lunes, 4 de abril de 2016

DIA INFAUSTO


Desmitificando falsas ilusiones, ilusiones tontas, el globo de la esperanza ya explotó.
Otra decepción, otra caída, una bofeteada más, un día negro, oscuro, ansioso por eliminarlo de mis recuerdos, que las arenas del tiempo las sepulten. El nudo en la garganta, la desesperación, las paredes cercándome, el cielo desmoronándose, las miradas inquisidoras penetrantes, las voces murmurantes de palabras puntiagudas lanzadas sobre mí, mi mirada hacia la ventana, deseando huir, saltar, caer, levantarme y correr sin mirar atrás, olvidando todo, mandando a la mierda a todos ellos, ilusos, condescendientes, ciegos, sumisos de la autoridad a quien rinden cuentas, mansos corderos sin voluntad propia, veleros que se dejan llevar.
No huyo, solo me quedo ahí, quieto escuchando las injurias injustificadas, me defiendo, argumento, sustento, todo es vano, todo lo que sale de mi boca en mi defensa, llega a oídos necios, oídos a través de donde mis palabras son filtradas por paradigmas anticuados, anacrónicos, conservadores ridículos, abonados por una ignorancia ridículamente ilustrada de pensamientos dogmáticos, personas de mente estrecha, sin sueños ni imaginación, mi elocuencia no basta, colisiona en tierra infértil y estéril.
¿Por qué me esfuerzo, si por más que tuviera al mismo Sócrates abogando por mí, el veredicto ya estaba decidido desde antes que todo esto comenzara? Esto no es más que una farsa.
Sigo ahí, aislado, siento el vacío alrededor mío, siento al mundo abalanzarse sobre mí, siento mis pies sobre el zapato, mi cuerpo sobre el sillón, la temperatura del entorno, quiero gritar, dejar de lado mi lado educado, siento el impulso de decir todo, exactamente lo que pienso, siento calentarse mi cabeza, siento la locura apoderarse de mí, a la paciencia abandonarme, por un momento todo se oscurece, rechinan mis dientes, mis manos sudorosas, mis pupilas dilatarse y la luz intensificarse, miro la ventana, mis deseos de huir siguen intactos, los miro, solo veo sus caras mientras hablan, ya no percibo ni escucho sus necias palabras, sé que hablan afanosamente de mí. Ya no me importa, vuelvo nuevamente la mirada por la ventana, miro al ancho cielo, a las copas de los árboles danzar rítmicamente al son del viento, a las aves volar majestuosas sobre el cielo en libertad (como las envidio), a las blancas nubes y sus formas abstractas, el celeste cielo, buscando con la mirada y pensamiento al creador, rogándole fuerzas para soportar este tribunal, que solo lanza mentiras, injusticia, y calumnias sobre mí.
Santificado sea tu nombre, digo yo, y mi desconexión termina, vuelvo nuevamente a la realidad, escucho nuevamente esos murmullos a mi alrededor, mi pensamiento busca algo más que paciencia, busca un sentido, una causa, un motivo, sé que pronto seré condenado, me arrebatarán algo más que la ilusión, el significado de mi tiempo.
Habla uno y otro, sin juez, ni jurado, y todos se alucinan fiscales acusadores, no hay testigos, salvo los curiosos, que escuchan todo tras las paredes, y al final el veredicto predecible.
                - Es todo, estás fuera.

