viernes, 15 de mayo de 2020

EL REGALO


    Luego de mucho tiempo de habernos conocido por chat, en circunstancias que no tienen importancia, de habernos dicho mucho y nada,  de haber abordado muchos temas de conversación en común, de haber discutido a veces sin sentido y a veces con razón, a veces simplemente por mal entendidos, pudimos esbozar cada quien en sí, la personalidad del otro, a través de la pantalla íbamos perfilando a aquel que se hallaba al otro lado del chat, mientras íbamos leyendo sus palabras sin voz e íbamos entendiendo su forma de pensar y de concebir su mundo, tal vez igualmente podíamos notar su estado de ánimo, si mentía o si estaba molesto, pero es cierto que tras todo el matiz de nuestras personalidades algo caprichosas y con tendencia a la discusión sin sentido, había un interés inexplicable de conocer a quien nos mantenía en requiebros que resultaban a veces inquietantes y atrayentes en un equilibrio incomprensible, pero fascinante.
    Muchas veces hablando de política terminamos discutiendo, intercambiando ideas sobre nuestras posturas, y bien sea sobre cine, política, filosofía, creencias religiosas, era evidente que aun cuando estuviéramos de acuerdo en ciertos temas, siempre era necesario tocar un tema para que una discusión hiciera intensificar nuestra conversación, a pesar que solo miraba sus palabras en chat, podía percibir por la magia de su redacción y elección de palabras, su estado de ánimo, y la pasión con que se enfrascaba a defender su punto de vista, como un paladín del debate blandiendo hábilmente la espada de sus argumentos, y diestramente defendiéndose de los míos con el escudo de su retórica. En esos combates de ideas, nuestras espadas chocaban hasta sacar chispas y herir al ego del otro en ocasiones, y aún así nunca salía jamás ninguno vencedor ni victorioso de esas batallas virtuales de ideas, sin sentido e innecesarias pero tercamente llevadas a cabo.
    Largamente, a veces muchos días en que la lucha había sido tan ardua que uno haya herido el ego del otro, el resentimiento hacia mella en el herido, que el silencio era el único mensaje que nos enviábamos por muchos días, y aunque era adictivo nuestras conversaciones extrañas, era como una especie de honor el mantener la distancia mientras el ego herido era sanado con el tiempo y la necesidad de volver al ruedo con aquel némesis que, sin que ninguno lo quiera admitir, era una especie de enemigo Nietzscheano al que habíamos aprendido a amar y a admirar, tanto que era a veces menester el querer volver a romper el silencio para volver al ruedo de nuestras extrañas conversaciones y duelos de paladines de discusiones innecesarias.
    A veces uno u otro, pero siempre cualquiera, y dependiendo del estado de ánimo, aburrimiento o necesidad de esa adictiva personalidad confrontacional del otro, yo o el, rompíamos el silencio con un simple "Hola", y así, preguntando cómo estábamos todo este largo tiempo, comentando esto o aquello, empezaba un nuevo ciclo de conversación que al inicio de manera vacua, progresivamente, como una neblina que poco a poco va apareciendo hasta dejarlo todo nublado, nuestro patrón volvía a iniciar, una conversación sobre alguna cosa, iniciaba una concatenación de temas, que iban al poco tiempo llevándonos al incremento de las pasiones entre ambos, nuevamente sin darnos cuenta, estábamos dos paladines combatiendo en la lona del chat, asestando golpes e hiriendo a veces al ego del otro, sin jamás ninguno aceptar la derrota, nuevamente, según la intensidad de la batalla, terminaban en mucho resentimiento debido a que como siempre, ninguno había podido doblegar a su rival en la aceptación de su postura.
    Hasta diríamos, que era para ambos placentero el hecho de darle la contra al otro en lo que sea que nos pusiéramos pensar o hacer… Quizás hay voces que susurran la palabra “Toxicidad”, pero es una palabra muy simplista y determinista para dos personalidades complicadas que confluyen en la necesidad de contantemente irse fortaleciendo y filtrándose hasta llegar a un punto medio de equilibrio en que ambas partes al fin llegan a consenso y se encuentra la armonía; sin conflictos que limen asperezas jamás se llegará a la perfección, o al menos eso es lo que yo creía, debido a nuestro constante afán de siempre estar en conflicto, pero con el tiempo, me di cuenta que ello era desde siempre más el objetivo de él que mío, por el hecho de siempre incentivarme a llevarle la contra para forzarme al límite de ver hasta qué punto era capaz de hacer lo que me pidiera.
