Recorría la
carretera Fernando Belaúnde Terry, hasta que cerca de Pomacochas, la camioneta se
malogró, era felizmente cerca a las ocho de la mañana, teníamos el día por
delante para reparar lo que fuera que tuviera el carro, yo por mientras, solo
debía esperar hasta que en algún taller lo repararan, el chófer nos dijo que
mientras él se quedaba con los del taller cuidando que los mecánicos hagan su
trabajo sin sabotear maliciosamente la máquina, cada uno de nosotros podría
aprovechar para recorrer y conocer por nuestra cuenta un poco más aquella
pequeña ciudad.
Así lo hicimos,
yo por mi parte, me fijé que entrando a esa pequeña ciudad, la camioneta había
cruzado un pequeño badén, sobre una pequeña quebrada de cristalina agua, y río
arriba, vi un denso bosque, muy espeso que me llamó la atención, pregunté
si alguno quería acompañarme a recorrer conmigo ese lugar, pero nadie se animó,
preferían ir a buscar un bar o tomarse fotos en algún lugar con un poco más
influencia de civilización.
Yo, pues, en
solitario me encaminé, y al llegar al badén, vi que no había cerca que me
impidiera seguir rio arriba, comencé entonces a caminar por la orilla en
dirección a esos bosques que vi al entrar.
He leído que los
dendrofilicos sienten atracción sexual hacia los árboles, diría que exceptuando
lo sexual, los bosques me fascinan de sobremanera.
Avanzando un
kilómetro iba adentrándome en ese denso bosque que circundaba a la quebrada,
sentí un espíritu místico que me invadía, el aire se sentía más fresco, a pesar que caminaba solo, sentía vivo al bosque, y éste parecía acogerme, y
mientras seguía caminando bajo la copa de los árboles de aroma mezclado de
neblina y aceites naturales, encontré un bello lugar, una pequeña formación rocosa, cubierta de denso musgo
verde, y una pequeña cueva del tamaño de una ventana, cuyo interior estaba en
total obscuridad, un pequeño abismo en la pared de esas rocas, sellada en su
entrada con telarañas y llena de diversos insectos en su interior que siempre prefieren
los lugares húmedos y oscuros.
Mi curiosidad por
esa pequeña cueva de casi un metro cuadrado, hizo que con mi linterna alumbrará
hacia su interior, y vi, al fondo, una bolsa verde que brillaba cuando lo alumbraba,
de colores fosforescente, envuelta algo muy elaboradamente, supe que aquello no
estaba ahí de forma natural, tal vez alguien escondió algo en ese lugar, así
que con una vara, librando el camino entre ese algo y las telarañas,
extendí mi mano hacia esa bolsa, y lo tomé para ver de qué se trataba.
Al verlo, y
sentirlo al tacto supe que dentro había papeles enrollados, tal vez cartas, no imaginaba
qué podría ser.
Lo abrí, dentro
de aquella bolsa amarrada con cintas y soga, había otra bolsa, esta si
hermética, y al abrir esta segunda envoltura, descubrí que en su interior el
tesoro que resguardaba, billetes enrollados de diferentes
denominaciones.
Eran de moneda
nacional, pero extrañamente, era de denominación antigua, sí tenían validez
aún, aunque el diseño que tenían esos billetes, no eran como los de ahora, ya
no circulaban, y los conté, era cerca de 300 soles, en billetes de 10, 20, y 50
soles. Era la primera versión de esos billetes, al ver la fecha de impresión de
los mismos, ninguno pasaba del año 2000. Alguien los había guardado ahí, y por
alguna razón los dejo olvidado, o eso creía yo, pero si es un hecho, que fue
hace mucho tiempo, muchos años, ¿quién podría esconder dinero y no regresar por él?,
pero me sentí afortunado, me sentí como haber encontrado un tesoro, sin mapa, y
sin proponérmelo.
Con esa alegría
ganada, me senté ahí, y fume mi cigarrillo en la soledad y tranquilidad que
solo un bosque de altura y el sonido de una quebrada podría ofrecerme, un
pequeño premio inesperado que podría ayudarme en gastar en algún pequeño capricho
que yo creyera merecerme.
Pude
percibir entonces, una extraña sensación, aquella que experimentamos cuando nos
sentimos observados, al mirar alrededor mío, constaté nuevamente que me
encontraba solo, sin nadie alrededor mío, comencé a buscar más agujeros ocultos
entre las rocas, para ver si hallaba más dinero, pero de pronto, noté de reojo,
entre la espesura del bosque, el perfil de una persona que parecía estar en la
sombra de un árbol.
