jueves, 18 de junio de 2020

TIPOS DE AMOR

Existen dos tipos de amor:
El amor de la persona admirada y el amor de la persona ordinaria.
La persona admirada acepta el amor como un tributo y confiere su amor como un honor, ya que viniendo de él, debe tener un inmenso valor.
Y las persona ordinaria no recibe ese regalo espléndidamente como alguien sin necesidad, pero lo toma como un mendigo.
Por supuesto la persona admirada bien podría aceptar otros amores como corresponde, y porqué no, si el admirador es atractivo, sería un amor diferente al que ya tiene.

miércoles, 17 de junio de 2020

ENEMIGO


Es mucho más fácil perdonar a un enemigo que un amigo, esto se debe a que posiblemente, el peor pecado que uno puede cometer en esta vida frente a otra persona, es la traición.

Podemos perdonar a un enemigo, ya que siempre fue sincero en sus intenciones, y sus actos fueron consecuentes con sus intenciones hacia nosotros, nunca ocultaron su odio hacia nuestra persona.

Sin embargo, la ofensa de alguien que fue considerado amigo, resulta imperdonable porque aprovechándose de nuestra confianza, atacó. Mientras decía cosas positivas nuestras, en secreto confabula contra nosotros. Nos hizo creer que se preocupaba por nuestro bienestar, mientras deseaba nuestro mal. A diferencia de nuestro enemigo, nunca fue sincero, nunca le vimos la cara verdadera y mentía.

Un enemigo puede llegar a admirarse y hasta respetarse, y sin embargo un amigo traidor siempre causa repugnancia, repugnancia y desprecio. A lo largo de la historia, siempre hubo enemigos, que a pasar de sus diferencias, supieron sentir admiración mutua.

· Saladino y Ricardo Corazón de León
· Montgomery y Rommel
· Hitler y Stalin
· Aníbal y Escipión
· Goku y Vegeta

De esto deduzco lo que siempre me dijeron, que la verdadera ofensa reside en mentir.

Tal vez debo ser sincero desde siempre, no tratar de parecer alguien bueno solo por querer agradar a alguien, desde el mismo inicio, tal vez honesto con mis intenciones por más malo que estas pueden hacer pasar.

jueves, 4 de junio de 2020

VOLGUE


Recorría la carretera Fernando Belaúnde Terry, hasta que cerca de Pomacochas, la camioneta se malogró, era felizmente cerca a las ocho de la mañana, teníamos el día por delante para reparar lo que fuera que tuviera el carro, yo por mientras, solo debía esperar hasta que en algún taller lo repararan, el chófer nos dijo que mientras él se quedaba con los del taller cuidando que los mecánicos hagan su trabajo sin sabotear maliciosamente la máquina, cada uno de nosotros podría aprovechar para recorrer y conocer por nuestra cuenta un poco más aquella pequeña ciudad.
Así lo hicimos, yo por mi parte, me fijé que entrando a esa pequeña ciudad, la camioneta había cruzado un pequeño badén, sobre una pequeña quebrada de cristalina agua, y río arriba, vi un denso bosque, muy espeso que me llamó la atención, pregunté si alguno quería acompañarme a recorrer conmigo ese lugar, pero nadie se animó, preferían ir a buscar un bar o tomarse fotos en algún lugar con un poco más influencia de civilización.
Yo, pues, en solitario me encaminé, y al llegar al badén, vi que no había cerca que me impidiera seguir rio arriba, comencé entonces a caminar por la orilla en dirección a esos bosques que vi al entrar.
He leído que los dendrofilicos sienten atracción sexual hacia los árboles, diría que exceptuando lo sexual, los bosques me fascinan de sobremanera.
