domingo, 29 de septiembre de 2019

EN LA TORMENTA


    Estigmas y agrietas mi alma, cuando el cielo me quiere mostrar su colorido azul de medio día, ensombreces mi espíritu y la felicidad cegada queda, abres la puerta a la melancolía y las compuertas de mis ojos quedan también abiertas, inundando mi rostro de las lágrimas que represadas estaban, y que ahora sin cesar fluyen como la sangre de una herida del corazón abierto, y todo lo que no puedo ver, es lo bello que es el mundo, siento que soy un pequeño barco que poco a poco va hundiéndose en medio de una tormenta , en el mar de aflicciones sin nadie que le socorriese, hundiéndose por el peso de un pasado que se niega a soltar, prefiriendo aferrarse a recuerdos que nunca ya jamás volverán, gritando auxilio a toda voz, pidiendo urgente un rescate que parece nunca llegar, haciendo que el drama del hundimiento quede opacado por la inmensidad de la tempestad.

    Se escucha desde algún lugar algunas tenues voces que dicen: “Todo estará bien”, pero que no dan más que esperanza, voces que solo instan a resistir esperando algún milagro, algún suceso o divino hecho que hará que todo lo cambie, mas todo esto que me causas, trae consigo la sanación de un espíritu que se ahogaba en silencio, pues solo cuando ya se está a punto de perderlo todo, viene la verdadera revelación:
“Nadie va a venir a salvarte, debes salvarte a ti mismo”
    Y solo cuando entendí eso, solté el lastre pasado, y lloré y comprendí y entendí, que debía llorar, gritar para despertar del sueño en que me hallaba, reaccionar de la ilusión en que moría día a día sin saber cómo salir, pero lo hice, y luego de eso, al fin todo se despejó, la tristeza se desvaneció, el gris entorno recuperó todo el colorido hermoso, y nuevamente al alzar la mirada, pude ver el azul cielo y apreciar su belleza; tomé mi cámara y capturé la escena, fotografié mi momento de triunfo.



miércoles, 25 de septiembre de 2019

EL CATALEJO



 
  Alguna vez la locura me ha invadido, ha corrido por mí, corroído mi débil espíritu, algunas veces influenciado por drogas, libros, o alguna obsesión, el sentirme incomprendido, al idealizar al mundo o al querer a alguien, muchas veces estuve en distinta sintonía con el resto de personas, quienes no alcanzando a entender mi perspectiva alterna de la vida, reducían su veredicto hacia una conclusión simplista y cerrada: que me había vuelto loco. Pero ¿qué es la locura sino un catalejo a través del cual vemos la realidad de otro modo a como la ven los demás?
     Y si, la sociedad suele tildar de locos a aquellas personas a quienes no entienden, cuya manera de pensar o actuar no sigue los patrones de la mayoría, de lo socialmente aceptable y correcto, por considerarlos tal vez extraordinarios, peligrosos y que atentarían con el orden establecido, o la normalidad a la que están tan habituados a vivir.
Acabada la segunda Guerra mundial, durante la conferencia de Potsdam, alguien se le acercó a Stalin, entonces gobernante de la Unión Soviética y uno de los líderes aliados victoriosos, y le preguntó si creía que Hitler estaba loco; Stalin Respondió:
“¿Usted cree que un loco hubiera podido hacer todo esto, volver sumiso a su pueblo, hacer que éste le obedeciese y ciegamente le siguiese hacia una guerra total, acogiendo su demencial programa racial, y que aun cuando encaminados  estaban a perder la guerra y viendo su país desmoronarse ni siquiera se atreviese a sublevársele?”
    Sí, Hitler no estaba loco, solo fue un idealista, o tal vez loco si estaba, tan loco como Don Quijote de la mancha. Y sí, El Quijote fue según quienes le conocían, alguien llevado a la locura, pero él, era muchas veces más lúcido que los demás en su razonamiento de las cosas, solo que su interpretación de la realidad no estaba acorde con el del resto de personas. Veía lo mismo que miraban los demás, pero el interpretaba la realidad de diferente manera que el resto, donde todos veían molinos de viento, el veía gigantes, donde todos veían presidiarios siendo llevados a cumplir condena, el veía hombres a quienes debíase devolverles la libertad que se les había arrebatado, donde todos veían posadas de mala muerte, el veía castillos, y al dueño de la posada, a un conde, y a las posaderas, el las veía como a doncellas y dignas damiselas; cuando todos le veían sobre su desnutrido y huesudo caballo Rocinante, él se veía montado sobre un gran semental equiparable a Babieca del Cid, o a Bucéfalo de Alejandro Magno; donde todos veían a un loco y viejo con armadura, él se auto percibía como un caballero andante, el más grande y heroico que el mundo jamás había visto ni volvería a ver, cuya misión era llevar la justicia a donde sea que él sea llevado por el destino. El Quijote se veía a sí mismo como a un Héroe, como el brazo justiciero de la providencia, al servicio de Dios, destinado a combatir las injusticias del mundo, y luchar por alcanzar un mundo mejor.

