martes, 11 de febrero de 2014

SU AMOR ERA UNA MALA DROGA

Hoy es uno de esos días en los que diría que me hallo muy vacío, que nada me llena, ni la música, ni ver películas, ni siquiera agarrar un buen libro, ni observar un bello atardecer. De hecho hoy me la pase todo el día mirando el amanecer, el atardecer, el anochecer y me di cuenta que me siento tan vacío como ese infinito firmamento a donde proyecto mi mirada, y es entonces cuando recordé, que era cierto lo que una vez mi madre me dijo, de que en esta vida siempre necesitaremos a alguien, que nunca seremos felices con solamente tener cosas materiales ni alcanzando la mayor sabiduría posible para vivir la vida. Nada de eso bastará si estamos solos, porque siempre sentiremos la necesidad de compartirlo con alguien, con esa persona que te complementará, que te equilibrará, que se posará al otro lado de la balanza, y tu vida estará en paz, en armonía, porque yo serviré de soporte para esa persona, y ella a su vez lo será para mí.
Últimamente me siento muy solo, y debido a ello suelo correr hacia lo inesperado, hacia lo desconocido solo para intentar huir de mi soledad, solo para tratar escapar del entorno que me recuerda que dentro muy dentro de mí me encuentro tan vacío, tan falto de afecto, que hasta siento que me asfixio cuando me miro en el espejo.
Cada día es igual para mí, amanezco solo en la misma cama, y cada noche es como la anterior, me acuesto sin nadie quien me desee buenas noches, y tampoco tengo a alguien a quien desearle que tenga dulces sueños…
He buscado donde no debería, siempre he querido encontrar a esa persona en el lugar y de la manera inadecuada. No entiendo cómo se me ocurrió que podría encontrar el amor en sitios donde las personas solo van a buscar satisfacer su promiscuidad.
Cuando escribo, o escucho música, o leo algo, o simplemente viajo, me viene a la mente el hecho de que no hay nadie a quien yo deje atrás, nadie quien me espere en algún lugar, nadie que extrañe mi ausencia, nadie quien me llame por el teléfono para preguntarme cuando regresaré, cómo me va, si me siento a gusto con el cambio, o si me siento feliz.

Miro mi celular y mientras revisaba entre todos mis contactos telefónicos, me percaté de que todos esos nombres en mi teléfono, corresponden a personas a los que en nada les interesa mi vida, por momentos, siento deseos de hablar con alguien, y al no tener a nadie cerca, saco mi teléfono con una esperanza de escuchar a través del fono, una voz amiga a la distancia, y me pongo a  buscar entre mis contactos… solo personas extrañas, personas con un único vínculo laboral, pero a nadie a quien le interese como me siento, ni que sinceramente se preocupe por mí. Son solo extraños de quienes recibo llamadas únicamente si necesitan algo de mí, compañeros de trabajo solamente, a menos que no sea para hablar sobre el trabajo no entiendo para qué molestarles en llamarlos, ni por que se molestarían ellos en escucharme, son ellos mis no amigos. Hay también números de personas a quienes una vez conocí, pero que ya no forman parte de mi vida, y está su número grabado en mi teléfono, únicamente ocupando la memoria de mi móvil, y los mantengo ahí, por si de casualidad, algún día necesite de ellos, y pasa el tiempo, y no los elimino, pero permanecen ahí, como mudos testigos de que hasta las relaciones humanas se enfrían, aunque nunca hubo algo más allá de una fugaz amistad.
Veo alrededor mío, y veo solo personas que viven sus vidas, sin que les preocupe nadie más que ellos y sus familias, ya no veo personas que quieran amigos, que quieran que alguien se integre a sus círculos de confianza para compartir la calidez de su compañía.
Resulta irónico, y a la vez gracioso, que me sienta tan solo en una sociedad rodeada de personas hasta el rebose de la superpoblación, y mi único escape ya está perdiendo su efecto, ya no me está haciendo efecto la droga, ya no me llena ya no me hace feliz.
Tal vez sea momento de volver a probar de la droga del amor, esa que tiene efectos colaterales tan dolorosos como cualquier otra droga en el mundo, si, el amor, aquella droga que nos hace sentir felices, dichosos, plenos, extasiados, pero que su ausencia, nos da los terribles síntomas del síndrome de abstinencia del amor.
Torrentes de lágrimas, corazones rotos, amargura cuando no se es correspondido, nudo en la garganta cuando no sabemos dónde está y se niega a darnos razones; una fuerte punzada en el pecho cuando la vemos desviar la mirada cuando le preguntamos si aún hay algo de amor en ella para mí, un paradoja de pensamientos y dudas cuando la vemos coquetear con alguien más.

