domingo, 17 de junio de 2018

EL DÍA EN QUE PUDE HABER HECHO HISTORIA




Analizando mi vida me he dado cuenta que desde siempre he tenido una tendencia hacia el anarquismo, siempre fui alguien libertario quien nunca se sintió bien de estar sometido a algún tipo de autoritarismo, siempre estuve disconforme con todo lo que me rodeaba, siempre me ha frustrado la manera como mis amigos eran sometidos por sus padres, como no tenían el valor para desobedecer y hacer valer sus opiniones, siempre los taché de cobardes, por nunca ser capaces de pensar como yo, de nunca tener el valor de reclamar su independencia, de siempre hacer lo que les dijeran, de jamás tener el valor de hacer lo que yo siempre quise hacer: romper las leyes, sentir emociones, hacer lo que la sociedad prohibitiva dice lo que no se debe hacer, burlarnos del estado y su absurdo status quo.

De muy joven he propuesto a varios de mis amigos hacer cosas que estaban incorrectas desde la perspectiva sumisa de los demás, como adueñarnos de lo que por derecho nos pertenece y se nos fue arrebatado.

En mis épocas de colegio, llegaba el día donde cada salón de clases, debía buscar un padrino para que done balones de futbol, básquet o vóley, para el deporte de los estudiantes… Recuerdo que pensando en mis compañeros, me esmeré en buscar un padrino de relativamente alta posición económica para que nos donara un balón digno, no de esas baratijas que se hallan de remate, sino uno de marca reconocida mundialmente, del que nos sintiéramos orgullosos de tener el placer de jugar con una pelota igual al que usan los futbolistas profesionales.
Y el día que ese padrino nos mostró el balón, nuestras expectativas no fueron defraudadas, era una pelota de la marca más reconocida, nosotros vimos ese balón brillar en un aura celestial, pero antes de poder tener el honor de jugar con ese balón, debíamos antes hacer una cosa sencilla y ceremonial, es decir desfilar con nuestro padrino y nuestro nuevo balón.
Recuerdo que el día en que nos hicieron desfilar con esa pelota cara, mis compañeros ambicionábamos ya jugar con ella. Desfilamos ante el público con ese trofeo en nuestras manos, ya nos veíamos jugando como en las grandes ligas. Momentos previos, cada uno quería tocarla, sentirla rebotar, sentir su livianez, su precisión y su perfección. Y llegó el desfile, y desfilamos y al final, y cuando al fin deberíamos ya ir a pelotear con ese balón, vi a un profesor con una gran bolsa, donde exigía que todos los balones sean colocados en él, ¡¡¡nos estaban obligando a renunciar a lo que nos pertenecía.!!!
Vi aterrado y con furia en los ojos como éramos obligados a renunciar de nuestro derecho de utilizar algo que habíamos ganado, algo que nos pertenecía, el colegio nos arrebataba ese trofeo, y lo más seguro es que nunca tendríamos la oportunidad de jugar con ese balón, sino estaría reservado solo a la élite deportista de ese colegio, y a nosotros nos tocaría una baratija que tanto habíamos querido evitar.
Vi entonces que la esencia del anarquismo ya corría en mis venas sin que yo lo supiera, pues en ese momento ya se perfilaba mi odio hacia la autoridad, aún no sabía que ese odio a la autoridad se llamaba ANARQUÍA, y que Bakunin ya había dado una base filosófica a eso. Pero sin saberlo ya era un anarquista, pues lo tomando en cuenta lo dicho por Sébastien Faure:

“Cualquiera que niegue la Autoridad y luche contra ella es un Anarquista”.

Mi espíritu libertario y desobediente por lo establecido y por la gran injusticia que se me había hecho a mí, junto a mis compañeros, me obligó a sentir que debíamos recuperar lo que se nos había arrebatado.
Busqué entre mis compañeros a aquellos más traviesos, más avispados, rebeldes y palomillas, a aquellos que se halagaban de ser los más temerarios, para con su ayuda perpetrar un golpe a esa institución educativa y tiránica,  instrumento del estado para adoctrinar nuevos obreros, y privarnos de libertad de pensamiento. Busque a cuatro, y les dije que irrumpiéramos al colegio, y recuperáramos esos balones.