Al
voltear la mirada, vi que se trataba de una mujer, una anciana de frente y
rostro arrugado, cabello blanquecino como los nevados, llevaba un vestido gris,
y se sostenía con la mano izquierda a un árbol donde se estaba apoyando, tenía
una mirada furiosa, casi inquisidora, por un momento se me cruzó por la mente
que tal vez era la dueña del lugar donde había entrado sin pedir permiso a
nadie.
- Disculpe señora, buenos días, ¿Esta es su propiedad? Perdone mi
presencia, solo daba un paseo mientras reparaban nuestra camioneta, no estoy
haciendo nada malo. Si le causo molestia alguna, me retiraré.
Pero
aquella anciana, no me respondía, fija seguía su miraba sobre mí, seguía observándome,
hubiera querido muy en el fondo de mí, que me dijera algo, o tal vez que
hiciera algún tipo de movimiento, pero estaba allí, con una mirada inexpresiva,
solo sus cabellos blancos bailaban con el viento, cubriendo y descubriendo
parcialmente su rostro. Era extraño, pero en esa situación el silencio era
incómodo.
- Señora, ¿se encuentra bien?, pues bueno, me iré si así lo desea.
Entonces
levemente le vi esbozar una sonrisa a aquella anciana, fue muy turbia la
sensación de verla sonreír, entonces escuché un crujir de una pisada sobre una
rama seca a mi espalda, asustado volteé en estado de alerta, pero no había nadie,
voltee entonces para seguir hablando con aquella anciana, pero ya no estaba.
Solo escuché un suave susurro cerca de mi oído, que en calma agonía me dijo: ”Si
lo encontraste, es tuyo”
Voltee
a mirar a mis espaldas, y no había nadie, con una extraña sensación de
desconcierto, recogí mis cosas, me di cuenta que estaba temblando y mi corazón
latía con velocidad, asustado decidí abandonar la búsqueda de más posibles
escondites de dinero, y emprendí mi regreso a la ciudad, durante todo el
camino, me sentía observado, sentía sobre mi una mirada que no podía explicar, era como si durante mi camino de regreso no lo estuviera haciendo solo, y me sentía
como presa huyendo de un invisible defensor, o tal vez protector del bosque.
Aun
así, intrigado por el suceso, seguí caminando, tratando de dar una explicación
racional a lo que había acontecido, ¿un juego de mi mente? Tal vez mucha yerba
recreativa fumada me había alterado un poco
mi noción de la realidad. ¿Pareidolia?
Y así de tanto caminar llegué un
poco cansado con mi nueva ganancia de vuelta a la ciudad diviso un pequeño bar,
decido entrar, “me merezco un trago” pensé para mí, al menos ya veo personas que no desaparecen de la nada y que me hablan y al entrar pedí una
cerveza, y al cantinero, le extiendo uno de los billetes viejos y antiguos que
acababa de encontrar, sin decirle nada.
El cantinero, al
ver el billete, me miró, y me dijo.
- ¿Acabas de
encontrar este dinero? Estos billetes son antiguos, no me extrañaría.
Por un momento me
incomodé, no le había dicho a nadie que había encontrado dinero, sin embargo aquel
desconocido cantinero ya lo suponía, ¿alguien me pudo haber visto? además, si
decía que lo encontré, tal vez me diría que era suyo, puesto que sabía de su
existencia, y me pediría que se lo devolviera, sin embargo, al estar tanto
tiempo, en ese refugio, diría años, por la capa de moho que tenía alrededor la
bolsa, y la antigüedad de los billetes, diría, si aquel sabía dónde estaba todo
el tiempo, ¿por qué no lo fue a buscar antes?
No obstante
frente a todo decidí no mentir.
- Si - le dije -
lo encontré bajo una piedra por el rio.
- Sí, no me
sorprende - me respondió - debe ser el dinero de la vieja Filomena.
No entendí lo que
me dijo, ¿acaso había descubierto el escondite de alguna persona?, Y quién era Filomena, ¿Tenía que ver con esa anciana que vi en el bosque? ¿cómo
sabía él a quien exactamente pertenecía?
El cantinero al
verme preocupado, me calmo diciéndome.
- Tranquilo, si me haces consumo de algo más, te contaré una
historia, una leyenda del pueblo que explica tu hallazgo.
Ya de por si me resultaba extraño encontrar dinero en extrañas circunstancias, no le comenté lo ocurrido de aquella misteriosa anciana, así deseaba escuchar esa historia, así que dije.