Pero la amé, y pareciera que tan solo bastaría los breves momentos en que pruebo de sus labios y su cuerpo para compensar todo el dolor que me causa el lidiar día a día con la incertidumbre de si aún soy el ser amado para ella, o si ella aún al acostarse piensa en mi, o si cada vez que me besa, ella piensa en mí, o si aun cuando no estoy con ella y al mirar el cielo, se imagine que no importando que tan distanciados estemos, miramos siempre el mismo cielo.
O cuando yo la llame, ella sea capaz de dejar de hacer cualquier cosa para tomarse un momento y escapar de la rutina para ir a contestarme y responder a mi saludo de preocupación por ella, cuando lo único que quiero es saber cómo le va el día, y hacerle saber que necesitaba escucharla, de hacerle saber que en su ausencia, solo escuchar su voz es mi dosis para hacer tolerable el día que tengo por delante frente a mí, sin ella a mi lado…
Pero cuando ella no es sincera conmigo, cuando su mirada dice la verdad que sus labios contradicen, es cuando me doy cuenta que algo está muriendo, la droga que ella significaba para mí, ya está perdiendo parte del efecto que me hacía sentir pleno y dichoso, la necesitaba para ser feliz, y lo fui por un momento, pero ahora, ahora ya no, sino lo contrario, todo lo contrario.
Claro, igual que toda droga, llegado a un momento, sucede que la dosis que antaño nos elevaba a mundos de fantasía, y que nos llenaba de la tan buscada felicidad, ya no basta, queremos más o algo renovado.
A veces creía que ella ya no me amaba, que lo que ella sentía por mí era solo la sombra de lo que fue cuando me conoció… y la llegué a amar con odio, porque a pesar de que me hacía sentir tan mal, tan vacío, tan innecesario para ella, tan sobrante para su vida, mas quería estar con ella, más dependiente me hacía de ella, de su amor que aunque muriendo, era suficiente para alimentar la esperanza de que todo podía ser como antes, de que aun nada podía estar perdido para nosotros, de que las cosas tenían una solución para bien.
El amor así como nace, tiene sus altibajos, así tiene sus crisis, pero tenía la fé en que no importando que tan grandes sean los obstáculos podrían ser superadas si ambos poníamos de nuestra parte. Y yo estaba dispuesto a poner de mi parte, decidido a hacer lo que fuera necesario, porque yo la amaba, la amaba tanto que no dejaría que ella se fuera, a pesar que ella mucho dolor me causaba… pero yo no contaba con que ella pensaba diferente, ella quería liquidar lo nuestro, y no tenía el valor de dar el primer paso, tal vez esperaba que fuera yo el que tirara la toalla, tal vez en secreto se había enamorado de alguien más, y sentía tanta lástima por un individuo tan dependiente de ella, que no era capaz de alguna vez mirarme a los ojos y decirme con sus labios lo que en su mirada yo podía ver, y en su mirada veía la ausencia del brillo que había en sus ojos cuando nos conocimos… Ella ya no me amaba.
Pero el día llegó, y no fue precisamente el día en que ella se sinceraría conmigo, sino que llegó el momento en que debía irme, regresar a casa, mi trabajo en esa ciudad había culminado. Y ella, al saberlo, no se inmutó siquiera en esforzarse en darme una despedida.
Aún recuerdo amargamente cómo fue que ella se despidió de mí. Aún no puedo evitar recordarlo sin incomodarme cómo fue.

-Sabes, mañana deberé partir- Le dije fijándome muy bien en su reacción.
-¿En serio?- fue su respuesta, sin mirarme y continuando haciendo lo que hacía, como si lo que le decía fuera algo sin ninguna importancia-¿Y a qué hora?
-A las 7 de la noche- Le respondí, esperando alguna respuesta más positiva (ingenuo de mi)
-A pues yo me voy ahorita a trabajar y bueno, ya no te veré para despedirte.

Luego ella se levantó tomo sus cosas, y se dirigió hacia la puerta, yo esperaba que en algún momento ella fuera voltear para darme el último abrazo, el último beso… Y ella volteó, pero no para darme el último abrazo ni el último beso, sino para darme la última fría mirada, y una sonrisa en sus labios por primera vez sincera, mientras alzaba su mano y me despedía, riendo, y solo diciéndome...Adiós!!!.
Cerró la puerta y me quedé ahí, como un tonto, me sentí el peor tipo de la historia, creía que al menos sería un poco más cínica al fingir algo de tristeza, pero fue sincera creo, y no pude creer que esa escena fue la despedida de una relación que fue en su momento una de las más hermosas, pero que se fue pudriendo por causa de ella, porque yo me esforzaba en ser un enamorado ideal.
Y salió, y cerró la puerta, y solo me sentí desconcertado ante su frialdad, por unos momentos creía que era parte de un chiste, que ella recapacitaría en el camino y se daría cuenta del error, y volvería a darme el beso y el abrazo que yo deseaba como último recuerdo de ella, esperaba que en cualquier momento esa puerta se abriría y ella entraría con los brazos abiertos dispuesta a abrazarme… pero nunca lo hizo y la odié por ello, y a pesar que la ame, la odie… Ella, mi droga ya no me llenaba.
Y pues aquí me encuentro, recordándola, aunque no es un recuerdo que me haga suspirar con el síndrome del "nostálgico amor que deje atrás", es más un sentimiento de remordimiento. Y cuando me acuerdo de ella, me doy cuenta que sigo solo, vacío y me doy cuenta que no podía vivir siendo feliz estando con ella, pero tampoco soy feliz estando sin ella.
No entiendo porque ella me hizo tanto daño, no entiendo porque fui tan tonto con ella, ¿porque si no era feliz con ella buscaba tercamente ser feliz estando con ella?. Era ella mi droga era adicto a ella y como toda droga, fue poco lo que hizo para hacerme bien.
Creo que no soy completamente feliz ahora, pero soy relativamente más feliz no estando con ella.

Definitivamente ella dejo un gran vacío en mi corazón que busco llenarlo de muchas maneras no tan recomendables por mi razón, y de hecho lo busco mucho en las personas equivocadas y en formas equivocadas.
Pero ocurre lo previsible… no lo encuentro. Solo encuentro felicidad pasajera, dicha efímera y placeres temporales pero nada emocional.
Es una lástima porque creo que estoy dispuesto a dar lo mejor de mí, pero pareciera que no hay nadie que esté dispuesta a corresponderme.

Pero lo bueno de todo esto es que ahora me siento un poco más desahogado, y puedo irme a dormir tranquilo esta noche. Es uno de estos momentos en los que es bueno rezar antes de dormir, para pedirle a Dios un milagro en mi camino, porque creo que yo solo, nunca podré encontrar más que solo cosas pasajeras que nunca llenarán el vacío que hay dentro de mi corazón.