Avanzando un kilómetro iba adentrándome en ese denso bosque que circundaba a la quebrada, sentí un espíritu místico que me invadía, el aire se sentía más fresco, a pesar que caminaba solo, sentía vivo al bosque, y éste parecía acogerme, y mientras seguía caminando bajo la copa de los árboles de aroma mezclado de neblina y aceites naturales, encontré un bello lugar, una pequeña  formación rocosa, cubierta de denso musgo verde, y una pequeña cueva del tamaño de una ventana, cuyo interior estaba en total obscuridad, un pequeño abismo en la pared de esas rocas, sellada en su entrada con telarañas y llena de diversos insectos en su interior que siempre prefieren los lugares húmedos y oscuros.
Mi curiosidad por esa pequeña cueva de casi un metro cuadrado, hizo que con mi linterna alumbrará hacia su interior, y vi, al fondo, una bolsa verde que brillaba cuando lo alumbraba, de colores fosforescente, envuelta algo muy elaboradamente, supe que aquello no estaba ahí de forma natural, tal vez alguien escondió algo en ese lugar, así que con una vara, librando el camino entre ese algo y las telarañas, extendí mi mano hacia esa bolsa, y lo tomé para ver de qué se trataba.
Al verlo, y sentirlo al tacto supe que dentro había papeles enrollados, tal vez cartas, no imaginaba qué podría ser.
Lo abrí, dentro de aquella bolsa amarrada con cintas y soga, había otra bolsa, esta si hermética, y al abrir esta segunda envoltura, descubrí que en su interior el tesoro que resguardaba, billetes enrollados de diferentes denominaciones.
Eran de moneda nacional, pero extrañamente, era de denominación antigua, sí tenían validez aún, aunque el diseño que tenían esos billetes, no eran como los de ahora, ya no circulaban, y los conté, era cerca de 300 soles, en billetes de 10, 20, y 50 soles. Era la primera versión de esos billetes, al ver la fecha de impresión de los mismos, ninguno pasaba del año 2000. Alguien los había guardado ahí, y por alguna razón los dejo olvidado, o eso creía yo, pero si es un hecho, que fue hace mucho tiempo, muchos años, ¿quién podría esconder dinero y no regresar por él?, pero me sentí afortunado, me sentí como haber encontrado un tesoro, sin mapa, y sin proponérmelo.
Con esa alegría ganada, me senté ahí, y fume mi cigarrillo en la soledad y tranquilidad que solo un bosque de altura y el sonido de una quebrada podría ofrecerme, un pequeño premio inesperado que podría ayudarme en gastar en algún pequeño capricho que yo creyera merecerme.
   Pude percibir entonces, una extraña sensación, aquella que experimentamos cuando nos sentimos observados, al mirar alrededor mío, constaté nuevamente que me encontraba solo, sin nadie alrededor mío, comencé a buscar más agujeros ocultos entre las rocas, para ver si hallaba más dinero, pero de pronto, noté de reojo, entre la espesura del bosque, el perfil de una persona que parecía estar en la sombra de un árbol.
    Al voltear la mirada, vi que se trataba de una mujer, una anciana de frente y rostro arrugado, cabello blanquecino como los nevados, llevaba un vestido gris, y se sostenía con la mano izquierda a un árbol donde se estaba apoyando, tenía una mirada furiosa, casi inquisidora, por un momento se me cruzó por la mente que tal vez era la dueña del lugar donde había entrado sin pedir permiso a nadie.