- Cantinero, dos
más entonces y unos cigarrillos.
El cantinero puso
las botellas en la mesa, y me acerco un cigarrillo, me lo prendió, y me contó
la siguiente historia:
Soy viejo, tú lo
ves, y tengo este bar en este pueblo ya poco concurrido, pocas son las veces en
que uno que otro forastero se detiene en este pueblo para beber, la mayoría
simplemente pasa de largo no viendo más unas cuantas manzanas a ambos lados de
la carretera, y aunque viajó poco, son muchas las personas que a lo largo del
tiempo eh conocido, y a través sus historias, yo he vivido, entendiendo conociendo la vida de muchos, he descubierto
que el tamaño del mundo, puede ser del tamaño de un pueblo pequeño como este,
los mismos males que padecen las personas en un determinado lugar, lo padecen
en cualquiera más lejano, siento que cada ebrio que se desahoga en esta cantina
con sus ajetreos vivenciales, me transmite parte de su sabiduría.
La mayoría
comparte como yo, un miedo al paso del tiempo, un miedo a la muerte, pero más
que el miedo a la muerte, la mayoría tiene un temor de morir en soledad, lejos
de sus seres amados, su seres queridos, la mayoría que he recibido en esta
taberna, son personas de distinta índole, profesiones o estratos sociales, pero
la mayoría, exceptuando de los que vienen a llorar problemas amorosos, son padres,
tienen en algún lugar uno que otro hijo, algunos por sus errores, no los ven
hace mucho, otros impulsados por el amor que les tienen a sus hijos, les adelantaron
herencia, cediéndoles la mayoría de lo que ellos lograron toda su vida, traspasándoles
bienes, casas, terrenos, para que sus retoños ya adultos no iniciarán
recorriendo sus vivas desde cero, y así, cediéndoles de antemano su herencia,
ellos, sus hijos, se hicieron con ellos los desentendidos, abandonándolos, y
tendiendo con ellos solo esporádicos y protocolares saludos de vez en cuando,
pues cuando los hijos ya tienen todo lo material que sus padres pudieron
darles, los descartan de sus vidas pues ya no les ven alguna utilidad, el amor
hacia el padre o la madre, ahora es requerido por su familia, hijos que son los
más importantes para ellos, o alguna pareja manipuladora que no desea que se
comparta su cariño con otro ser humano, y así, aquellas personas, otrora amados
y venerados pos sus hijos de pequeños, pasan ahora tristes días que quedan
esperando a la muerte a la soledad, la triste soledad, y en sus momentos de
agonía, no reciben el cuidado que merecen recibir por aquellas personas por las
que dieron todo en su vida, tanto material como emocionalmente, mueren entonces
tristes y abandonados y al momento en que llega su momento de expirar, no
tienen a su lado a nadie a quien decirle sus últimas palabras, postrados sin
siquiera alguien que les convoque a un sacerdote para pedir perdón por todos
los pecados que pudieron en esta trágica vida cometer, mueren así, aislados,
angustiados, olvidados, abandonados y solitarios van a la muerte con gran
tristeza, no pudiendo decirle adiós a los hijos y seres que más amaron y por
quienes más se sacrificaron.
Cuando los hijos
ya tienen todo de sus padres, su herencia y sus bienes, ya no esperan de ellos
más que su muerte, se convierten en un estorbo, y solo muestran su dolor como
un montaje de teatro, ante el público que asiste al sepelio final, y dan los
discursos más apasionantes sobre lo bueno que fueron sus padres, con
prominentes arreglos florales que en vida hubiera deseado recibir el difunto.
Pero sin embargo,
la vieja Filomena, tuvo la dicha de morir rodeada de sus hijos con todas las
atenciones que alguien agonizante requiere, dijo sus últimas palabras, siempre
tuvo a su lado a cualquier hora del día alguien que le diera de beber un vaso
de agua en un momento de sed, tuvo la oportunidad de ser ungida con la
extremaunción y murió en paz rodeada de todos los hijos, y familiares a quienes
más amó en el mundo y a quienes a pesar de su manera extraña de amar, amó.
La vieja Filomena
llegó a este pueblo, casada con un militar que participó en combate en una
guerra por el país, y con la pensión de aquel, se compraron un terreno en este
pueblo, en ese entonces pequeño y casi deshabitado. La historia más detallada
de ellos, es desconocida, puesto que el militar se volvió alcohólico producto
imagino del estrés post traumático de ver morir a sus amigos y compañeros en el
campo de batalla, y su carácter duro, influyó mucho en su joven esposa, que
sometida ante tal personaje se volvió muy recatada en todo, así, tuvieron el
matrimonio 6 hijos, pero antes que el hijo mayor cumpliera 20 años, el cuerpo
del esposo de Filomena, extrañamente fue hallado a orillas del lago, ahogado
luego de aparentemente haberse embriagado.