    Complicaciones aparte, habíamos acordado al fin que debía llegar el momento de vernos directamente, de conocernos cara a cara, para conllevar lo que fuera que éramos a un plano real, lejos de lo virtual, y si, hasta en eso éramos conflictivos, proponiendo fechas, cada quien según su conveniencia, sustentando el porqué de nuestra propuesta, y el por qué no de la suya, entablándose más desafíos, una cosa lleva a la otra y así nuevas discusiones, debates, nuevamente los dos paladines blandiendo su espada con el objetivo para imponer la fecha del encuentro; era el inicio de un ciclo más de discusión, resentimiento y silencio, nuestros egos colisionaban contundentemente ante la sola discrepancia, no entiendo hasta ahora, ¿por qué si tanto interés tenía, me costaba tanto ceder?, ¿por qué deje envilecerme por un orgullo visceral de no demostrar debilidad ante él?, ciertamente aprendí que en la diplomacia, el éxito se basa en saber hacer concesiones, pero en nuestro caso, las concesiones no las hacía ni yo ni el, ninguno, era ese el punto, era la inflexibilidad de dos espíritus de orgullo inmutable que sumía a ambos en un ciclo de infelicidad y juego absurdo de niños grandes, el interés mutuo era arrollado por la insensatez de esas dos personalidades incapaces de negociar un acuerdo que los beneficie, y no obstante, preferían hacer prevalecer sus posiciones sobre el otro, o postergar cualquier entendimiento que a la larga podría llevarlos a bailar alegres bajo la luz de la luna y el abrigo de las estrellas.
Pasaron los días, esta vez, fui yo quien rompió el silencio.
-Hola – Le dije
- Hola – Me respondió
- Hagamos las paces – Le dije
- No sabía que estábamos en guerra – Me dijo sarcásticamente
    Si, el sarcasmo era la fachada para ocultar lo evidente, nuestra arrogancia mutua, pero qué importaba, la última vez que dejamos de hablar fue por no decidirnos sobre la fecha de nuestro encuentro, esta vez quedamos un domingo por la tarde, probablemente era posible de ambos el poder.
    Así, que ahora vino definir el lugar, a estas alturas supongo que ya habían pasado muchos meses desde que comenzamos a hablar, posponerlo aún más sería muy tonto en caso iniciara otra batalla de paladines insensatos, así que propuse un lugar esperando su descargo para blandir mi espada y sostener mi escudo, pero en cambio, en un acto extraño, me dijo que mi propuesta le parecía bien, que no tenía inconveniente. Tal vez pensó igual que yo en dejarse de absurdas discusiones sobre la supremacía de la voluntad del otro, y aceptó. Algo raro eso sí, considerando los precedentes para nuestra extraña relación, que lejos de hacerme sentir victorioso, me dejo con un extraño sabor amargo, tal vez porque alguna insana parte de mi morbo aficionado al debate, esperaba alguna confrontación visceral de las que acostumbramos siempre, pero no hubo tal cosa. Quedamos el día y la fecha.
    En los días intermedios entre la concertación del encuentro y el encuentro mismo, nuestras conversaciones iban bajando el tono confrontacional, e íbamos conversando sobre temas un poco más personales que con el tiempo con leves esbozos tocados, y ahora liberados de ello, tuvimos más en profundizar, temas como nuestra actual situación emocional, si existiría la posibilidad de que entre nosotros pueda surgir algo más serio que una amistad.
