Alguna vez la locura me ha
invadido, ha corrido por mí, corroído mi débil espíritu, algunas veces influenciado
por drogas, libros, o alguna obsesión, el sentirme incomprendido, al idealizar
al mundo o al querer a alguien, muchas veces estuve en distinta sintonía con el
resto de personas, quienes no alcanzando a entender mi perspectiva alterna de
la vida, reducían su veredicto hacia una conclusión simplista y cerrada: que me
había vuelto loco. Pero ¿qué es la locura sino un catalejo a través del cual
vemos la realidad de otro modo a como la ven los demás?
Y si, la sociedad suele tildar de
locos a aquellas personas a quienes no entienden, cuya manera de pensar o
actuar no sigue los patrones de la mayoría, de lo socialmente aceptable y
correcto, por considerarlos tal vez extraordinarios, peligrosos y que
atentarían con el orden establecido, o la normalidad a la que están tan
habituados a vivir.
Acabada la segunda Guerra
mundial, durante la conferencia de Potsdam, alguien se le acercó a Stalin,
entonces gobernante de la Unión Soviética y uno de los líderes aliados
victoriosos, y le preguntó si creía que Hitler estaba loco; Stalin Respondió:
“¿Usted cree que un loco hubiera
podido hacer todo esto, volver sumiso a su pueblo, hacer que éste le obedeciese
y ciegamente le siguiese hacia una guerra total, acogiendo su demencial
programa racial, y que aun cuando encaminados estaban a perder la guerra y viendo su país
desmoronarse ni siquiera se atreviese a sublevársele?”
Sí, Hitler no estaba loco, solo
fue un idealista, o tal vez loco si estaba, tan loco como Don Quijote de la
mancha. Y sí, El Quijote fue según quienes le conocían, alguien llevado a la
locura, pero él, era muchas veces más lúcido que los demás en su razonamiento
de las cosas, solo que su interpretación de la realidad no estaba acorde con el
del resto de personas. Veía lo mismo que miraban los demás, pero el
interpretaba la realidad de diferente manera que el resto, donde todos veían
molinos de viento, el veía gigantes, donde todos veían presidiarios siendo
llevados a cumplir condena, el veía hombres a quienes debíase devolverles la
libertad que se les había arrebatado, donde todos veían posadas de mala muerte,
el veía castillos, y al dueño de la posada, a un conde, y a las posaderas, el
las veía como a doncellas y dignas damiselas; cuando todos le veían sobre su desnutrido
y huesudo caballo Rocinante, él se veía montado sobre un gran semental
equiparable a Babieca del Cid, o a Bucéfalo de Alejandro Magno; donde todos veían
a un loco y viejo con armadura, él se auto percibía como un caballero andante,
el más grande y heroico que el mundo jamás había visto ni volvería a ver, cuya
misión era llevar la justicia a donde sea que él sea llevado por el destino. El
Quijote se veía a sí mismo como a un Héroe, como el brazo justiciero de la
providencia, al servicio de Dios, destinado a combatir las injusticias del
mundo, y luchar por alcanzar un mundo mejor.

El Quijote fue un idealista, tan
firmemente convencido de que era un caballero andante, que fue capaz de
soportar las penurias y golpes que por defender ese ideal le conllevaba, es el
destino de los idealistas estrellarse estrepitosamente con la realidad percibida
de la mayoría, el golpe puede ser demoledor en el peor de los casos, en el
mejor, simplemente es una muerte en vida, apartados de la sociedad, como
escorias o parias, siendo convertidos en objetos de burla o lástima, almas
incomprendidas de los que todos huyen, y enseñan a sus hijos a temerles y
apreciarles a la distancia.
Nada diferente de los idealistas
del comunismo y el socialismo que ha visto el siglo XX, personas dispuestas a
inmolar su vida por una idea que consideraban valía cualquier precio a pagar,
incluso con la sangre de otros inocentes, y en última instancia, la suya
propia.

La historia del siglo XX, fue
protagonista del choque ideológico, seres humanos que por distintas ideologías abanderados,
tan convencidos cuales Quijotes de la mancha, queriendo luchar contra el mundo
a su manera, buscando destruir a sus enemigos, no dudaban en que la muerte del
adversario era necesaria para el forjamiento del mundo que ellos buscaban
erigir, su vida era insignificante frente a la causa por la cual luchaban, la
sangre debería correr y con ella limpiar las corrupciones de la versión del
mundo que deseaban destruir. Quizás lo que más daño, dolor y sufrimiento han causado
en tiempos modernos han sido los titánicos enfrentamientos entre comunistas,
fascistas, anarquistas y liberales, todos luchando por ser el que reine en un
mundo que todos compartimos. Llámese progreso humano, conflagración universal,
lucha por la libertad y democracia, todos esos nombres han sido la fachada de
luchas de quijotes de la mancha combatiendo las injusticias de un mundo
corrupto, y para lograr un mundo mejor.
Y si son los idealistas los que
siempre han movido los hilos de este mundo, si son ellos a quienes les hemos
dado el poder de conducir nuestros destinos, si hemos sido nosotros los instrumentos
para que ellos ejerzan la lucha contra sus enemigos ideológicos, ¿no somos
locos nosotros quienes seguimos sin cuestionar sus motivaciones? después de
todo, como dijo Obi-Wan Kenobi:
“¿Quién es más
loco: El Loco, o el loco que sigue al Loco?”
Entonces mirándonos al espejo,
vemos que nos hemos convertido en producto de la locura de alguien, somos el
fruto de aquel cuya idea sobre el mundo ideal venció.
Desde una perspectiva general,
extraños seres somos, paseándonos con mucha frecuencia entre los límites de lo
racional, y lo irracional, resulta paradójico que a pesar de todo, aun no nos
hayamos matado unos a otros.
¿Qué pasaría si un día, todos
pudiésemos actuar siguiendo nuestros impulsos más primarios que la sociedad nos
obliga a reprimir?
Seríamos una sociedad feliz, o
nos llegaríamos a exterminar mutuamente hasta que la selección natural deje a
los más aptos para seguir con la especie. Sería una locura.