domingo, 4 de marzo de 2018

CUESTIONAMIENTO CONSTANTE


      A veces despierto, y aun es de madrugada, otras ya hace mucho tiempo que amaneció, no siempre duermo lo suficiente, a veces poco, a veces demasiado, pero sin embargo, hay un cuestionamiento constante en cada despertar, ¿y si llegara un día en que nunca más despierte?
Si la conciencia te atormenta, aprende a extirparla, dice una voz, si el dolor te mata aprende a vivir con ella, la negación puede ser mala, pero a veces necesaria para hallar la paz, aprender a no ser consiente que morimos por dentro, nos ayuda a seguir viviendo por fuera, a sentir la calma que afanosamente intenta de alejarse de nosotros.
      A veces, siendo de madrugada, o una noche común y corriente, tratando de no mirar más el caos que los humanos creamos, echo un vistazo al firmamento.
Las estrellas son las únicas fuentes de luz que alumbran mis miedos, ellas están cerca mío todo el tiempo, y aunque no las pueda ver, sé que están allá, luchando como yo, contra la obscuridad que cierne el vacío, en la inmensidad de lo inconmensurable, luchando contra la entropía del universo, pero al final, como todo, terminarán muriendo. Pero lo bello de la existencia, es que es cíclica, las estrellas moribundas darán vida a quizás a nuevas estrellas y planetas, o quizás terminarán colapsando en un agujero negro que se convertirá en la analogía de la muerte cósmica.
      Pero yo, no deberé cerrar el círculo, mi cuerpo debe ser dador de vida, morir y ser enterrado en un bosque, que sobre mi tumba sea sembrado un árbol, de profundas raíces y frondosa copa, donde las aves construyan sus nidos, y a donde las abejas vayan a recolectar el néctar de las flores, un árbol donde las hormigas caminen, y donde los animales o alguna persona encuentre sombra y cobijo, un árbol que recicle mi parte corpórea, mientras mi alma, bueno, no estoy seguro que pasará con ella, o si no es una ilusión, o solo algo que está directamente ligado a mi cuerpo, que al morir, mi alma dejará de existir, como un programa de computadora, que al descomponerse la máquina, el software morirá con ella.
      Pero también, a pesar de todo lo malo que nos toca vivir, hay algo que es innegable, puede que la muerte sea un enigma, como una singularidad, pero la vida es hermosa, y el hecho de tener que lidiar con la muerte, con ese final del camino, hace que su brevedad sea hermosa, pensar en la vida sin que exista la muerte debe ser peor de frustrante, como se decía que los Dioses Griegos, envidiaban a los mortales, porque los observaban tan frágiles, y cualquier eventualidad podía acabar con ellos, y ser conscientes de ello les hacía aprender a valorar cada cosa del mundo, mientras que ellos, los inmortales, conscientes de que no gozaban del fin de su existencia, estaban condenados a ver pasar frente a si a generaciones tras generaciones de hombres que nacían y morían, y en su aburrimiento, solo les quedaba, usando al destino para entretenerse viendo como los mortales pasan pericias, que a fin de pasarlas, o morían en el intento, o sobrevivían, pero que a pesar de todo, en algún momento también morirían. La muerte era lo único ajeno a los dioses, por eso nos miraban con envidia.
      La vida y la muerte son dos estados de la existencia, sin vida no hay muerte, y sin muerte no nace nueva vida, aprender a amar la vida, y a no temerle a la muerte nos llena de paz interior, puede que todo tenga un propósito, o tal vez nada lo tenga, y sea ésta nuestra oportunidad de ser protagonistas de un único lapso de tiempo que tenemos de estar vivos, ser felices y disfrutar, porque después de nosotros, le tocará a alguien más gozar de la experiencia de la vida.

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