Ellos, excitados por la aventura dijeron estar dispuestos a todo. Yo como el planificador, recuerdo que en las noches iba a practicar básquet en la loza del colegio, en ese entonces el vigilante nos dejaba entrar si era para algo como eso. Yo fui con un primo que desconocía que mis intenciones, era solo para no hacer sospechoso mi actitud. Mis intenciones eran estudiar los movimientos del vigilante y su rutina, ver el ámbito del colegio por la noche, ver el salón donde estaban guardados los artículos deportivos, y con esa información, gestar un plan.
Había inspeccionado previamente el lugar y el armario donde se guardaban los balones.

El salón donde estaban los artículos deportivos, estaba cerrado solo con un candado viejo y una puerta de no tan buen estado, uno de mis compañeros dijo que sabía cómo abrir un candado ya viejo, él ya lo había hecho con anterioridad, sus antecedentes delictivos lo hacían vital en el grupo.
El aula se hallaba en un pabellón al fondo del colegio, y el pabellón estaba todo iluminado por las noches, así que para perpetrar el golpe deberíamos dejar en oscuridad aquel pabellón, para que la sombra nos escudara en nuestro avance hacia el salón del botín ocultos por la obscuridad.
Fui un día, y rompí mientras se descuidaba el guardián, todas las luces necesarias para dejar en tinieblas una sección clave del pabellón por el que nos podríamos escabullir sin ser vistos en la obscuridad.
Conocía la burocracia del colegio, demorarían por lo menos tres días en reparar o cambiar esas luces.
Por lo que debería ser la operación al día siguiente.
Ya sabía los movimientos del vigilante, era tan predecible, ya antes de lo que quería hacer, lo conocía muy bien, él era un hombre ya anciano como 65 a 70 años, todos le temían porque era el típico viejo cascarrabias que odiaba a los jóvenes. Yo recuerdo que era un viejo despiadado cuando en hacer cumplir las medidas disciplinarias de la vil directora se trataba. El ya murió hace años, sin embargo aún vive el recuerdo de su crueldad. El hecho es que había previsto tres posibilidades en su reacción en caso de descubrirnos, yo había previsto una única acción para sus posibles reacciones.

Esta operación se ejecutaría con una cuadrilla de cinco miembros.
Un chico sería nuestro campana número uno, se quedaría sobre el muro del colegio a observar si por algún motivo el vigilante al descubrirnos  y por miedo a intervenir, llamaba a la policía. Ese chico vigilaría la única calle por el que la policía podría llegar, su aviso nos daría casi cinco minutos para escapar, llevaría una  linterna, y habíamos ensayado un código de luces para que se comunique en la oscuridad y en silencio. En caso de ver llegar a la policía, nos avisaría y cada uno rompería filas antes siquiera que la policía ingresase al colegio.
Otro chico, sería nuestro campana número dos, estaría con nosotros y seria el centinela, encargado de vigilar al guardián del colegio, y mantener comunicación de luces con el campana uno, que estaría vigilando desde el muro. Sería él quien leería la señal, el nexo entre el campana número 1 y nosotros, y sería él quien vigilaría desde un rincón oscuro al guardián del colegio.
Otro, nuestro campana tres estaría vigilando y reguardando el lugar del escape, armado con una resortera y un bate para emboscar y neutralizar al guardián en caso nos descubriera y se lanzara en nuestra persecución, tenía buena puntería y una descomunal fuerza adquirida en el campo, si alguien nos persiguiera, correríamos por un sendero, y el simplemente lo golpearía por sorpresa emboscándolo al pasar por su ubicación.
Y aquel compañero, el que tenía antecedentes delictivos, se encargaría de abrir el candado, y yo junto a él, seríamos los que sacaríamos los balones y los llevaríamos en sacos. Luego de esto, y teniendo los balones, correríamos hacia la salida y el chico campana tres, que resguardaría la salida seria quien nos guiaría por el bosque hacia el refugio temporal a los balones que previamente habíamos preparado. Esconderíamos las pelotas mientras las investigaciones terminen, y no haya problema en usar públicamente nuestro botín.
Les dije en clase que al caer la noche del día D a la hora H nos reuniéramos en el punto X, implementados con ropa negra, capuchas, linternas, sacos, barretas y bates, y que a partir de ahí ejecutaríamos la Operación Urano.
Todo era perfecto, todos llegaron a la hora y al lugar, pero vi algo extraño en sus rostros, no era excitación ni arrebato, ni emoción, ni deseos de venganza, en cambio lo que vi en ellos fueron dudas, nerviosismos, temores, flaqueos, les miraba dudar, ya no veía el entusiasmo brillar en sus ojos.