     -  Disculpe señora, buenos días, ¿Esta es su propiedad? Perdone mi presencia, solo daba un paseo mientras reparaban nuestra camioneta, no estoy haciendo nada malo. Si le causo molestia alguna, me retiraré.

Pero aquella anciana, no me respondía, fija seguía su miraba sobre mí, seguía observándome, hubiera querido muy en el fondo de mí, que me dijera algo, o tal vez que hiciera algún tipo de movimiento, pero estaba allí, con una mirada inexpresiva, solo sus cabellos blancos bailaban con el viento, cubriendo y descubriendo parcialmente su rostro. Era extraño, pero en esa situación el silencio era incómodo.
        

- Señora, ¿se encuentra bien?, pues bueno, me iré si así lo desea.
     Entonces levemente le vi esbozar una sonrisa a aquella anciana, fue muy turbia la sensación de verla sonreír, entonces escuché un crujir de una pisada sobre una rama seca a mi espalda, asustado volteé en estado de alerta, pero no había nadie, voltee entonces para seguir hablando con aquella anciana, pero ya no estaba. Solo escuché un suave susurro cerca de mi oído, que en calma agonía me dijo: ”Si lo encontraste, es tuyo”
    Voltee a mirar a mis espaldas, y no había nadie, con una extraña sensación de desconcierto, recogí mis cosas, me di cuenta que estaba temblando y mi corazón latía con velocidad, asustado decidí abandonar la búsqueda de más posibles escondites de dinero, y emprendí mi regreso a la ciudad, durante todo el camino, me sentía observado, sentía sobre mi una mirada que no podía explicar, era como si durante mi camino de regreso no lo estuviera haciendo solo, y me sentía como presa huyendo de un invisible defensor, o tal vez protector del bosque.
    Aun así, intrigado por el suceso, seguí caminando, tratando de dar una explicación racional a lo que había acontecido, ¿un juego de mi mente? Tal vez mucha yerba recreativa fumada me había alterado  un poco mi noción de la realidad. ¿Pareidolia?
Y así de tanto caminar llegué un poco cansado con mi nueva ganancia de vuelta a la ciudad diviso un pequeño bar, decido entrar, “me merezco un trago” pensé para mí, al menos ya veo personas que no desaparecen de la nada y que me hablan y al entrar pedí una cerveza, y al cantinero, le extiendo uno de los billetes viejos y antiguos que acababa de encontrar, sin decirle nada.
El cantinero, al ver el billete, me miró, y me dijo.
- ¿Acabas de encontrar este dinero? Estos billetes son antiguos, no me extrañaría.
Por un momento me incomodé, no le había dicho a nadie que había encontrado dinero, sin embargo aquel desconocido cantinero ya lo suponía, ¿alguien me pudo haber visto? además, si decía que lo encontré, tal vez me diría que era suyo, puesto que sabía de su existencia, y me pediría que se lo devolviera, sin embargo, al estar tanto tiempo, en ese refugio, diría años, por la capa de moho que tenía alrededor la bolsa, y la antigüedad de los billetes, diría, si aquel sabía dónde estaba todo el tiempo, ¿por qué no lo fue a buscar antes?
No obstante frente a todo decidí no mentir.
- Si - le dije - lo encontré bajo una piedra por el rio.
- Sí, no me sorprende - me respondió - debe ser el dinero de la vieja Filomena.
No entendí lo que me dijo, ¿acaso había descubierto el escondite de alguna persona?, Y quién era Filomena, ¿Tenía que ver con esa anciana que vi en el bosque? ¿cómo sabía él a quien exactamente pertenecía?
El cantinero al verme preocupado, me calmo diciéndome.
-      Tranquilo, si me haces consumo de algo más, te contaré una historia, una leyenda del pueblo que explica tu hallazgo.
Ya de por si me resultaba extraño encontrar dinero en extrañas circunstancias, no le comenté lo ocurrido de aquella misteriosa anciana, así deseaba escuchar esa historia, así que dije.
- Cantinero, dos más entonces y unos cigarrillos.
 El cantinero puso las botellas en la mesa, y me acerco un cigarrillo, me lo prendió, y me contó la siguiente historia:
Soy viejo, tú lo ves, y tengo este bar en este pueblo ya poco concurrido, pocas son las veces en que uno que otro forastero se detiene en este pueblo para beber, la mayoría simplemente pasa de largo no viendo más unas cuantas manzanas a ambos lados de la carretera, y aunque viajó poco, son muchas las personas que a lo largo del tiempo eh conocido, y a través sus historias, yo he vivido, entendiendo  conociendo la vida de muchos, he descubierto que el tamaño del mundo, puede ser del tamaño de un pueblo pequeño como este, los mismos males que padecen las personas en un determinado lugar, lo padecen en cualquiera más lejano, siento que cada ebrio que se desahoga en esta cantina con sus ajetreos vivenciales, me transmite parte de su sabiduría.
