Hoy
vi luego de muchos años a la niña de la estaba enamorado hace ya mucho tiempo,
cuando aún escolar no entendía el entramado del amor. Y la vi hecha una mujer,
con esos mismos rasgos de niña que aún recuerdo que me hacía imaginar tiernas
cosas de niño, cuando la miraba cada día a la hora del recreo sin nunca atreverme
siquiera a acercarme donde estaba para saludarla o molestarla como solía hacer
a las demás niñas quienes no eran la gran cosa para mí. Pero ella era diferente
era única tenía la magia, el aura, el resplandor, el misterio, la mística que
en otras niñas de nuestra edad no veía, y eso me hacía temer acercarme a ella,
esas cosas tan sublimes, tan cautivantes al límite de la divinidad en mi
infantil mente, hacía que me abstuviera a dirigirle la palabra, y solo me
contentaba contemplándola a la distancia mientras a la hora de recreo la veía
jugar con sus compañeros, mientras que yo, aunque entretenido con mis amigos de
salón, no podía evitar que de vez en cuando mi mirada quedara desviada hacia el
rincón donde se encontraba ella, ocupando el espacio donde reía, y se divertía,
sin saber yo si quiera si se daba cuenta de que era el foco de mi atención, y
yo la miraba, la contemplaba, no conocía esos sentimientos que muy dentro mío
sentía, no entendía por qué mi pequeña cabecita se ponía a soñar con nubes, arcoíris,
ríos, y cielos estrellados cuando me ponía a pensar en ella, en su dulce carita
de ángel, tan rosadita, tan radiante de niñez y de infancia, quería muchas
veces ir a hacer algo.
Nunca
recuerdo haberle dirigido palabra alguna, salvo una ocasión en que hice mi
primer gesto romántico del que tenga memoria.
Un
día me fije que tenía en mi bolsillo un caramelo que mi abuela me había dado
para ir a la escuela, así que mirándola en la hora del recreo, la vi sentada
sola, parecía triste, estaba sentada sola, sin jugar como solía hacerlo con sus
compañeritas, y a la distancia la miraba, y sentí como si me hubiera conectado
a sus emociones. Metí la mano en mi bolsillo escolar y saqué un caramelo, y
decido caminar hacia donde se encontraba. Comencé a dar los pasos, y sentía
como mi corazón iba latiendo cada vez más a medida que me acercaba a ella, y mi
respiración se hacía más fuerte, pero al mismo tiempo ella se iba volviendo más
cercana a mí, era la primera vez que la comenzaba a ver más de cerca, ya no
desde la distancia, sino a pocos pasos, y recuerdo que a cada paso que daba
ella se iba volviendo más hermosa, era más linda de cerca, era mágico el
momento, y a medida que me acercaba iba comenzando a sentir un leve cosquilleo
en mi estómago, y continuaba dando pasos y cada vez acercándome a ella, y
estando a solo un paso de ella, levantó la mirada, y por primera vez la miré a
la cara fijamente:
- "Hola linda niña, veo que estás muy triste, pero aquí tengo un caramelo que espero endulce tu momento como en este momento el mirarte endulza al mío, tómalo hermosa niña, tu rostro angelical no armoniza con la tristeza"....
Bueno
eso es lo que me hubiera gustado decirle, pero ese momento, solo le extendí la
mano y le di el dulce en sus manos, y di media vuelta, corriendo velozmente y
sin mirar atrás su reacción, corrí a esconderme en la seguridad de mi salón de
clases, y luego de un momento asomé la cabeza por la ventana para mirar el
lugar donde había estado, y ya no estaba en ese mismo lugar, de hecho no la
ubiqué con la mirada, traté de buscarla a escondidas por todo el patio, y no la
vi...
Pasaron
los días seguía sin animarme a volver a acercarme a ella. Terminó el año, y a
ella la cambiaron de escuela, y yo me quedé. Ocasionalmente la veía por la
ciudad pero eran escazas las ocasiones.
Hoy
la vi muchos años después, el tiempo no la ha demacrado, es una chica adulta y hermosa
aún, y tal cual la recuerdo, pero estaba en un puesto en el mercado, lucía muy
juvenil, cargando a un hermoso bebé, y por primera vez, pude conversar con
ella, obviamente no de cuando éramos niños, sino de los precios y calidad de
sus productos, y lo bien que lucía su niño... No sé si en el fondo ella
reconoció a aquel niño que le regaló un caramelo un recreo de escuela, solo le
conversaba como un extraño a una extraña, y ella de vendedora a cliente, nada
rememorando hacia el pasado, en el fondo temía preguntarle por el padre de
aquel hijo que cargaba en sus brazos, así que no toqué nada más que lo
referente a los negocios. Y luego de pagarle, caminé a la calle, recordando la
nostalgia que me causó ver a la niña hecha mujer, que fue quizá y sin saberlo,
mi primer amor platónico.
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