Sumido en la soledad de una habitación que termina
siendo todo mi universo habitable, estaba mirando a través de la ventana, a la
nada, una pared tapiada directo a la nada, buscaba un alivio en algún lado, y solo
tenía eso: Nada, silencio y obscuridad, y frente a mi emergía una sombra
obscura que poco a poco iba dominando todo lo que tenía frente a mí,
acrecentándose un abismo profundo de una obscuridad absoluta que me hacía
pensar en el horizonte de sucesos de los agujeros negros, el punto de no
retorno desde el cual nada puede escapar, y aquello que atraviese ese límite
tiene un destino incierto en una singularidad que nadie conoce.
El abismo tiene una fuerza atrayente a los de débil
corazón, te incita a mirar su oscuridad, atrae tu mirada y al hacerlo empieza
succionar lágrimas de tus ojos que empiezan a fluir a caudales como ríos en
días de invierno, y la silueta de una sonrisa que apunta hacia el cielo es
deformada y curvada hacia el abismo, el arco se invierte hacia él y la otrora
sonrisa ahora denota tristeza, y las lágrimas succionadas de tus ojos empiezan
a descender por tu mejilla, humedeciendo tu rostro, volviendo pesada tu cabeza
que se inclina hacia adelante encorvando tu cuerpo, en una postura con los
brazos caídos también succionados por la poderosa fuerza de atracción que la
oscuridad genera, y todo el cuerpo entonces denota derrotismo, en aquella
posición es más penetrante e inevitable que se vea al abismo, al terrible abismo y
poco a poco su fuerza gravitatoria, va atrayéndote hacia él, hacia la nada que
representa esa oscuridad, y sin que te des cuenta, vas mirando al abismo y el
abismo va mirando en ti, y tu entras en el abismo y el abismo también entra en
ti, hasta que estas sumergido en el, todo alrededor se ha oscurecido, ya no reconoces
estar en tu habitación o en aquel lugar al que llamabas “mundo”, y entonces
silencio total, todos tus sentidos quedan apagados, quedan privados de las
sensaciones perceptivas que te hacían sentir vivo y solo te queda tu
conciencia, atrapada en una dimensión que no tiene nada que ofrecerte más que
oscuridad y silencio total y absoluto, es cuando te das cuenta que en el abismo
no habita ningún monstruo ni demonio, el poder del abismo es aislarte de la
realidad y sumirte en la soledad más apremiante que la cordura puede soportar,
el abismo te priva de todas las capacidades perceptivas y sensoriales de tus
cinco sentidos para que al final quedes atrapado tú mismo con tu peor verdugo:
Tu conciencia, quien te atormenta, no existe nadie ni nada que sepa cómo
atormentarte ni conozca tus peores miedos que tú mismo, ahora ya estás en la
perdición, a dónde sea que mires: tinieblas; no importa cuánto grites:
silencio; ni a dónde corras, no hay escapatoria, aún si pudieras huir, seria en
vano, pues en este punto ya descubriste que monstruo yace en ti, el abismo solo
te ha mostrado quien eres en verdad, y su sabiduría radica en que te puede
atormentar mostrándote quien eres en verdad, quien es aquel a quien todos allá
afuera en el mundo real deben soportar, y con quien deben lidiar, el abismo te
ha mostrado quien eres, desde la perspectiva del observador absoluto, y conoces
a verdadero TÚ que tanto daño hace y lastima, aquel que hace cuestionar a tus
seres queridos que te vieron nacer ¿Valió la pena cuidarlo tanto?
El abismo se acrecentaba frente a mí, sentía su
oscura atracción seductora, me imaginaba un camino para llegar a esa nada, y
entonces en un intento de hablarle al creador, de gritarle mi agobio y me
exponga el porqué de esta farsa existencia, me respondió: La nada es todo y
debe estar exento de la maldad de mi corazón, y debo abrazar a la luz que emana
de la vida, pero que me niego a ver por tener la mirada en el abismo frente a mí,
y no en el cielo donde destella la luz del sol, la luna y las estrellas juntas,
y que mientras camine mirándolos, jamás caeré en el abismo oscuro, podré vencer
su atracción sin dilación, pues la luz de todo aquello que contemplo, me
sostendrá de espíritu y me hará levitar por sobre las tinieblas que no podrán
ya consumirme. La luz irá a la vez purgando mi espíritu de lo que se alimenta
el abismo.
Atravieso el mar oscuro sin siquiera percatarme de
su existencia, pues mi espíritu yace sujeto a la luz y a la iluminación de todo
lo bueno y grandioso. Pero en mi recorrido también escucho alaridos de almas
caer al abismo, a todos se les dijo que mirasen hacia la luz donde está la
salvación, pero ellos necios no confiaron y soberbios caminaron y fueron
absorbidos por el abismo y cayeron en su foso, fueron precipitados a la nada.
Pero aunque mis sentimientos están purgados ya de
egoísmo, aun así desisto de mirarles o también caeré, solo puedo gritarles, con
toda mi voz que miran al lado equivocado, pero no puedo influir en sus
corazones si ellos no están abiertos a la verdad.
La nada, aquel abismo que al mirarlo por mucho
tiempo te puede consumir, es llamado también Depresión.
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