La
inactividad a veces resulta aburrida, a quien no le gustaría pasar sus días
esperando nada, esperando que cada día que pasa será igual al anterior y es
igual a como será mañana, desde los primeros rayos del sol, desde las primeras
notas de los cantos matutinos de las avecillas, pasando por las primera
sensación de calor que trae el día tras una fría noche, y nuevamente sentir la
brisa del viento anunciando el mediodía.
A
mí sí me gusta estos momentos, me resulta interesante mientras dure, porque sé
que en algún instante esto acabará, en que en algún momento se terminará este
momento solo para mí y mi meditación interior, y es entonces cuando nuevamente
deberé regresar a la realidad, al mundo donde todos deben cumplir un rol en
esta sociedad para ser aceptado dentro del enjambre humano que existe parásita
en este planeta tierra.
Ayer
salí a caminar, y me pareció mágico recorrer las mismas calles que con mis
amigos de antaño recorrimos, quizá a pasar el rato, fumar unos cigarrillos, o
escapar a un lugar en la naturaleza lejos del ruido de la ciudad. Ayer tuve
ganas de ir a orillas de ese río donde tantos días la pasamos sentados ahí mis
amigos y yo, donde solo permanecíamos observando como ese interminable flujo de
agua que venía de algún lado, algún día llegarían al mar; solos ahí, mientras nos volvíamos parte de la madre
naturaleza, y nos dejábamos sumergir en su paz y armonía, nos sentíamos parte
de ese entorno de equilibrio. Y estábamos ahí, conversando de cosas triviales
que se volvían interesantes, ya nada importaban los formalismos, éramos dueños
del momento, éramos parte de lo natural, y ya no importaban los protocolos
inventados por otras personas que se niegan volver a los orígenes de donde
cuyos ancestros había salido, hace ya tiempo, mucho tiempo. Muchos olvidan ya,
en pos de la modernidad, que todos somos parte de la madre naturaleza, que
aunque sea flagelada o violada, siempre estará dándonos aire que respirar, agua
que beber, suelo que nos alimentará… Ayer me vinieron ganas, de aunque solo,
volver a esa misma orilla que con mis amigos, que algún lado ahora están, ya no
están conmigo.
Días
como hoy debo aprovechar, por que en algún momento estos días terminarán, será
cuando la monotonía de la paz interior, se rompa con la monotonía de trabajar
para continuar viviendo, existiendo en este mundo al que no encuentro sentido
el hacerlo.
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