Filomena entonces
crío sola a sus hijos, y comenzó a dedicarse ella sola a trabajar la tierra y cuidar el ganado que
ahora solo a ella pertenecía.
A sus hijos les
enseño el valor del trabajo desde muy jóvenes, era una mujer pragmática,
siempre silenciosa y poco a mostrar sus sentimientos, decidió que solo daría educación
a sus hijos, y luego ellos verían que hacer con su vida, no les dio a sus
hijos, ningún lujo, y siendo adultos, les incentivo a ir a buscarse la vida
lejos de ella, que ella, pese a ser una buena administradora de su pequeña
hacienda, de lograr aumentar su ganado, y sus productos agrícolas, no les dio
más a sus hijos que el que la sociedad pudiera regalarles.
Aún así, sus
hijos, todos, supieron buscarse la vida, y si lograron algo o mucho,
fue a expensas del apoyo de su estricta y distante madre, aquella mujer que se
fue ganando en el pueblo fama de tacaña y egoísta, la de nunca sonreír ni dar
palabra de agradecimiento a nadie que le hiciera un favor, pues ella no
acostumbró nunca a qué se los hicieran, pues recompensaba muy bien cualquier
servicio que le sea hecho.
Sus hijos, los 6,
pronto, gracias a que aprendieron lo duro de la vida por su propia madre,
lograron por sí solos, cada uno de ellos, seguir sus destino y hacer su familia, entre ellos lograron ser médicos,
abogados, ingenieros, comerciantes, transportistas y enfermera, cada uno trabajando,
sea para su madre o para otras personas, estudiaron o juntaron capital para
emprender, ninguno recibió apoyo de Filomena más que el de su crianza, y su
autodependencia, sí era fría emocionalmente, lo era más en tacañería, y todas las ganancias de sus chacras y ganado, o sus productos, lo reinvertía en
comprar más terrenos, o hacer mejora en sus casa, una mujer muy fuerte y con
espíritu de empresaria, aun así, ella tenía por enemigos a los bancos, jamás
acudió a ellos más que las veces necesarias, los veía como viles mercenarios
financieros y usureros, en lo posible evitó siempre tratarlos, aunque a
regañadientes, abrió una cuenta bancaria para poder guardar su dinero, pues aun creía que era mejor tener el dinero bajo el colchón. Aun así, solía decir
a las pocas personas que le conocían, que ella jamás pediría prestado dinero a
los bancos, consideraba que era un robo y temía, que en audaz jugada legal de ellos, podía
perderlo todo cuando el banco hiciera efectivo un embargo.
Así, Filomena seguía su vida de ermitaña en su fundo, sus tierras y ganado le permitían
llevar una vida cómoda, y en su soledad no dejaba que nadie llegará a llenar el
vacío emocional que pudo sentir al perder a su esposo, tal vez le llegó a amar
tanto y le hizo en secreto una promesa de no volver a amar a otro hombre, o tal
vez amar a ese exmilitar agobiado por la dureza de la guerra en que peleó. la
llevo al borde de la sumisión más humillante, la volvió temerosa de entregarse a los brazos de otro hombre que la haga vivir a sus expensas, tanto que no
querería estar jamás por debajo de nadie, convenciéndose que ella sola es capas de todo, sin
necesitar a un hombre a su lado, pero esas son cuestiones que uno solamente
puede conjeturar sobre su manera de pensar.
Lo cierto es que
si bien en el pueblo muchos intentaron recorrer ese camino espinoso de
cortejarla, motivados por la ambición de heredar todos sus bienes a su muerte,
nadie lo puedo lograr, siempre fue la mujer distante y hermética que iba abarcando para si más
y más tierras extensas de todo el lugar, gracias a que no tenía que lidiar con problemas
emocionales y familiares, desvío toda su actividad mental hacia la
administración de sus tierras y su ganado, que viento en popa sabía cómo salir
adelante en todas las crisis que azotaron el lugar a lo largo del tiempo.
Si algún lugareño
tenía problemas financieros y deseaba vender su parcela de tierra, sabía
siempre a quién acudir para que sea comprado a la brevedad de la emergencia
requerida, Filomena parecía siempre estar dispuesta a aumentar la extensión de
sus tierras. Era tan amplio, que abarcaba colinas, montañas, acequias, quebradas, bosques.