Dijo uno:
 -¿Es necesario? Pero los profesores igual nos darán a usar una pelota para jugar, aunque no sea la nuestra.
-Pero al aceptarlo-respondí- implícitamente estaremos renunciando a nuestro derecho ganado. Camarada debes darte cuenta que al aceptar un balón de inferior calidad, estaremos legitimando la injusticia que se nos ha infligido.

Otro dijo:
-Pero siempre se ha sido así.

- Claro camarada compañero, siempre se hizo así, pero es nuestro momento de romper ese ciclo que nos ha vuelto pasivos a siempre acatar las disposiciones de los que se creen con el derecho de decidir por nosotros y moldear nuestro pensamiento y nuestra conciencia, es momento de dejar que otras personas sin la moral, ni la inteligencia ni la capacidad de hacerlo, decidan por nosotros.

Opinó el tercero:
- Pero si nos atrapan nos expulsarán y nos recluirán en Maranguita.

- Por supuesto que si camarada. Aceptamos luchar por una causa justa, una causa que está muy por encima de cualquier dogma, nuestra causa es como un sol que ilumina nuestro proceder, y esa causa es tan poderosa, que nos infunde fuerzas para soportar las penalidades de la lucha,  y hace emerger de nuestro corazón la vitalidad necesaria; pero al mismo tiempo aceptamos las consecuencias de nuestra lucha, todo revolucionario lucha por un ideal, por un objetivo y por una causa, y al hacerlo conscientemente asume el riesgo de la represión del sistema contra el que pelea. Sabemos obviamente que el sistema no caerá sin luchar, pero si tenemos fe en nuestra causa seremos nosotros quienes venceremos al final.

Opinó el último:
-Tal vez si dialogamos con la directora nos devolverá nuestro balón.

-No camaradas, la directora es un peón del sistema, no torcerá su brazo contra jóvenes rebeldes como nos considera; dialogando no lograremos nada, entiendan que se dijo una vez que “la violencia es el único medio de lucha, y la sangre el carburante de la historia”.

Mis argumentos no hicieron efecto en ellos, comenzaban a mirar la calle por donde vinieron, les veía querer dar pasos atrás.

-Vamos, les dije, solo hacemos justicia, queremos recuperar lo que nos pertenece, ellos no saben lo que pasé para conseguir ese padrino, ellos no saben cuánto somos merecedores de poseer esa pelota, nuestra causa es legítima, somos las victimas nosotros, nuestros deseos deben prevalecer sobre nuestras imposiciones, somos rebeldes, somos jóvenes visionarios, somos soñadores de un mundo mejor, somos de arranque, venzamos ese miedo, aventurémonos, miren que si seguimos el plan, nada saldrá mal, si todo falla, podremos huir sin que caigamos, pero no digamos que no lo intentamos, no retrocedan ni un paso más. Ni un paso atrás, ese debe ser nuestro eslogan. No debemos retroceder. En el futuro sintámonos orgullosos de haber desafiado las reglas, protagonicemos ahora mismo una historia que se convertirá en leyenda, seamos los chicos que irrumpieron al colegio y recuperaron lo que les fue arrebatado de las manos, pero no quedemos solo en un tal vez… vamos amigos seamos valientes, el miedo es natural, hasta yo lo tengo, pero una persona valiente no es aquel que no tiene miedo, una persona valiente es aquel que a pesar de su miedo, no da marcha atrás, alguien valiente es más fuerte que su miedo, tenemos miedo, pero seamos más fuerte que él. Somos un equipo, sabemos lo que tenemos que hacer, pero no den marcha atrás. No retrocedan ahora que estamos tan cerca.