    Lo cierto es, que según pudimos leer entre líneas, ambos nos gustábamos mutuamente, y de tanto discutir, había nacido algún tipo de encanto por la personalidad opuesta que representábamos para cada uno. Los días entonces iban transcurriendo, entre el hecho de poder conocernos demasiado, hasta que pueda surgir algo mucho mayor y más grande entre nosotros, tal vez un noviazgo, y cumplir sueños juntos, fantasías, entre tanto debate absurdo, habíamos olvidado hablar sobre nuestros gustos y nuestras pasiones, y terminamos descubriendo que nos gustaban cosas similares, tantas que podríamos compartir y pasarla genial. En mi fantasía, iba creyendo que aquellas diferencias nuestras podrían ser contrapesadas con nuestros múltiples gustos en común. Al menos eso creía yo…
    Llegó el día al fin del esperado encuentro, con nervios de por medio, le esperaba en el mismo lugar acordado, traté de ser puntual, no quería iniciar una absurda discusión sobre la impuntualidad, pero para mi asombro, ese día no fui yo quien fue impuntual, sino él, y podría haber iniciado en persona una absurda discusión sobre su falta de compromiso y el haberme hecho esperar demasiado, pero traía en la mano una bolsa de regalo rojo, que no pude evitar ignorar, cuando me vio, lo extendió hacia mí y me lo entregó diciendo:
-      Traje esto para ti, pero quiero que lo abras cuando nos despidamos.
Lo tomé, y le dije:
-          ¿Qué será? ¿Pero por qué no puedo abrirlo ahora?
-          Ahora está en tus manos – me respondió – te lo acabo de regalar, es de tu propiedad, si deseas abrirlo ahora mismo, no podría oponerme, pero solo te pido, que lo abras cuando nos despidamos.
    La bolsa era roja, dentro sentía que había una caja, pero sus palabras me hacían eco: “Ábrelo cuando me vaya”. Por mientras le miré más detenidamente, era tal cual le había visto en fotos, quizás lo imaginaba más alto, pero era su voz, eran sus palabras, era su mirada, era su forma de vestir tan peculiar, y traía aquella mochila marrón con la que salía en varias fotografías, se veía vultuosa, ¿qué podría ser lo que llevaba en ella?, sería una insensatez el preguntarle pero era parte de su indumentaria bohemia.
    Empezamos a caminar y conversando, intercambiando temas fascinantes, su nivel de cultura era admirable, era como pocas personas, capaz de seguir la ilación del tema de conversación cualquiera, aparte la humildad con que conversaba y la calma, podía hacerme sentir paz en mi corazón, la calma y la armonía; parecía ser diferente por ratos a la persona confrontacional que estaba al otro lado del chat, esta persona que tenía aquí junto al mío era diferente, y que genial que así sea. Igualmente conversábamos por el malecón, mirando el atardecer, las olas del mar golpeando la orilla, llevaba yo su regalo que me dijo no abrir en la mano derecha, mientras nos sentamos a contemplar la puesta del sol, muy bella y mágica, al cielo tomar tonalidades más naranjas, y nuestras siluetas contrastando lo que mirábamos, esa imagen, del sol dando paso a la noche, nos volvió más introspectivos, y de algún tema de conversación surgió una palabra: Confianza. 
La confianza – Me dijo – Es lo más frágil de este mundo, pero es a la vez junto al amor, la más poderosa arma para enfrentar las adversidades, y cuando una relación se sostiene sobre ella y la confianza está intacta, nada existe en el universo que pueda destruir esa relación, puede soportar calumnias, vicisitudes y privaciones. El amor lo puede todo, pero el amor sin confianza se desmorona, es por ello que la confianza es lo más difícil de conseguir e imposible de recuperar una vez perdida. En anteriores relaciones que tuve, la confianza fue fisurada, y no importaba qué tantas promesas me hicieran para que todo siga igual, nunca pude volver a confiar, la desconfianza es un monstruo grande que cala en lo profundo, bloquea la razón no importa que tanto hayas amado, ese monstruo va poco a poco matando y sofocando al amor, si la confianza está rota, es tonto el querer reconstruirlo o volver a ganarlo, es una carta que te permite darlo todo sin miedo, pero cuando se ha quebrado, te da miedo dar hasta lo más mínimo, es tan difícil confiar en alguien en estos tiempos, ya que la lealtad está subvalorada. Los celos existen, es normal, es parte de la condición humana el miedo a perder algo que crees que te pertenece, y una pareja crea un vínculo de pertenencia, que no quieres compartir con una tercera persona, que no quieres que se te sea arrebatado, negar ese hecho, es negar nuestra propia humanidad. El amar a tu pareja puede hacerte confiar ciegamente en ella, al extremo que creerás que podrá resistir la tentación de una infidelidad, siempre con celos razonables, pero dejarse poseer por celos enfermizos es tonto, pues no importa cuánto celes o espíes a tu pareja, cuando tiene ya la intención de ser infiel, hallará la manera de hacerlo evadiendo tu mirada; si existe confianza, puedes tener la seguridad de que podrá respetarte sin necesidad de vigilancia extrema o invasión de privacidad, pero si una vez, solo una vez, esa confianza es rota, no importará desde ese momento todos sus intentos de querer enmendar su error, la confianza rota será el agujero en el barco, que poco a poco irá hundiendo el navío del amor hasta volverlo demasiado pesado para sostenerse a flote, y se hundirá hasta el fondo, sin ser posible ya salvarlo, se irá hundiendo lentamente con todos los recuerdos vividos que ha llevado sobre si durante el tiempo que hayan navegado juntos.