La mayoría comparte como yo, un miedo al paso del tiempo, un miedo a la muerte, pero más que el miedo a la muerte, la mayoría tiene un temor de morir en soledad, lejos de sus seres amados, su seres queridos, la mayoría que he recibido en esta taberna, son personas de distinta índole, profesiones o estratos sociales, pero la mayoría, exceptuando de los que vienen a llorar problemas amorosos, son padres, tienen en algún lugar uno que otro hijo, algunos por sus errores, no los ven hace mucho, otros impulsados por el amor que les tienen a sus hijos, les adelantaron herencia, cediéndoles la mayoría de lo que ellos lograron toda su vida, traspasándoles bienes, casas, terrenos, para que sus retoños ya adultos no iniciarán recorriendo sus vivas desde cero, y así, cediéndoles de antemano su herencia, ellos, sus hijos, se hicieron con ellos los desentendidos, abandonándolos, y tendiendo con ellos solo esporádicos y protocolares saludos de vez en cuando, pues cuando los hijos ya tienen todo lo material que sus padres pudieron darles, los descartan de sus vidas pues ya no les ven alguna utilidad, el amor hacia el padre o la madre, ahora es requerido por su familia, hijos que son los más importantes para ellos, o alguna pareja manipuladora que no desea que se comparta su cariño con otro ser humano, y así, aquellas personas, otrora amados y venerados pos sus hijos de pequeños, pasan ahora tristes días que quedan esperando a la muerte a la soledad, la triste soledad, y en sus momentos de agonía, no reciben el cuidado que merecen recibir por aquellas personas por las que dieron todo en su vida, tanto material como emocionalmente, mueren entonces tristes y abandonados y al momento en que llega su momento de expirar, no tienen a su lado a nadie a quien decirle sus últimas palabras, postrados sin siquiera alguien que les convoque a un sacerdote para pedir perdón por todos los pecados que pudieron en esta trágica vida cometer, mueren así, aislados, angustiados, olvidados, abandonados y solitarios van a la muerte con gran tristeza, no pudiendo decirle adiós a los hijos y seres que más amaron y por quienes más se sacrificaron.
Cuando los hijos ya tienen todo de sus padres, su herencia y sus bienes, ya no esperan de ellos más que su muerte, se convierten en un estorbo, y solo muestran su dolor como un montaje de teatro, ante el público que asiste al sepelio final, y dan los discursos más apasionantes sobre lo bueno que fueron sus padres, con prominentes arreglos florales que en vida hubiera deseado recibir el difunto.
Pero sin embargo, la vieja Filomena, tuvo la dicha de morir rodeada de sus hijos con todas las atenciones que alguien agonizante requiere, dijo sus últimas palabras, siempre tuvo a su lado a cualquier hora del día alguien que le diera de beber un vaso de agua en un momento de sed, tuvo la oportunidad de ser ungida con la extremaunción y murió en paz rodeada de todos los hijos, y familiares a quienes más amó en el mundo y a quienes a pesar de su manera extraña de amar, amó.
La vieja Filomena llegó a este pueblo, casada con un militar que participó en combate en una guerra por el país, y con la pensión de aquel, se compraron un terreno en este pueblo, en ese entonces pequeño y casi deshabitado. La historia más detallada de ellos, es desconocida, puesto que el militar se volvió alcohólico producto imagino del estrés post traumático de ver morir a sus amigos y compañeros en el campo de batalla, y su carácter duro, influyó mucho en su joven esposa, que sometida ante tal personaje se volvió muy recatada en todo, así, tuvieron el matrimonio 6 hijos, pero antes que el hijo mayor cumpliera 20 años, el cuerpo del esposo de Filomena, extrañamente fue hallado a orillas del lago, ahogado luego de aparentemente haberse embriagado.
Filomena entonces crío sola a sus hijos, y comenzó a dedicarse ella sola a trabajar la tierra y cuidar el ganado que ahora solo a ella pertenecía.
A sus hijos les enseño el valor del trabajo desde muy jóvenes, era una mujer pragmática, siempre silenciosa y poco a mostrar sus sentimientos, decidió que solo daría educación a sus hijos, y luego ellos verían que hacer con su vida, no les dio a sus hijos, ningún lujo, y siendo adultos, les incentivo a ir a buscarse la vida lejos de ella, que ella, pese a ser una buena administradora de su pequeña hacienda, de lograr aumentar su ganado, y sus productos agrícolas, no les dio más a sus hijos que el que la sociedad pudiera regalarles.
Aún así, sus hijos, todos, supieron buscarse la vida, y si lograron algo o mucho, fue a expensas del apoyo de su estricta y distante madre, aquella mujer que se fue ganando en el pueblo fama de tacaña y egoísta, la de nunca sonreír ni dar palabra de agradecimiento a nadie que le hiciera un favor, pues ella no acostumbró nunca a qué se los hicieran, pues recompensaba muy bien cualquier servicio que le sea hecho.
Sus hijos, los 6, pronto, gracias a que aprendieron lo duro de la vida por su propia madre, lograron por sí solos, cada uno de ellos, seguir sus destino y hacer su familia, entre ellos lograron ser médicos, abogados, ingenieros, comerciantes, transportistas y enfermera, cada uno trabajando, sea para su madre o para otras personas, estudiaron o juntaron capital para emprender, ninguno recibió apoyo de Filomena más que el de su crianza, y su autodependencia, sí era fría emocionalmente, lo era más en tacañería, y todas las ganancias de sus chacras y ganado, o sus productos, lo reinvertía en comprar más terrenos, o hacer mejora en sus casa, una mujer muy fuerte y con espíritu de empresaria, aun así, ella tenía por enemigos a los bancos, jamás acudió a ellos más que las veces necesarias, los veía como viles mercenarios financieros y usureros, en lo posible evitó siempre tratarlos, aunque a regañadientes, abrió una cuenta bancaria para poder guardar su dinero, pues aun creía que era mejor tener el dinero bajo el colchón. Aun así, solía decir a las pocas personas que le conocían, que ella jamás pediría prestado dinero a los bancos, consideraba que era un robo y temía, que en audaz jugada legal de ellos, podía perderlo todo cuando el banco hiciera efectivo un embargo.

