Estigmas y agrietas mi alma,
cuando el cielo me quiere mostrar su colorido azul de medio día, ensombreces mi
espíritu y la felicidad cegada queda, abres la puerta a la melancolía y las compuertas
de mis ojos quedan también abiertas, inundando mi rostro de las lágrimas que
represadas estaban, y que ahora sin cesar fluyen como la sangre de una herida
del corazón abierto, y todo lo que no puedo ver, es lo bello que es el mundo,
siento que soy un pequeño barco que poco a poco va hundiéndose en medio de una
tormenta , en el mar de aflicciones sin nadie que le socorriese, hundiéndose
por el peso de un pasado que se niega a soltar, prefiriendo aferrarse a recuerdos
que nunca ya jamás volverán, gritando auxilio a toda voz, pidiendo urgente un
rescate que parece nunca llegar, haciendo que el drama del hundimiento quede
opacado por la inmensidad de la tempestad.
Se escucha desde algún lugar
algunas tenues voces que dicen: “Todo estará bien”, pero que no dan más que
esperanza, voces que solo instan a resistir esperando algún milagro, algún
suceso o divino hecho que hará que todo lo cambie, mas todo esto que me causas,
trae consigo la sanación de un espíritu que se ahogaba en silencio, pues solo
cuando ya se está a punto de perderlo todo, viene la verdadera revelación:
“Nadie va a venir a salvarte, debes salvarte a ti mismo”
Y solo cuando entendí eso, solté
el lastre pasado, y lloré y comprendí y entendí, que debía llorar, gritar para
despertar del sueño en que me hallaba, reaccionar de la ilusión en que moría
día a día sin saber cómo salir, pero lo hice, y luego de eso, al fin todo se
despejó, la tristeza se desvaneció, el gris entorno recuperó todo el colorido
hermoso, y nuevamente al alzar la mirada, pude ver el azul cielo y apreciar su
belleza; tomé mi cámara y capturé la escena, fotografié mi momento de triunfo.
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