    Luego de ese monólogo, mi sorpresa era difícil de disimular pues no me lo esperaba que con tanta pasión y elocuencia me lo haya dicho de esa manera su visión de una relación.
        Luego ello, me miró fijamente a los ojos y me preguntó.
-         ¿Eres alguien en quien se pueda confiar?
-          Claro que si – Le respondí.
    Mi miró con un rostro inexpresivo, con una seriedad inquietante, casi inquisidora, como si tratara de leer mis pensamientos mirándome fijamente a los ojos con su mirada penetrante, luego, solo sonrió, y continuó observando el atardecer, en un silencio de varios minutos, hasta que de nuevo, volvimos a conversar de temas diversos.
    El sol ya se había puesto, lo habíamos contemplado en todo su esplendor, y nos pusimos de pie, caminamos, conversando de cine, música, libros y acontecer, me parecía fascinante su nivel de sensibilidad hacia la vida, me contó las veces en que había confiado y las veces en que le habían traicionado, y mientras caminábamos íbamos riendo de las bromas que nos hacíamos mientras recorríamos las calles. Continuamos caminando por el malecón, su conversación era muy agradable, mientras yo estaba teniendo unas de las mejores tardes y noches de mi vida, era genial estar aprendiendo de la vida con alguien que denotaba sabiduría por ella. Hubo momentos en que imaginaba tardes como esas el resto de mi vida junto a él, en diversos lugares del mundo, y entonces no podía evitar una callada sonrisa.
-          De qué te ríes – Me preguntaba
-          De cosas mías – Le respondía
    La caminata era agradable, hasta que me dijo que tener ganas de ir al baño, me pidió que le acompañe a buscar uno, pues era evidente que ansiaba acompañarlo, no iba a dejarlo buscar un baño solo. Fui con él, y hallamos un baño en un centro comercial, como yo no tenía ganas de entrar me dijo que le esperara.
    Entró, y yo me senté a esperarle, y mientras pensaba en mi cabeza cosas magnificas, como que tal vez ese era el inicio de algo maravilloso, ¿a cuántos lugares podríamos salir entonces?, si esta era la primera de muchas salidas, era fabuloso, habíamos sido demasiado tontos por tantos meses haber desperdiciado batallando por chat inútilmente, cuando esta historia podría haber empezado meses atrás, y no ahora que aunque tardíamente, estaba iniciando. Las personas iban y venían, y yo tenía una sonrisa auténtica, mire al cielo, y me pareció bello, y entonces mi mirada se posicionó en el obsequio que todo el tiempo iba llevando en mi mano, aquella bolsa roja. Me invadió la curiosidad, aquel regalo inexplicablemente parecía brillar con un aura mágico, y entonces recordé su comentario de que lo abra cuando nos despidiéramos, ¿qué diferencia hay en abrirlo ahora o después de que se haya ido?, me fascinaba la idea de saber qué es lo que alguien como él tenía ahí para alguien como yo, ¿qué sorpresa tenía para mi aquel chico misterioso y culto?, si decidía abrir ese regalo en ese momento lo iba a descubrir, qué diferencia habrá, no sabrá que lo abrí, no me está vigilando, si me escondo, jamás sabrá que descubrí lo que había en ese regalo antes de tiempo.