Pero los años
iban pasando, e iba acercándose Filomena a al cénit de su vida, sus cabellos ya
todos blancos, su cuerpo ya soportando el peso de su edad, y su carácter férreo
tan intacto como siempre, no mostraba signo de ablandamiento, pero si bien su
espíritu parecía inmutable, los años encima ya iban anunciándole que se iba
acercando cada vez más a esa buena noche donde la vejez arde y hace delirar al
día.
Resultó que
cierto día, en un hecho fuera de lo que podría llamarse normal para una mujer
como Filomena, empezó a ir con más frecuencia al banco de la ciudad; y en una
ciudad tan pequeña, comenzó a correr pronto el rumor de que Filomena tenía pensado
hipotecar todas sus propiedades, nadie lo creía veraz entonces, pero un día, hizo
llamar a la única hija que aún vivía en el pueblo, que ejercía de profesión
enfermera, para pedirle ayuda, cosa extraña, pues ella jamás era de pedir
ayuda. Le dijo pues su ya anciana madre, que le acompañará al banco.
La hija,
extrañada por esa aún más extraña petición, la acompañó.
Juntos entraron
al banco, y la señora Filomena se entrevistó con un funcionario dedicado
a los préstamos e hipotecas, le dijo que había terminado todos los trámites
para hipotecar sus propiedades, y que el banco había aceptado, y pues desde ese
momento hipotecaría sus bienes, su casa, sus terrenos y todo lo que ella había
llegado a poseer en su larga vida. Su hija, desconcertada, de testigo ahí, no
entendía nada de lo que escuchaba, en reiteradas veces preguntaba a su madre.
¿Estás segura?, y filomena repetía sin cesar que sí, que si lo estaba; su hija
le hacía recordar que era de un banco de quien hablaba, a quien ella más
odiaba, que un préstamo no era necesario, Filomena decía. “Sé lo que hago”
El funcionario le
pidió los papeles de sus propiedades, y que tras una tasación de los peritos
le dieron el monto máximo por el que ella hipotecaría sus vastas propiedades,
Filomena estuvo de acuerdo, e hizo una petición insólita, pidió que se le fuese
entregado el dinero en efectivo esa misma tarde, para sorpresa del funcionario del banco y la
propia hija que estaba junto a ella.
Así fue hecho, y salió
Filomena junto a su hija, cargando bolsas de mucho dinero, todo en efectivo, y
así, juntas, salieron del banco.
La hija de Filomena,
iba preguntándole:
- Madre, que
harás con todo este dinero
Pero Filomena,
fiel a su manera de no rendirle cuentas a nadie, solo decía que era para algo
que ella tenía pendiente hacer.
Y llegando a la puerta
de la casa de Filomena, recibió las bolsas que su hija le había ayudado a
llevar, y tras agradecerle por ese favor, le despidió y cerró la puerta,
diciéndole que eso era todo y que ya se podría ir.
La hija, sin
saber nada, pensó que su madre podría haberse vuelto loca, o que tal vez querría
emprender algún negocio a gran escala para requerir tanto dinero, hipotecando
al banco, aquella entidad que durante toda su vida tanto odiaba y desconfiaba,
pero hipotecarlo todo, cosa extraña, si su madre estaba ya anciana, no viviría
para pagar el dinero al banco, por tanto en teoría, el banco era el dueño de
todo ahora mientras la hipoteca existiera, por lo tanto también era imposible que su
madre pudiera dejar en herencia las tierras y la casa. Ahora es del banco…
- Sin duda, la vieja perdió la razón - Pensó
Pero una idea se
le cruzó en la mente de la hija, tal vez la explicación más razonable. La vieja
estaba a punto de morir, y quería dejarles ese dinero en herencia a todos sus hijos.
Sí, era razonable, puesto que no podría repartir las propiedades a sus hijos, pero el dinero sería más fácil sería repartir.
La noticia de que
la vieja Filomena había retirado tanto dinero del banco, sumado a su ya
deteriorado estado de salud, hizo levantar sospechas, el rumor de que había
hipotecado sus bienes a cambio de una cuantiosa suma de dinero, hizo eco en el
pueblo, y las amistades de las amistades de sus hijos que se hallan repartidos
por diferentes lugares del país, hicieron llegar a ellos esos rumores, quienes
se pusieron en contacto con aquella hermana que quedaba en la ciudad, y les
confirmo de primera mano y con más detalles lo que Filomena había hecho.
