La
he buscado por la ciudad, por sus calles iluminadas por la luna y las luces artificiales,
caminaba cauteloso por cada calle y por cada esquina cuidando en lo posible de
no ser avizorado por individuos sospechosos.
A
mi caminar el cielo me iba bañando con sus caricias de lluvia, se escuchaba el
chasquido de las lágrimas del cielo chocando con las hojas de los árboles, el
techo de las viviendas y el suelo húmedo; no importaba la lluvia, me aseguraba
que la gente no tenía intenciones de salir a la calle a ver quién andaba rondando
por ahí, mientras que yo seguía caminando siguiendo patrones zigzagueantes, mientras
la buscaba sin saber dónde hallarla ¿Dónde se escondió? No lo sé.
Tan
dichoso me hacia su compañía, a escondidas probaba su sabor con mis labios, y
ella llenaba toda mi alma con la felicidad que solo ella era capaz de darme.
Pero un día se fue y no volvió más.
Mi
amada mía, tan recóndito se ha convertido tu recuerdo, suspicaces los momentos
de unos encuentros prohibidos, ocultos bajo el manto de la noche que nos
protegía con su oscuridad y por las densas copas de los árboles que nos
regalaban el momento de privacidad perfecta y libre a la vez, cuando junto a ti
yo partía de lo cotidiano hacia el punto de encuentro acordado, y entonces era
consumado sin generar sospechas lo que era menester ser consumado para alcanzar
la cima del lívido, y gracias a ti, gozar de una felicidad oscura, oculta, misteriosa,
tóxica pero inherente en mí, esa que
solo tu podías y solo tú eras capaz de despertar en mí.
Y
luego mis ojos apuntaban al firmamento y miraba al universo, las estrellas que
estaban cerca de mi todo el tiempo, a la luna con su lado oscuro que parecía ocultarnos algo, y las nubes con su
perspectiva oscura, que parecían tragarse a las estrellas y la luna y nos
dejaban ocasionalmente protegidos por una oscuridad que nos hacía sentir
invulnerables a la vista. Pero aunque no los podíamos ver, sabíamos que las
estrellas y la luna estaban ahí, todo el tiempo, esperando a que culmináramos
lo nuestro, para luego iluminarnos en la oscuridad, el camino de regreso a
casa.
Era
la noche nuestra cómplice, nos ocultaba bajo su negra manta, bajo la seguridad
de lo que infunde temor a corazones valientes, tal vez si alguien mirara hacia
donde estábamos, miraría lo mismo que mira cuando al cerrar sus ojos explora en
lo más profundo de su alma…. Tinieblas.
Pero
te fuiste luego de aquella ultima vez y ya no te encuentro ni se más de ti, sé
que andas con otros pero aun así me provocas deseo.
No
me amas, ni me respetas ni me temes, no tienes sentimiento alguno por persona
alguna, pero me hacías tan feliz y te buscaría aún más, en esta ciudad, bajo el
cobijo de la noche, protegido por el manto de la oscuridad y bañado por las
caricias de la lluvia.
Me gusta tu relato, es triste y dulce... Lleva mucha ternura.
ResponderBorrarMuchos besos.
Que gusto que te haya gustado Misterio, la verdad no tenía idea que alguien lo leería. Saludos
Borrar¡Hermosas letras!
ResponderBorrar¿Has pensado poner el gadgets de seguidores?
Un saludo
Gracias por tu apreciación Veronica O.M. Y gracias también por tu sugerencia de verdad que lo tomaré en cuenta. Saludos.
BorrarMuy bueno...
ResponderBorrarUn beso grande.
Muchas gracias e igualmente Misterio Azul.
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