Y estoy aquí, en la obscuridad de
mi habitación, tan pequeño me siento y tan abrumado por mis fantasmas que cada
noche se colocan a la cabecera de mi cama para manifestarse en dudas y miedos,
están allí, se apoderan de mis pensamientos y hasta paralizan mi cuerpo; brazos
imaginarios me sostienen a la cama y con algún tipo de magia obscura me
succionan la poca alegría remanente que pude haber obtenido durante el día, y
postrado allí queda solo este saco de carne y hueso sumido en angustia y
ansiedad, miedo e inseguridad, tristeza al borde de la depresión, vacíos
existenciales. Cada noche alimento a esos monstruos con la poca alegría ganada
a la luz del sol. Y aunque trato de luchar, me siento débil y sin vigor para
hacerlo. Alguien una vez dijo que el fuerte, pone a prueba su fortaleza cuando
está solo, al parecer no soy tan fuerte como creía serlo, basta con apagar la
luz de mi habitación a la hora de acostarme, para que aquellos fantasmas se
abalancen sobre mí, y me dejan sumido en la miseria emocional, con cuyos
despojos entro en profundo sueño, sueños que difícilmente puedo recordar pues soy
privado también de ese beneficio de introspección onírica, y vuelvo a despertar
cada día, para tratar de recopilar alegrías en las cosas simples y complejas de
mi día, aunque sé que todo ello lo perderé al ir a dormir.
Malditos fantasmas y demonios, no
tienen forma, son intangibles, son entes a los que no puedo nombrar ni ver, no
puedo apuntarles con los dedos, ni apartarlos de mí por qué no están en ningún
lugar, y al mismo tiempo saben siempre cómo hallarme, están aquí en este
momento, mientras escribo, siento sus miradas sobre mí, sobre las palabras que
voy escribiendo, les escucho reír... "Es hora de dormir", me dicen
"Ofrendanos tus alegrías" me gritan, "No te mereces nada de lo
que hoy lograste", me replican
Pero sé que en algún momento
deberé poner punto final a este texto, y cuando lo haga, deberé enfrentarlos
nuevamente, sabré que solitario me dirigiré una batalla que siempre pierdo,
nuevamente mi corazón será saqueado de la escasa alegría que aún me queda, y
quedaré náufrago en el océano de la agónica tristeza que ya me resulta
cotidiana, poco a poco la alegría solo va siendo una simple palabra sin
significado para mí.
Y mientras me aproximo a poner el
temido punto final a esto, están ahí acechando mis fantasmas y demonios,
esperando a que me duerma, todos ellos en coro cantando maléficamente:
"A DORMIR A DORMIR CON TUS OJOS ABIERTOS, A DORMIR A DORMIR CON TUS TEMORES ADENTRO, A DORMIR A DORMIR AUNQUE NO TENGAS SUEÑO"
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