Les contó la hija
sobre el raro actuar de su madre en el banco, embargando todas sus propiedades
en una hipoteca que evidentemente por su avanzada edad, no podría cancelar en
vida, y llegaron también a la conclusión que puesto que no podría repartir de
herencia los terrenos y la casa, Entonces ¡¡¡EL DINERO!!!, Si, eso era lo que ella
repartiría a sus hijos, claro, que aún es una probabilidad no tan certera,
considerando lo hermética e impredecible que había llegado a ser su madre, pero
entonces, como era previsible, la salud de Filomena empezó a deteriorarse a los
pocos meses de haber hipotecado sus bienes, y la noticia llegó a los hijos,
quienes prestos todos, viniendo del lugar donde estaban, trayendo consigo todos
ellos sus cónyugues e hijos, muchos de ellos sin haber conocido previamente a
la suegra o a la abuela, se prestaron a aparecer, no solamente ellos, sino
hermanos y primos de Filomena, quienes tampoco había visto nadie antes en la
pequeña ciudad, venidos de tan lejos, hicieron su Aparición a la casa de la enferma, tratando de mostrar aunque en esos últimos momentos, una genuina preocupación
por ella.
Los hijos
llegaron, y con gran alegría a Filomena les presentaron a sus respectivas familias,
y Filomena en una rara nuestra de ternura, pudo sonreír al mirar a sus nietos
que por primera vez conocía, nunca le habían ido a visitar en alguna navidad o
algún cumpleaños, sus nueras y yernos de igual manera, haciéndole reverencias a
la moribunda, diciéndoles cosas tiernas y bellas, tratando de congeniar con
ella y parecer y mostrarles su más grande estima, también los primos que de muchos
años se le aparecieron al lecho de Filomena, le trataron con ternura y
calidez, intentando recordarle anécdotas de tiempos lejanos, y remembrándole nombres que Filomena no recordaba.
Filomena estaba
postrada en cama, cada día con menos salud, entre todos los presentes se
turnaban para atender a la anciana. Si tenía sed, le acercaban un vaso de agua,
si tenía hambre, le cocinaban lo que ella pidiere, si tenía frío o calor, si se
le antojaba algún postre, o si necesitaba algún medicamento para calmar alguna
dolencia, ahí estaban a la mano cualquiera de sus familiares, y todos ellos se
le mostraban amables con la vieja, que aunque risueña como nunca en su vida,
iba cada día empeorando en su salud, poco a poco, eran menos las horas en que
podía estar despierta, y en las madrugadas eran más las quejas de sus dolencias,
sus fiebres empezaron a empeorar, y mientras le quedaba la lucidez, tal vez ya
viendo lo cerca que estaba de ir con Dios, pidió que le trajeran a un
sacerdote.
Uno de entre la
delegación familiar que estaba presente con ella ese día, fue de inmediato en
busca del capellán, quien horas después llegó.
El sacerdote se
abrió paso entre la cantidad de personas presentes en la casa, niños y adultos
que estaban a la expectación en la sala de la casa de la vieja, y con esa
sotana blanca y morada, hizo entrada espectacular que llenó de aire místico el
entorno, entro a la habitación de Filomena, estando ahí, pidió a los presentes
que solamente quedaron ellos dos.
Los de afuera,
oídos curiosos solo pudieron escuchar dentro susurros las fuertes palabras
iniciales del sacerdote.
- Hermana
filomena, confiesa a Dios tus pecados, ¿te arrepientes y recibes a Dios en tu
corazón?
Y a Filomena solo
le escuchaban decir con sus débiles fuerzas: Amén.
En eso, los hijos
hicieron una junta entre ellos en un ambiente de la casa, y comenzaron a
hablar:
- Y bien pues, nuestra
madre ya está agonizando, y hasta el momento no dice nada sobre dejar una
herencia, quien de nosotros irá a preguntarle qué es lo que nos dejarán de herencia, el
dinero que retiro del banco, debe tenerlo guardado aún, en pocos meses no se le
ha visto que haya viajado a algún lado, tampoco ha hecho compras de terrenos,
ni mejoras grandes en esta casa, al parecer el dinero que retiró en el banco no
lo gastó, al menos no en su totalidad, por lo que es lógico que lo tiene aún
guardado en algún lado, y espera repartirlo entre nosotros, pero ¿cuándo llegará
el momento, tantos días aquí estuvimos y ni siquiera hizo mención de ello. ¿Quién de nosotros le preguntará?.