Así, Filomena seguía su vida de ermitaña en su fundo, sus tierras y ganado le permitían llevar una vida cómoda, y en su soledad no dejaba que nadie llegará a llenar el vacío emocional que pudo sentir al perder a su esposo, tal vez le llegó a amar tanto y le hizo en secreto una promesa de no volver a amar a otro hombre, o tal vez amar a ese exmilitar agobiado por la dureza de la guerra en que peleó. la llevo al borde de la sumisión más humillante, la volvió temerosa de entregarse a los brazos de otro hombre que la haga vivir a sus expensas, tanto que no querería estar jamás por debajo de nadie, convenciéndose que ella sola es capas de todo, sin necesitar a un hombre a su lado, pero esas son cuestiones que uno solamente puede conjeturar sobre su manera de pensar.
Lo cierto es que si bien en el pueblo muchos intentaron recorrer ese camino espinoso de cortejarla, motivados por la ambición de heredar todos sus bienes a su muerte, nadie lo puedo lograr, siempre fue la mujer distante y hermética que iba abarcando para si más y más tierras extensas de todo el lugar, gracias a que no tenía que lidiar con problemas emocionales y familiares, desvío toda su actividad mental hacia la administración de sus tierras y su ganado, que viento en popa sabía cómo salir adelante en todas las crisis que azotaron el lugar a lo largo del tiempo.
Si algún lugareño tenía problemas financieros y deseaba vender su parcela de tierra, sabía siempre a quién acudir para que sea comprado a la brevedad de la emergencia requerida, Filomena parecía siempre estar dispuesta a aumentar la extensión de sus tierras. Era tan amplio, que abarcaba colinas, montañas, acequias, quebradas, bosques.
Pero los años iban pasando, e iba acercándose Filomena a al cénit de su vida, sus cabellos ya todos blancos, su cuerpo ya soportando el peso de su edad, y su carácter férreo tan intacto como siempre, no mostraba signo de ablandamiento, pero si bien su espíritu parecía inmutable, los años encima ya iban anunciándole que se iba acercando cada vez más a esa buena noche donde la vejez arde y hace delirar al día.
Resultó que cierto día, en un hecho fuera de lo que podría llamarse normal para una mujer como Filomena, empezó a ir con más frecuencia al banco de la ciudad; y en una ciudad tan pequeña, comenzó a correr pronto el rumor de que Filomena tenía pensado hipotecar todas sus propiedades, nadie lo creía veraz entonces, pero un día, hizo llamar a la única hija que aún vivía en el pueblo, que ejercía de profesión enfermera, para pedirle ayuda, cosa extraña, pues ella jamás era de pedir ayuda. Le dijo pues su ya anciana madre, que le acompañará al banco.
La hija, extrañada por esa aún más extraña petición, la acompañó.
Juntos entraron al banco, y la señora Filomena se entrevistó con un funcionario dedicado a los préstamos e hipotecas, le dijo que había terminado todos los trámites para hipotecar sus propiedades, y que el banco había aceptado, y pues desde ese momento hipotecaría sus bienes, su casa, sus terrenos y todo lo que ella había llegado a poseer en su larga vida. Su hija, desconcertada, de testigo ahí, no entendía nada de lo que escuchaba, en reiteradas veces preguntaba a su madre. ¿Estás segura?, y filomena repetía sin cesar que sí, que si lo estaba; su hija le hacía recordar que era de un banco de quien hablaba, a quien ella más odiaba, que un préstamo no era necesario, Filomena decía. “Sé lo que hago”
El funcionario le pidió los papeles de sus propiedades, y que tras una tasación de los peritos le dieron el monto máximo por el que ella hipotecaría sus vastas propiedades, Filomena estuvo de acuerdo, e hizo una petición insólita, pidió que se le fuese entregado el dinero en efectivo esa misma tarde, para sorpresa del funcionario del banco y la propia hija que estaba junto a ella.
Así fue hecho, y salió Filomena junto a su hija, cargando bolsas de mucho dinero, todo en efectivo, y así, juntas, salieron del banco.
La hija de Filomena, iba preguntándole:
- Madre, que harás con todo este dinero
Pero Filomena, fiel a su manera de no rendirle cuentas a nadie, solo decía que era para algo que ella tenía pendiente hacer.
Y llegando a la puerta de la casa de Filomena, recibió las bolsas que su hija le había ayudado a llevar, y tras agradecerle por ese favor, le despidió y cerró la puerta, diciéndole que eso era todo y que ya se podría ir.
La hija, sin saber nada, pensó que su madre podría haberse vuelto loca, o que tal vez querría emprender algún negocio a gran escala para requerir tanto dinero, hipotecando al banco, aquella entidad que durante toda su vida tanto odiaba y desconfiaba, pero hipotecarlo todo, cosa extraña, si su madre estaba ya anciana, no viviría para pagar el dinero al banco, por tanto en teoría, el banco era el dueño de todo ahora mientras la hipoteca existiera, por lo tanto también era imposible que su madre pudiera dejar en herencia las tierras y la casa. Ahora es del banco…