    El Quijote fue un idealista, tan firmemente convencido de que era un caballero andante, que fue capaz de soportar las penurias y golpes que por defender ese ideal le conllevaba, es el destino de los idealistas estrellarse estrepitosamente con la realidad percibida de la mayoría, el golpe puede ser demoledor en el peor de los casos, en el mejor, simplemente es una muerte en vida, apartados de la sociedad, como escorias o parias, siendo convertidos en objetos de burla o lástima, almas incomprendidas de los que todos huyen, y enseñan a sus hijos a temerles y apreciarles a la distancia.
    Nada diferente de los idealistas del comunismo y el socialismo que ha visto el siglo XX, personas dispuestas a inmolar su vida por una idea que consideraban valía cualquier precio a pagar, incluso con la sangre de otros inocentes, y en última instancia, la suya propia.

    
La historia del siglo XX, fue protagonista del choque ideológico, seres humanos que por distintas ideologías abanderados, tan convencidos cuales Quijotes de la mancha, queriendo luchar contra el mundo a su manera, buscando destruir a sus enemigos, no dudaban en que la muerte del adversario era necesaria para el forjamiento del mundo que ellos buscaban erigir, su vida era insignificante frente a la causa por la cual luchaban, la sangre debería correr y con ella limpiar las corrupciones de la versión del mundo que deseaban destruir. Quizás lo que más daño, dolor y sufrimiento han causado en tiempos modernos han sido los titánicos enfrentamientos entre comunistas, fascistas, anarquistas y liberales, todos luchando por ser el que reine en un mundo que todos compartimos. Llámese progreso humano, conflagración universal, lucha por la libertad y democracia, todos esos nombres han sido la fachada de luchas de quijotes de la mancha combatiendo las injusticias de un mundo corrupto, y para lograr un mundo mejor.
    Y si son los idealistas los que siempre han movido los hilos de este mundo, si son ellos a quienes les hemos dado el poder de conducir nuestros destinos, si hemos sido nosotros los instrumentos para que ellos ejerzan la lucha contra sus enemigos ideológicos, ¿no somos locos nosotros quienes seguimos sin cuestionar sus motivaciones? después de todo, como dijo Obi-Wan Kenobi:
“¿Quién es más loco: El Loco, o el loco que sigue al Loco?”
    Entonces mirándonos al espejo, vemos que nos hemos convertido en producto de la locura de alguien, somos el fruto de aquel cuya idea sobre el mundo ideal venció.
    Desde una perspectiva general, extraños seres somos, paseándonos con mucha frecuencia entre los límites de lo racional, y lo irracional, resulta paradójico que a pesar de todo, aun no nos hayamos matado unos a otros.
    ¿Qué pasaría si un día, todos pudiésemos actuar siguiendo nuestros impulsos más primarios que la sociedad nos obliga a reprimir?
    Seríamos una sociedad feliz, o nos llegaríamos a exterminar mutuamente hasta que la selección natural deje a los más aptos para seguir con la especie. Sería una locura.