás mío esperanzado en esto, nadie que espere algo de mi
sacrificio, nada importa ya, recojo mis cosas, mis apuntes, cargo todo en mi
mochila, por primera vez en mucho tiempo nadie habla, hay un silencio incómodo,
yo al guardar todo en mi mochila, hago ruido, arrugo papeles, dejo caer
torpemente un lapicero, lo levanto, mi mirada esta baja, solo atisbo a ver sus
pies, no soy capaz de evitar sentirme triste, destrozado por dentro, apuñalado
por la espalda, traicionado, y contengo las lágrimas, pero a pesar de mi
intento de no llorar, una lágrima logra escurriese por mi mejilla, la siento
bajar, siento la tibia humedad descender por mi rostro, no deben verme llorar,
no les daré ese último placer, volteo y disimuladamente con el hombro me seco
la lágrima, luego recojo todo lo sobrante, me levanto, y solo atinó a decir,
tomando el valor y aire suficiente para que no me tiemble la voz al decirlo:
-
Muchas gracias por todo y que tengan buen día.
Lo llegué a comprender, soy arquitecto de mi presente y futuro, victima de mis acciones, cómplice de mi destino, nada diferente que esperar de la causalidad, así que camino lo más rápido que pueda hacia a la salida,
trato de no correr, intento contener el llanto, y cabizbajo, cruzo la puerta, y
salgo a la calle, siento el aire frío del exterior en mi respiración, me siento
libre, liberado al fin, no más sujeto a sus directivas, y por fin dejo de
contenerme y lloro, dejo a mis lágrimas correr, y lloro en la calle, oculto mis
ojos ante los transeúntes con mi gorra, camino con la mirada baja, no deben
saber que lloro, camino por las calles hacia ningún lugar, veo gente pasar por
mi lado, escucho los vehículos correr, camino sin rumbo siguiendo calles al
azar, doblando esquinas, pasando por parques, mis ojos descargan lágrimas sin
cesar, me canso de caminar, hay una banca ahí, tomo asiento, y respiro hondo y
profundo, me siento desahogado.
Recapitulo lo acontecido, ¿fue justo o fue
injusto?, no lo sé, y no debo sacar conclusiones estando con el corazón
excitado de emociones vengativas, debo aguardar que mis sentimientos sean
calmos y el momento propicio para hacer un análisis de todo esto, pero eso será
después, por ahora solo quiero expulsarlo todo, dejar que la tristeza y el
rencor salgan de mí, que libremente emerjan, en lugar de reprimirlos y
enterrarlos dentro mío, fertilizando para mi perjuicio a mis malas emociones.
Los saco, cuestiono al destino, aquella mano de
Dios, por qué su contundente y dolorosa manera de enseñarnos las lecciones de
vida, es indudable que aprendí mucho este día, que el dolor, la devastación y
angustia no son en vano, son el cincel con el que tallan en mi frente cada
lección que aprendí en el transcurso de este infausto día, que ya en su etapa
de noche, me somete a la más intensa deliberación existencial con el abrigo
frío de la soledad y en lejanía del ser querido más cercano. Miro al piso, las
peculiares figuras ornamentales del pavimento, por un momento en el intento de
hallar los patrones de esas formas, olvido todo, nuevamente me desconecto,
observo y trato de entender, sigo las figuras, hacia lo lógico, y de pronto,
nuevamente soy consciente de todo, regreso a recordar todo, y ya más calmado, y
sin lágrimas y más apaciguado, suspiro.
Saco un cigarrillo, fumo, se me acaba, saco otro y
lo prendo con el que ya se consumió, me lo fumo, imagino que el humo que salen
de mis pulmones son las cosas malas que expulso desde mi interior, internalizo
la lección para aplicarlo en mi vida.
Saco mi teléfono, quiero escuchar la voz consoladora
de alguien, busco entre mis contactos, nadie que valga la pena, y desisto,
nadie merece saber lo que me pasó, esto es una lección solo para mí, yo debo
manejarlo solo, porque es consecuencia de mis equivocaciones, lo que me
aconteció producto de mis malas decisiones, porque me hice muchas expectativas
por qué cargué al barco de promesas, y me alimenté de ilusiones y esperanzas, y
en la vida real no supe afrontarlas con madurez, responsabilidad, inteligencia
y sentido común, porque me elevé tanto que no medí que se podría volver
insostenible e irse de mis manos, y por eso mis expectativas han sido
destruidas, ilusiones vanas, el globo de la esperanza se infló tanto que ya
explotó.