    Entonces, no pude con la curiosidad, tomé el regalo, y me oculte en un lugar donde no me pudiera ver si es que a escondidas me espiaba. Entonces, invadido mi ser por gran curiosidad y la emoción, abrí la bolsa, en ella había una caja roja, y dentro de la caja, un papel color naranja, doblada como una carta, con un sello de cera en el doblez. ¿Qué sería? La curiosidad me mató, ¿Una declaración de amor? ¿Una promesa de amor?, rompí el sello con mucha emoción, y no podía dejar de fingir una sonrisa mientras lo hacía. La carta era breve, y pero lo leí con emoción y complicidad mía.
   Al leerlo, sentí el impacto, no de emoción, sino del sentimiento que precede al tener conciencia de haber cometido un terrible error, y tan pronto lo terminé de leer, cualquier sonrisa y sentimiento de alegría e ilusión se me borró del rostro, entonces até cabos todos los cabos de esa tarde, el porqué de esa extraña condición sobre abrir el regalo, el porqué de ese apasionado discurso sobre la confianza, y ese hecho de dejarme un momento con la excusa de ir al baño y darme la oportunidad aparente de no tenerme a la vista, me di cuenta de mi error, pero ya era tarde, coloqué temeroso la carta en la caja, el sello de cera ya estaba roto, no había forma de volverlo a poner como estaba antes, era ya tarde, me fui a sentarme al lugar donde me dejó, ya la paz había sido reemplazado por un aturdimiento extraño y vergüenza de haber quedado uno mismo en ridículo, como dispararse en el pie, y pues ya no podía sonreír, me sentía devastado por lo que leí, si antes me era imposible disimular mi alegría y hasta una sonrisa, ahora me sería imposible disimular mi congoja, mi tristeza, y mi sentimiento de culpa, y más cuando le vi salir del baño, y venir hacia mí.
-          Bueno, ya me siento mejor – Me dijo - ¿Seguimos?
-          Sí, claro – Le contesté
Y continuamos caminando, mientras me hacía la pregunta.
-          ¿Te pasa algo?
-          No, nada, todo bien.
    Obviamente todo me pasaba, todo se había derrumbado desde el momento en que rompí el sello de esa carta, que me dijo no abrir, pero aún así seguimos caminando, y mi semblante era deprimente, sin embargo él parecía ser el mismo, seguía conversándome, y yo entre líneas de mi absurdo accionar, le iba escuchando con la cabeza abajo sin saber qué responderle o decirle, en mí deseaba que esa noche jamás acabara, pero en mí algo decía que esa sería la última vez que nos veríamos, que la oportunidad de iniciar algo lindo en mi vida, se me había escurrido de la mano como jalea, como jabón húmedo, había volado demasiado cerca del sol y me había quemado, había roto la confianza de él, cuando rompí ese sello de la carta que ahora no podía reconstruir, de eso se trataba todo el tiempo, de una prueba de confianza, y yo había fracasado rotundamente, ahora solo estaba precipitándome hacia abajo, sabiendo que pronto me estrellaría contra el suelo cuando llegue al punto culminante de la noche.
    Ahora iba retumbando en mi mente lo que me dijo al inicio: “No lo abras hasta que nos despidamos”, ya lo había hecho, ahora si entendía el porqué de esas palabras, y una llamada de atención a mi tonta necedad de querer darle siempre la contra, quizás inconscientemente ansiaba solamente desafiar sus designios en una versión más de combate de paladines.
La noche pronto avanzó, pero ya no iba de alegría.
-          Es momento de irme – Me dijo – Fue un placer conversar contigo y conocerte, pero debo pedirte que ahora si abras el regalo que te di, y que no has soltado en ningún momento.
    En ese momento sabía que ya nunca iba a ser lo mismo, era el momento de mostrarle la prueba de haber roto la confianza de lo que me pidió no hacer sino hasta ese momento.
    Me miró, y creo que pudo leer mi semblante acongojado mucho antes que me viera abrir su regalo, pero aún así, con mucho sentimiento de culpa, abrí la bolsa roja, saqué muy lento y despacio la caja en su interior, y le di una última mirada a sus ojos, sus bellos ojos, y me correspondió con una tierna sonrisa que no pude evitar casi por reflejo también sonreír, sin saber que sería mi última sonrisa de la noche, y quizás la de días.
