¿Por qué no puedo hacer que
vuelvas a ser quien eras antes?, la persona cariñosa que me contestaba con una
voz cálida al otro lado del teléfono, y que ahora me responde con un tono de
altivez y con el sentimiento de triunfo al ver que sumiso le llama quien está a
sus pies, quien desea al menos una dosis diaria del sonido de tu voz, para
sobrellevar un día sin ti, sin caer en la desesperación de tu angustiante
ausencia?. Mírame, al borde del suplicio, te has convertido en mi más terrible
adicción.
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