-      Sin duda, la vieja perdió la razón - Pensó
Pero una idea se le cruzó en la mente de la hija, tal vez la explicación más razonable. La vieja estaba a punto de morir, y quería dejarles ese dinero en herencia a todos sus hijos. Sí, era razonable, puesto que no podría repartir las propiedades a sus hijos, pero el dinero sería más fácil sería repartir.
La noticia de que la vieja Filomena había retirado tanto dinero del banco, sumado a su ya deteriorado estado de salud, hizo levantar sospechas, el rumor de que había hipotecado sus bienes a cambio de una cuantiosa suma de dinero, hizo eco en el pueblo, y las amistades de las amistades de sus hijos que se hallan repartidos por diferentes lugares del país, hicieron llegar a ellos esos rumores, quienes se pusieron en contacto con aquella hermana que quedaba en la ciudad, y les confirmo de primera mano y con más detalles lo que Filomena había hecho.
 Les contó la hija sobre el raro actuar de su madre en el banco, embargando todas sus propiedades en una hipoteca que evidentemente por su avanzada edad, no podría cancelar en vida, y llegaron también a la conclusión que puesto que no podría repartir de herencia los terrenos y la casa, Entonces ¡¡¡EL DINERO!!!, Si, eso era lo que ella repartiría a sus hijos, claro, que aún es una probabilidad no tan certera, considerando lo hermética e impredecible que había llegado a ser su madre, pero entonces, como era previsible, la salud de Filomena empezó a deteriorarse a los pocos meses de haber hipotecado sus bienes, y la noticia llegó a los hijos, quienes prestos todos, viniendo del lugar donde estaban, trayendo consigo todos ellos sus cónyugues e hijos, muchos de ellos sin haber conocido previamente a la suegra o a la abuela, se prestaron a aparecer, no solamente ellos, sino hermanos y primos de Filomena, quienes tampoco había visto nadie antes en la pequeña ciudad, venidos de tan lejos, hicieron su Aparición a la casa de la enferma, tratando de mostrar aunque en esos últimos momentos, una genuina preocupación por ella.
Los hijos llegaron, y con gran alegría a Filomena les presentaron a sus respectivas familias, y Filomena en una rara nuestra de ternura, pudo sonreír al mirar a sus nietos que por primera vez conocía, nunca le habían ido a visitar en alguna navidad o algún cumpleaños, sus nueras y yernos de igual manera, haciéndole reverencias a la moribunda, diciéndoles cosas tiernas y bellas, tratando de congeniar con ella y parecer y mostrarles su más grande estima, también los primos que de muchos años se le aparecieron al lecho de Filomena, le trataron con ternura y calidez, intentando recordarle anécdotas de tiempos lejanos, y remembrándole nombres que Filomena no recordaba.
Filomena estaba postrada en cama, cada día con menos salud, entre todos los presentes se turnaban para atender a la anciana. Si tenía sed, le acercaban un vaso de agua, si tenía hambre, le cocinaban lo que ella pidiere, si tenía frío o calor, si se le antojaba algún postre, o si necesitaba algún medicamento para calmar alguna dolencia, ahí estaban a la mano cualquiera de sus familiares, y todos ellos se le mostraban amables con la vieja, que aunque risueña como nunca en su vida, iba cada día empeorando en su salud, poco a poco, eran menos las horas en que podía estar despierta, y en las madrugadas eran más las quejas de sus dolencias, sus fiebres empezaron a empeorar, y mientras le quedaba la lucidez, tal vez ya viendo lo cerca que estaba de ir con Dios, pidió que le trajeran a un sacerdote.
Uno de entre la delegación familiar que estaba presente con ella ese día, fue de inmediato en busca del capellán, quien horas después llegó.
El sacerdote se abrió paso entre la cantidad de personas presentes en la casa, niños y adultos que estaban a la expectación en la sala de la casa de la vieja, y con esa sotana blanca y morada, hizo entrada espectacular que llenó de aire místico el entorno, entro a la habitación de Filomena, estando ahí, pidió a los presentes que solamente quedaron ellos dos.
Los de afuera, oídos curiosos solo pudieron escuchar dentro susurros las fuertes palabras iniciales del sacerdote.
- Hermana filomena, confiesa a Dios tus pecados, ¿te arrepientes y recibes a Dios en tu corazón?
Y a Filomena solo le escuchaban decir con sus débiles fuerzas: Amén.
En eso, los hijos hicieron una junta entre ellos en un ambiente de la casa, y comenzaron a hablar:
- Y bien pues, nuestra madre ya está agonizando, y hasta el momento no dice nada sobre dejar una herencia, quien de nosotros irá a preguntarle qué es lo que nos dejarán de herencia, el dinero que retiro del banco, debe tenerlo guardado aún, en pocos meses no se le ha visto que haya viajado a algún lado, tampoco ha hecho compras de terrenos, ni mejoras grandes en esta casa, al parecer el dinero que retiró en el banco no lo gastó, al menos no en su totalidad, por lo que es lógico que lo tiene aún guardado en algún lado, y espera repartirlo entre nosotros, pero ¿cuándo llegará el momento, tantos días aquí estuvimos y ni siquiera hizo mención de ello. ¿Quién de nosotros le preguntará?.
En esos tiempos en el pueblo se rumoreaba, que el verdadero interés de todas aquellas personas, a las cuales nadie recordaba que hayan visitado con anterioridad a excepción de sus propios hijos, era el destino de cuantiosa herencia que la vieja filomena dejaría al dar su último respiro.
Si me permites opinar respecto a ello - Me dijo el cantinero- todos ellos esperaban llevarse algo de su muerte, la herencia, que no era poca cosa. Diría que no amaron tanto a su madre como para tomarse la molestia de querer quedar bien con ella en sus últimas horas. De no haber sido por ese factor, Filomena habría muerto abandonada y olvidada por sus hijos, puesto que ya que ellos tenían lo que querían se desentenderían de ella. Tal vez Filomena lo sabía.
Visto pues, llegando a un acuerdo, se quedó que la hija que la había acompañado al banco, sería la que le preguntaría, es obvio que resultaría cínico tocar el tema en momento delicado, pero eran conscientes todos que el tiempo ya se le acababa a la vieja, no había tiempo para precauciones.
- Querida madre, creo que es momento que visto que te vas de este mundo, toquemos el asunto de qué es lo que pasaran con todo los bienes, sé que la casa y tus tierras están hipotecadas, por lo tanto no podremos disponer de ellas, diría que a fin de cuentas el banco hará por efectivo el embargo, pero el dinero que retiraste aquel día, ¿Es eso lo que nos corresponde a nosotros tus hijos?
Pero Filomena no contestaba, solo tenía silencio, una lágrima por primera vez vieron salir de sus ojos tal vez por la decepción de que no estaban a su lado en sus últimas horas por amor a ella; tal vez porque ya veía a la muerte tomando posición en su cama para liberar a su alma de esa prisión de carne y hueso donde estuvo atapada toda su vida; quizás por qué pudo ver en esos últimos momentos la verdad que siempre sospechaba, estaban ahí los buitres esperando que diera su último suspiro para saciarse de lo quedaba de ella, pero ella había preparado su jugada final.
Pasaron pocos días, la salud de filomena iba empeorando, sus desmayos eran más frecuentes, y ya las preguntas y las formas eran lo de menos.
- Mamá, ¿dónde está el dinero?, ¿que hiciste con ese dinero?, ¿dónde está?, ¡¡¡DÍNOSLO!!!.
Los cónyugues de los hijos, iban presionado, querían saber si les tocaría algo, no en vano habían emprendido ese viaje a ese lugar tan olvidado para no llevarse algo por esas molestias.
Y era un jueves en la tarde, Filomena ya parecía estar desvariando, y sentía que su alma ya pronto abandonaría su cuerpo, y sus hijos, alrededor suyo, repitiendo entre lágrimas, quien sabe de tristeza o desesperación.
- ¡Mamá el dinero, el dinero dónde pusiste la plata!
Y con su último aliento, Filomena solo atinó a decir.
 EL DINERO, ES PARA QUIEN LO ENCUENTRE
 Y murió.
Los presentes quedaron atónitos, eso significaba que el dinero estaba en la casa, escondido en algún lugar, y que de encontrarlo les pertenecía.
Tan pronto de escuchar esas palabras, todos abandonaron el cuerpo al funerario, fueron todos a buscar en toda la casa, en los cajones, en las repisas, en cada lugar de cada habitación buscando, en su almacén de cosas viejas, en sus cajas de papeles, en sus armarios de ropas y trapos, pero nada...
Hasta que uno de los hijos, vio en el piso de una habitación, un madera floja, lo levanto, y hallo en una envoltura, un pequeño fajo de billetes, pero era solo una pequeña cantidad.
Los hijos se apresuraron en celebrar el sepelio, lo más pronto posible. Enterrar a su madre era lo urgente, no por respeto a su difunta madre para cumplir el ritual cristiano, sino por dar pronta terminación al sepelio y que todas las personas abandonasen la gran casa, para que ellos al dejar vacía la casa de los presentes, pudieran emprender la búsqueda en paz lo más pronto posible. Pero había que mantener las formas, las apariencias en estos casos son importantes con los ramos de rosas, en el cementerio todos dieron sus discursos apasionantes, maquillando excesivamente las cualidades de Filomena, que ellos sabían que no era verdad, algunos se emocionaron hasta derramar lágrimas, y terminado la ceremonia, todos se reunieron en la casa, dispuestos a buscar en todo lado, el dinero.