En esos tiempos
en el pueblo se rumoreaba, que el verdadero interés de todas aquellas personas,
a las cuales nadie recordaba que hayan visitado con anterioridad a excepción de
sus propios hijos, era el destino de cuantiosa herencia que la vieja filomena
dejaría al dar su último respiro.
Si me permites
opinar respecto a ello - Me dijo el cantinero- todos ellos esperaban llevarse algo de su
muerte, la herencia, que no era poca cosa. Diría que no amaron tanto a su madre
como para tomarse la molestia de querer quedar bien con ella en sus últimas horas. De
no haber sido por ese factor, Filomena habría muerto abandonada y olvidada por
sus hijos, puesto que ya que ellos tenían lo que querían se desentenderían de
ella. Tal vez Filomena lo sabía.
Visto pues,
llegando a un acuerdo, se quedó que la hija que la había acompañado al banco,
sería la que le preguntaría, es obvio que resultaría cínico tocar el tema en
momento delicado, pero eran conscientes todos que el tiempo ya se le acababa a
la vieja, no había tiempo para precauciones.
- Querida madre,
creo que es momento que visto que te vas de este mundo, toquemos el asunto
de qué es lo que pasaran con todo los bienes, sé que la casa y tus tierras
están hipotecadas, por lo tanto no podremos disponer de ellas, diría que a fin
de cuentas el banco hará por efectivo el embargo, pero el dinero que retiraste
aquel día, ¿Es eso lo que nos corresponde a nosotros tus hijos?
Pero Filomena no
contestaba, solo tenía silencio, una lágrima por primera vez vieron salir de
sus ojos tal vez por la decepción de que no estaban a su lado en sus últimas
horas por amor a ella; tal vez porque ya veía a la muerte tomando posición en
su cama para liberar a su alma de esa prisión de carne y hueso donde estuvo
atapada toda su vida; quizás por qué pudo ver en esos últimos momentos la
verdad que siempre sospechaba, estaban ahí los buitres esperando que diera su
último suspiro para saciarse de lo quedaba de ella, pero ella había preparado
su jugada final.
Pasaron pocos
días, la salud de filomena iba empeorando, sus desmayos eran más frecuentes, y
ya las preguntas y las formas eran lo de menos.
- Mamá, ¿dónde
está el dinero?, ¿que hiciste con ese dinero?, ¿dónde está?, ¡¡¡DÍNOSLO!!!.
Los cónyugues de
los hijos, iban presionado, querían saber si les tocaría algo, no en vano
habían emprendido ese viaje a ese lugar tan olvidado para no llevarse algo por esas molestias.
Y era un jueves
en la tarde, Filomena ya parecía estar desvariando, y sentía que su alma ya
pronto abandonaría su cuerpo, y sus hijos, alrededor suyo, repitiendo entre
lágrimas, quien sabe de tristeza o desesperación.
- ¡Mamá el
dinero, el dinero dónde pusiste la plata!
Y con su último
aliento, Filomena solo atinó a decir.
EL DINERO, ES PARA QUIEN LO ENCUENTRE
Y murió.
Los presentes
quedaron atónitos, eso significaba que el dinero estaba en la casa, escondido
en algún lugar, y que de encontrarlo les pertenecía.
Tan
pronto de escuchar esas palabras, todos abandonaron el cuerpo al funerario, fueron
todos a buscar en toda la casa, en los cajones, en las repisas, en cada lugar
de cada habitación buscando, en su almacén de cosas viejas, en sus cajas de
papeles, en sus armarios de ropas y trapos, pero nada...
Hasta que uno de
los hijos, vio en el piso de una habitación, un madera floja, lo levanto, y
hallo en una envoltura, un pequeño fajo de billetes, pero era solo una pequeña
cantidad.
Los hijos se
apresuraron en celebrar el sepelio, lo más pronto posible. Enterrar a su madre era lo urgente, no por respeto a su difunta madre para cumplir el ritual cristiano, sino por dar pronta terminación al sepelio y que todas las personas abandonasen la gran casa, para que ellos al dejar vacía la casa de los presentes, pudieran emprender la búsqueda en paz lo más
pronto posible. Pero había que mantener las formas, las apariencias en estos casos son importantes con los ramos de rosas, en el cementerio todos dieron sus discursos
apasionantes, maquillando excesivamente las cualidades de Filomena, que ellos sabían que no era verdad, algunos se emocionaron hasta derramar lágrimas, y terminado la
ceremonia, todos se reunieron en la casa, dispuestos a buscar en todo lado, el
dinero.
