Hoy volví a leer la carta que nunca te envié, y me
embargó la tristeza de nunca haber tenido la oportunidad de decirte lo que ahí
te escribí, lamento que nunca te haya dicho lo que sinceramente yo sentía por
ti.
En mi pesar yo, cada tarde me sentaba en la orilla
del río creando historias en mi imaginación sobre nuestro ficticio romance,
sueños ingenuos de niños donde salíamos por las calles cogidos de las manos, y
nos sentábamos en el mirador internalizando la magia de ese paisaje, tu mirada
cómplice mirando la mía, sonriendo al ver tus carnosos labios rosados que moría
por besar, chocar nuestros labios, y que la colisión de un beso se convirtiera
en todo para nosotros. La vida mágica que mi mente enamorada forjaba, y nunca
se llegaría a materializar.
¿En qué circunstancias lo escribí?
Era un día en que el sol volvía a asomarse tras un
cielo nublado, cuando los rayos del sol bañaban mi cabello, emocionado por el
privilegio de existir, estaba gozando de lo sublime del enamoramiento
platónico, que pluma en mano, me dediqué a escribirte lo más bello que entonces
me embargaba el alma, y no pude contenerme, y no pude resistir, hacerte
protagonista de uno de aquellos escritos de para entonces memorable momento.
Mi alma se encontró en total regocijo y serenidad,
absorbí lo más sublime de la naturaleza
y lo natural, la música de las aguas del río corriendo, el canto alegre del sin
fin de aves que se posaban sobre las copas de los árboles sobre mi cabeza, el
suave susurrar de la brisa del viento, el olor agradable del suelo boscoso que
con su olor a humedad perfumaba el aire, junto a los aromas liberados por las
flores que se mezclaban y excitaban de sobremanera a mi olfato, el mágico
paisaje que deleitaba a mi vista, con sus colores intensos naturales cual oleo vivo, la frescura del ambiente, las
cálidas caricias del sol. Todos mis sentidos fueron estimulados para llevarme a
un trance inspirador, y mi alma, embargado por ese hermoso sentimiento de
enamorado, me llenó de alegría y serenidad, mis pensamientos comenzaron a
volar, a soñar, tuve ganas de registrarlo todo, tu imagen y tu nombre
protagonizaban mi imaginación, tu sonrisa tus ojos eran imágenes vividas en mi
recuerdo, y entonces mi mano cogió lápiz y papel, y comencé a escribir, a
redactar, a plasmar sobre ese papel todo lo que tu significabas para mí, como
un autómata, venía a mi mano dibujar líneas y palabras, frases y oraciones,
párrafos y finalmente una carta donde dejé plasmado una parte importante de mi
alma.
Inconscientemente escribía, y fue la parte más pura
de mi ser quien se encargó de escribirte por mí. Las cosas e ideas surgían, y
cuando me embargaban ideas sublimes, quería dejar registro de todo, las
palabras iban fluyendo, estaba en total trance, llenaba páginas tras páginas,
todo lo demás perdió foco para mí, los elementos estimulaban a mis sentidos y
mis sentidos estimulados, más mi alma enamorada, abrieron las puertas de mi
alma, y mi alma liberó su parte espiritual, que era captada por mi lápiz y
plasmada sobre ese papel.
Te escribí la mejor carta del Mundo, la más emotiva
y lo mejor que pude haber escrito en mi vida, y pasado el tiempo, volví a ser
consiente, regrese en mí, y vi la carta terminada frente a mí.
¿Qué sucedió? pensé para mí, y mire a las hojas
llenas de palabras, y los comencé a leer. Fue lo mejor que había hecho en mi
vida, cada palabra rebosaba de sinceridad y pasión. Por un momento creí que era
imposible que haya salido de mí, y que demasiado largo como para que alguien lo
leyera sin aburrirse, pero no importaba estaba ahí hecho ya, Tu carta.
Quise entregártelo pero nunca tuve el valor, porque
ya tu corazón estaba ocupado en amar a alguien más, y esa carta la guardé, tal
como había surgido de mí, con los borrones y trazos errantes de ese momento de
inspiración en que surgió.
Lo volví a leer, esa carta, sobre un arrugado papel
y manchas de tinta, ideas convertidas en palabras, y palabras plasmadas sobre
aquel amarillento papel, me sentía tan inspirado en ese entonces, lleno de
versos y poesía, que me sería imposible
volver a escribir una carta con semejante intensidad y emotividad con la que lo
hice, teniéndote a ti en la base de mis pensamientos. Quise entregártelo, pero
ya hay una barrera entre nosotros dos difícil de cruzar, la barrera del tiempo
separados por distancia, y en tu caso, aunque estuvieras cerca, ya estarías
fuera de mi alcance, alguien conquistó
el corazón que no pude conquistar yo.
Aún la guardo, en ese baúl de caoba, donde yacen
las cosas materiales más preciadas por mi, protegido por una mica. Aun no sé si
algún día llegará a su destinatario original. Tal vez nunca lo haga, tal vez
algún día hasta llegue a quemarlo convirtiéndolo en gas y cenizas, arrastrados
por el viento hacia el olvido, como los interminables "te amo"
dirigidos a ti y que ese viento también se los llevó a sepultarlo en la nada.
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