Saqué la carta, pero el al ver que la carta tenía el sello roto, casi decepcionado, en su mirada y su voz me dijo.
-          Está roto el sello, significa que ya lo leíste.
-          Si, lo siento mucho, pero por favor no quería es solo que me ganó la curiosidad, pero por favor no lo tomes a mal.
-          Descuida – Me dijo – Si lo leíste, pues ya lo tienes claro, ese regalo fue tuyo todo el tiempo, y no te lo pienso quitar, siempre pudiste abrirlo cuando lo creyeras conveniente, solo te pedí que confiaras en mí. Pero ya es tarde, debo irme, me gustó conocerte, la pase genial conversando contigo y pasar una magnífica tarde junto a ti.
     En ese momento podría haber iniciado una discusión sobre lo tonta e infantil treta de poner a prueba la confianza de alguien con una argucia tan sacada de alguna película de Saw, podría haberle dicho que en otras circunstancias más serias hubiera Sido incapaz de traicionar una confianza que se me habría dado, habría tenido muchas ganas de hacer ese momento un combate de paladines más, sé que nos hubiéramos enfrascado en un largo debate, y tanto yo como él, no habríamos logrado ceder ni un poco en nuestros argumentos, y así, con el ánimo por los suelos como me encontraba, no tenía ganas de discutir tontamente una batalla que ninguno habría ganado, aquel chico de bella mirada había logrado probar que no se podía confiar en mí, y  conociéndole como le conocía, su terquedad y su poca disponibilidad de ceder ante mis argumentos, sabía que nada de lo que le dijera, haría cambiar la percepción que ahora tenía de mí, que toda discusión que tuviéramos, iba a terminar solo en distanciarnos aún más, y en este punto, era evidente que nunca más nos volveríamos a ver, que nuestro distanciamiento sería desde aquel momento ya absoluto. Maldita sea mi impaciencia por no saber esperar.    
    Y solamente me dio un abrazo, y se fue, pero pude ver en el tono de sus palabras, un corazón herido y decepcionado, yo no podía sentirme peor, pues lo había arruinado en el mismo momento en que decidí abrir ese regalo antes de tiempo cuando me dijo que no lo hiciera, y ahora me encontraba ahí, solo, en mitad de la noche, luego de haber vivido una de las más geniales noches de mi vida conociendo a alguien maravilloso, y solo que quedé ahí, con esa carta.
    Le vi alejarse, y supe entonces que nunca iba a descubrir lo que todo ese tiempo había llevado en su mochila, jamás lo iba a saber, solo que quedaba el consuelo, aunque amargo, de la valiosa lección que había aprendido esa noche, la confianza, si te confían algo, debes poner por encima de todo, aquella confianza, el honor y la lealtad son básicos en la personalidad, los mercenarios emocionales están condenados a la soledad, si te confían un secreto, guárdalo a cabalidad, el valor de tu palabra y tu capacidad de cumplir tus promesas, harán que en la vida, jamás tengas que mendigar favores.
    Mientras iba reflexionando sobre esas cosas, me invadió el sentimiento de negación y depresión en pocos minutos, y ahora sabía que debía proceder la aceptación de lo sucedido, tenía la carta en la mano, y decidí darle una última leída antes deshacerme de ella.
<<Me pareces alguien genial y estaba muy ansioso de verte hoy, pero al mismo tiempo ansiaba saber si podía confiar en ti.

Ahora me siento decepcionado.

Si estás leyendo esto, es porque no pudiste esperar a que nos despidiéramos para que abrieras esta caja y leas esta carta. Esto era solo una prueba para saber si por mi eras capas de resistir la tentación de algo que te intrigara pero que yo te pidiese te abstuvieras. Has fallado, por lo que aparentemente no eres alguien en quien yo pueda confiar en el futuro para algo serio.

El verdadero obsequio estaba todo el tiempo en mi mochila, te lo iba a intercambiar por esta caja que abriste, al momento que nos despidiéramos. Lástima, porque ya que no confiaste en mí, el único regalo que te llevarás de mi parte, será esta tarde que pasé contigo.>>

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