Picaron paredes,
retiraron lozas, quitaron maderos y tejados, buscaron agujeros ocultos, y por
toda la casa donde sea que podría parecer un escondite secreto, hallaban bolsas
envueltas que en su interior estaban los billetes, sí, todos ellos, se la
pasaron desbaratando casi por completo la casa, y cada uno, en cuadrillas con
sus respectivas familias, fueron recolectando para si el dinero que ellos iban
encontrando, como si una competencia de feroz búsqueda de un tesoro se tratara.
Si, parecían buitres todos ellos desollando sin piedad un cadáver para alimentar su codicia, en poco tiempo la casa quedaría sin un rincón a salvo, sin ninguna pieza en su lugar
Pasaron todos en
brutal competencia, en buscar en cada centímetro de la casa, hasta que ya no
quedo dónde buscar, por dos días fue una búsqueda incansable, y en ultimo día
casi faltando poco para que el amanecer, sacaron cuenta entre todos, cuánto
dinero habían logrado encontrar.
Dijo la hija, que
no era sino una pequeña parte de todo lo que aquel día había ayudado a su madre
a cargar del banco a su casa, pero el resto del dinero ¿Dónde estaba?,
comenzaron a indagar entre ellos, pero era en vano, el sol entonces empezó a alumbrar
la penumbra, y sobre las colinas del campo que alguna vez fue de Filomena, miraron
la salida del sol que con sus rayos comenzaba a brillar el horizonte y todos al
parecer pensaron en lo mismo.
Filomena escondió
el resto del dinero, en diversos escondites en toda la extensión de su chacra y
sus terrenos, debajo de rocas, debajo de árboles, enterrados, y así como
inconmensurable eran las hectáreas de sus tierras, sería buscar pequeñas agujas
en un extenso pajar para lograr reunir todo el dinero que la vieja Filomena
había ocultado.
Todos
comprendieron que dicha tarea sería en vano, Filomena había fraccionado el
dinero en tan pequeñas cantidades que no merecía el trabajo de ir por ellas.
Pasaron los días,
y la leyenda del dinero de filomena atrajo a las personas del pueblo a
incursionar en esas chacras y bosques, pocos eran los que hallaban el dinero,
algunos en buen estado, otros sin poder ser reconocibles por la humedad o por
haber sido deteriorados por insectos.
Eventualmente, al
morir la dueña, el banco se hizo con el control de las tierras, los hijos al no
querer asumir la deuda, abandonaron cada quien al pequeño pueblo, y la tumba de
filomena, quedó en un lugar del cementerio, sin nadie que lo cuidara, la única
cruz que fue colocada, poco a poco se fue deteriorando hasta que ahora, es casi
imposible hallar su tumba, puesto que la Cruz de madera original, nuca fue cambiada
por una nueva, una vez, la humedad lo pudrió.
El banco al final, sin poder cobrar la deuda de la hipoteca, remató los terrenos y fue adquirida por diversas personas, quienes dicen que iban
encontrando de vez en cuando, bolsas con pequeñas cantidades de dinero, pero
sin ser lo suficientemente mucho para que cambie la fortuna de quien lo
encuentrara.
Muchos niños y
jóvenes, a veces emprenden a modo de juego, ir a buscar, levantando rocas, en
puntos aleatorios, o a los pies de algunos árboles, en busca del tesoro que
dejó Filomena.
Al parecer tú,
joven amigo, diste con una parte de aquel dinero, por lo tanto, según sus
últimas palabras, si lo encontraste es tuyo, Se podría decir que tienes algo que le perteneció a Filomena. Ella murió en paz, dejó a la
justicia y no a sus potenciales herederos el fruto de su vida.
Terminé varias
cervezas, y terminé pagando, le agradecí al cantinero por tan emotiva historia.
Pronto me
llamaron diciendo que ya la camioneta estaba reparada, que me fuera hacia el
taller para continuar el viaje a nuestro destino, y al llegar estaban todos
dentro, solo faltaba yo, pronto se dieron cuenta que estaba ebrio, pero
no importaba, al parecer no era el único del grupo, y mientras salíamos de la
ciudad, pude ver el cementerio a las afueras, y me
puse a pensar en lo efímero de la vida, no importa cuánto logremos, cuántas
risas nos de la vida, la última carcajada será para la muerte, si todos los que
yacen muertos en ese cementerio pudieran decirme algo, ¿qué me dirían?, tal vez
que el momento de vivir la vida es ahora y no esperar a que pase algo
extraordinario para empezar a sentirse vivo, no lo sé, pero anuncié al grupo
que viajaba conmigo que les tenía una buena historia que contarles.