No me siento sorprendido, lo esperaba después de todo, como se espera que la noche oscurecerá al día; y me levanto, no digo nada, podría suplicar clemencia, apelar a sus emociones, suplicar una segunda oportunidad, prometer corregir las cosas, pero prefiero no rebajarme, después de todo, no hay nadie detrás mío esperanzado en esto, nadie que espere algo de mi sacrificio, nada importa ya, recojo mis cosas, mis apuntes, cargo todo en mi mochila, por primera vez en mucho tiempo nadie habla, hay un silencio incómodo, yo al guardar todo en mi mochila, hago ruido, arrugo papeles, dejo caer torpemente un lapicero, lo levanto, mi mirada esta baja, solo atisbo a ver sus pies, no soy capaz de evitar sentirme triste, destrozado por dentro, apuñalado por la espalda, traicionado, y contengo las lágrimas, pero a pesar de mi intento de no llorar, una lágrima logra escurriese por mi mejilla, la siento bajar, siento la tibia humedad descender por mi rostro, no deben verme llorar, no les daré ese último placer, volteo y disimuladamente con el hombro me seco la lágrima, luego recojo todo lo sobrante, me levanto, y solo atinó a decir, tomando el valor y aire suficiente para que no me tiemble la voz al decirlo:
                - Muchas gracias por todo y que tengan buen día.

Lo llegué a comprender, soy arquitecto de mi presente y futuro, victima de mis acciones, cómplice de mi destino, nada diferente que esperar de la causalidad, así que camino lo más rápido que pueda hacia a la salida, trato de no correr, intento contener el llanto, y cabizbajo, cruzo la puerta, y salgo a la calle, siento el aire frío del exterior en mi respiración, me siento libre, liberado al fin, no más sujeto a sus directivas, y por fin dejo de contenerme y lloro, dejo a mis lágrimas correr, y lloro en la calle, oculto mis ojos ante los transeúntes con mi gorra, camino con la mirada baja, no deben saber que lloro, camino por las calles hacia ningún lugar, veo gente pasar por mi lado, escucho los vehículos correr, camino sin rumbo siguiendo calles al azar, doblando esquinas, pasando por parques, mis ojos descargan lágrimas sin cesar, me canso de caminar, hay una banca ahí, tomo asiento, y respiro hondo y profundo, me siento desahogado.
Recapitulo lo acontecido, ¿fue justo o fue injusto?, no lo sé, y no debo sacar conclusiones estando con el corazón excitado de emociones vengativas, debo aguardar que mis sentimientos sean calmos y el momento propicio para hacer un análisis de todo esto, pero eso será después, por ahora solo quiero expulsarlo todo, dejar que la tristeza y el rencor salgan de mí, que libremente emerjan, en lugar de reprimirlos y enterrarlos dentro mío, fertilizando para mi perjuicio a mis malas emociones.
Los saco, cuestiono al destino, aquella mano de Dios, por qué su contundente y dolorosa manera de enseñarnos las lecciones de vida, es indudable que aprendí mucho este día, que el dolor, la devastación y angustia no son en vano, son el cincel con el que tallan en mi frente cada lección que aprendí en el transcurso de este infausto día, que ya en su etapa de noche, me somete a la más intensa deliberación existencial con el abrigo frío de la soledad y en lejanía del ser querido más cercano. Miro al piso, las peculiares figuras ornamentales del pavimento, por un momento en el intento de hallar los patrones de esas formas, olvido todo, nuevamente me desconecto, observo y trato de entender, sigo las figuras, hacia lo lógico, y de pronto, nuevamente soy consciente de todo, regreso a recordar todo, y ya más calmado, y sin lágrimas y más apaciguado, suspiro.
Saco un cigarrillo, fumo, se me acaba, saco otro y lo prendo con el que ya se consumió, me lo fumo, imagino que el humo que salen de mis pulmones son las cosas malas que expulso desde mi interior, internalizo la lección para aplicarlo en mi vida.
Saco mi teléfono, quiero escuchar la voz consoladora de alguien, busco entre mis contactos, nadie que valga la pena, y desisto, nadie merece saber lo que me pasó, esto es una lección solo para mí, yo debo manejarlo solo, porque es consecuencia de mis equivocaciones, lo que me aconteció producto de mis malas decisiones, porque me hice muchas expectativas por qué cargué al barco de promesas, y me alimenté de ilusiones y esperanzas, y en la vida real no supe afrontarlas con madurez, responsabilidad, inteligencia y sentido común, porque me elevé tanto que no medí que se podría volver insostenible e irse de mis manos, y por eso mis expectativas han sido destruidas, ilusiones vanas, el globo de la esperanza se infló tanto que ya explotó.


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