Picaron paredes, retiraron lozas, quitaron maderos y tejados, buscaron agujeros ocultos, y por toda la casa donde sea que podría parecer un escondite secreto, hallaban bolsas envueltas que en su interior estaban los billetes, sí, todos ellos, se la pasaron desbaratando casi por completo la casa, y cada uno, en cuadrillas con sus respectivas familias, fueron recolectando para si el dinero que ellos iban encontrando, como si una competencia de feroz búsqueda de un tesoro se tratara.
Si, parecían buitres todos ellos desollando sin piedad un cadáver para alimentar su codicia, en poco tiempo la casa quedaría sin un rincón a salvo, sin ninguna pieza en su lugar
Pasaron todos en brutal competencia, en buscar en cada centímetro de la casa, hasta que ya no quedo dónde buscar, por dos días fue una búsqueda incansable, y en ultimo día casi faltando poco para que el amanecer, sacaron cuenta entre todos, cuánto dinero habían logrado encontrar.
Dijo la hija, que no era sino una pequeña parte de todo lo que aquel día había ayudado a su madre a cargar del banco a su casa, pero el resto del dinero ¿Dónde estaba?, comenzaron a indagar entre ellos, pero era en vano, el sol entonces empezó a alumbrar la penumbra, y sobre las colinas del campo que alguna vez fue de Filomena, miraron la salida del sol que con sus rayos comenzaba a brillar el horizonte y todos al parecer pensaron en lo mismo.
Filomena escondió el resto del dinero, en diversos escondites en toda la extensión de su chacra y sus terrenos, debajo de rocas, debajo de árboles, enterrados, y así como inconmensurable eran las hectáreas de sus tierras, sería buscar pequeñas agujas en un extenso pajar para lograr reunir todo el dinero que la vieja Filomena había ocultado.
Todos comprendieron que dicha tarea sería en vano, Filomena había fraccionado el dinero en tan pequeñas cantidades que no merecía el trabajo de ir por ellas.
Pasaron los días, y la leyenda del dinero de filomena atrajo a las personas del pueblo a incursionar en esas chacras y bosques, pocos eran los que hallaban el dinero, algunos en buen estado, otros sin poder ser reconocibles por la humedad o por haber sido deteriorados por insectos.
Eventualmente, al morir la dueña, el banco se hizo con el control de las tierras, los hijos al no querer asumir la deuda, abandonaron cada quien al pequeño pueblo, y la tumba de filomena, quedó en un lugar del cementerio, sin nadie que lo cuidara, la única cruz que fue colocada, poco a poco se fue deteriorando hasta que ahora, es casi imposible hallar su tumba, puesto que la Cruz de madera original, nuca fue cambiada por una nueva, una vez, la humedad lo pudrió.
El banco al final, sin poder cobrar la deuda de la hipoteca, remató los terrenos y fue adquirida por diversas personas, quienes dicen que iban encontrando de vez en cuando, bolsas con pequeñas cantidades de dinero, pero sin ser lo suficientemente mucho para que cambie la fortuna de quien lo encuentrara.
Muchos niños y jóvenes, a veces emprenden a modo de juego, ir a buscar, levantando rocas, en puntos aleatorios, o a los pies de algunos árboles, en busca del tesoro que dejó Filomena.
Al parecer tú, joven amigo, diste con una parte de aquel dinero, por lo tanto, según sus últimas palabras, si lo encontraste es tuyo, Se podría decir que tienes algo que le perteneció a Filomena. Ella murió en paz, dejó a la justicia y no a sus potenciales herederos el fruto de su vida.
Terminé varias cervezas, y terminé pagando, le agradecí al cantinero por tan emotiva historia.
Pronto me llamaron diciendo que ya la camioneta estaba reparada, que me fuera hacia el taller para continuar el viaje a nuestro destino, y al llegar estaban todos dentro, solo faltaba yo, pronto se dieron cuenta que estaba ebrio, pero no importaba, al parecer no era el único del grupo, y mientras salíamos de la ciudad, pude ver el cementerio a las afueras, y me puse a pensar en lo efímero de la vida, no importa cuánto logremos, cuántas risas nos de la vida, la última carcajada será para la muerte, si todos los que yacen muertos en ese cementerio pudieran decirme algo, ¿qué me dirían?, tal vez que el momento de vivir la vida es ahora y no esperar a que pase algo extraordinario para empezar a sentirse vivo, no lo sé, pero anuncié al grupo que viajaba conmigo que les tenía una buena historia que contarles.