Y todos ellos comenzaron a retroceder. Al último momento se acobardaron y echaron por los suelos mi plan y se fueron retirando uno a uno, cada uno llevando consigo sus linternas, sus bolsas, sus resorteras, y sus barretas, se iban alejando dejándome atrás, todos volteaban a verme, y ante mi mirada inquisidora, continuaban en su retirada. Uno a uno se fue retirando del lugar, y me di cuenta en un momento que estaba solo, el golpe debía hacerse en equipo, como en el futbol, y mi voluntad no bastaba si estaba solo. Mis ojos se humedecieron, y no tenía más que hacer, salvo retirarme también del lugar.
No eran anarquistas, eran chicos aun, pero ya estaban adoctrinados para ser ciudadanos y subyugarse al estado y sus normas, el colegio había cumplido su objetivo de adoctrinarlos a nunca desafiar a los que dirigen nuestras vidas, aquellos ya se habían convencido que estaban destinados a pasar los restos de sus días como una hormiga obrera cuyo individualismo quedaría sepultado entre las masas… y en aquel momento sentí odio y repulsión de estar rodeado de cobardes que no se atrevían a desafiar las normas establecidas, que pasivamente acataban las disposiciones de los poderosos sin ni siquiera luchar.
A lo mucho solo se indignaban como aquellos, pero nunca hacían algo por querer cambiar algo, sentían miedo con solo pensar en oponerse, no los culpaba por sentir miedo porque el miedo lo sentía hasta yo, pero yo, impulsado por mis ideales no me dejaba vencer por el temor, sino que con el miedo en mi corazón y hasta veces aterrado, era capaz de seguir adelante. El ideal Anarquista era aquel motor que me impulsaba a seguir adelante sin importar los obstáculos que tenía enfrente. Pero ese idealismo no estaba en ellos, sin ideales no tenían esa fuerza motriz en su espíritu que como a mí me impulsaba a seguir adelante, y ante el miedo, se desvanecían, se resquebrajaban, nada les impulsaba a seguir, y retrocedieron, porque pensaron que está bien lo que los poderosos dicen que está bien aunque instintivamente cada uno sabía que estaba mal.
Estaba a punto de convertirme en delincuente, y me di cuenta que los delincuentes no son más que anarquistas brutales, ellos sin saberlo, llevan la anarquía en sus venas, rechazan la influencia del estado en sus vidas y luchan contra él, rompiendo sus reglas, saboteando sus logros, pero con un fin egoísta…
Pero era vano convencerles, no se puede ofrecer la libertad a un esclavo que no quiere dejar su esclavitud porque está acostumbrado a ser solo un peón más.
Que lastima me dieron, fui a mi casa ese día, y lloré de rabia, no podía recuperar mis balones yo solo, esos compañeros en apariencia temerarios, eran cobardes, solo eran una pantalla nada más, y yo era un solitario con sangre revolucionaria, que reprimía su deseo de luchar.

Ahora no sé qué hubiera pasado si ellos no se hubieran acobardado, tal vez habríamos hecho historia en el colegio, nos habríamos convertido en leyenda, o tal vez no sé, nos hubieran detenido, aunque juzgando mi plan perfecto era improbable.

Pero creo que si lo hubiéramos hecho, aquí hubiera podido contar algo diferente a lo que sucedió esa noche.

Al día siguiente, corrieron rumores de que ciertos vecinos vieron reunidos a cinco individuos sospechosos no identificados vestidos de negro, con capuchas, sacos, barretas y linternas, tal vez coordinando un golpe, y esos vecinos temiendo algo, habían llamado a la policía, y que cuando llegó la policía esos individuos ya no estaban, y entonces la policía comenzó a patrullar el barrio entero buscando a esos cinco sospechosos, sin encontrarlos. Y que esa semana la directora del colegio, había mencionado en la formación del viernes sobre un “acto vandálico” de un estudiante aún no identificado, responsable de romper las luces de todo un pabellón, amenazando con aplicar las más tiránicas medidas disciplinarias cuando se descubriese al culpable, quien hasta el día de hoy sigue siendo un misterio.

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