Analizando mi vida me he dado cuenta que desde
siempre he tenido una tendencia hacia el anarquismo, siempre fui alguien
libertario quien nunca se sintió bien de estar sometido a algún tipo de
autoritarismo, siempre estuve disconforme con todo lo que me rodeaba, siempre
me ha frustrado la manera como mis amigos eran sometidos por sus padres, como
no tenían el valor para desobedecer y hacer valer sus opiniones, siempre los
taché de cobardes, por nunca ser capaces de pensar como yo, de nunca tener el
valor de reclamar su independencia, de siempre hacer lo que les dijeran, de
jamás tener el valor de hacer lo que yo siempre quise hacer: romper las leyes,
sentir emociones, hacer lo que la sociedad prohibitiva dice lo que no se debe
hacer, burlarnos del estado y su absurdo status quo.
De muy joven he propuesto a varios de mis amigos
hacer cosas que estaban incorrectas desde la perspectiva sumisa de los demás,
como adueñarnos de lo que por derecho nos pertenece y se nos fue arrebatado.
En mis épocas de colegio, llegaba el día donde
cada salón de clases, debía buscar un padrino para que done balones de futbol, básquet
o vóley, para el deporte de los estudiantes… Recuerdo que pensando en mis
compañeros, me esmeré en buscar un padrino de relativamente alta posición económica
para que nos donara un balón digno, no de esas baratijas que se hallan de
remate, sino uno de marca reconocida mundialmente, del que nos sintiéramos
orgullosos de tener el placer de jugar con una pelota igual al que usan los
futbolistas profesionales.
Y el día que ese padrino nos mostró el balón,
nuestras expectativas no fueron defraudadas, era una pelota de la marca más
reconocida, nosotros vimos ese balón brillar en un aura celestial, pero antes
de poder tener el honor de jugar con ese balón, debíamos antes hacer una cosa
sencilla y ceremonial, es decir desfilar con nuestro padrino y nuestro nuevo
balón.
Recuerdo que el día en que nos hicieron desfilar
con esa pelota cara, mis compañeros ambicionábamos ya jugar con ella.
Desfilamos ante el público con ese trofeo en nuestras manos, ya nos veíamos jugando
como en las grandes ligas. Momentos previos, cada uno quería tocarla, sentirla
rebotar, sentir su livianez, su precisión y su perfección. Y llegó el desfile,
y desfilamos y al final, y cuando al fin deberíamos ya ir a pelotear con ese
balón, vi a un profesor con una gran bolsa, donde exigía que todos los balones
sean colocados en él, ¡¡¡nos estaban obligando a renunciar a lo que nos
pertenecía.!!!
Vi aterrado y con furia en los ojos como éramos
obligados a renunciar de nuestro derecho de utilizar algo que habíamos ganado,
algo que nos pertenecía, el colegio nos arrebataba ese trofeo, y lo más seguro
es que nunca tendríamos la oportunidad de jugar con ese balón, sino estaría
reservado solo a la élite deportista de ese colegio, y a nosotros nos tocaría
una baratija que tanto habíamos querido evitar.
Vi entonces que la esencia del anarquismo ya corría
en mis venas sin que yo lo supiera, pues en ese momento ya se perfilaba mi odio
hacia la autoridad, aún no sabía que ese odio a la autoridad se llamaba
ANARQUÍA, y que Bakunin ya había dado una base filosófica a eso. Pero sin
saberlo ya era un anarquista, pues lo tomando en cuenta lo dicho por Sébastien
Faure:
“Cualquiera que niegue la
Autoridad y luche contra ella es un Anarquista”.
Mi espíritu libertario y desobediente por lo
establecido y por la gran injusticia que se me había hecho a mí, junto a mis
compañeros, me obligó a sentir que debíamos recuperar lo que se nos había
arrebatado.
Busqué entre mis compañeros a aquellos más traviesos,
más avispados, rebeldes y palomillas, a aquellos que se halagaban de ser los
más temerarios, para con su ayuda perpetrar un golpe a esa institución
educativa y tiránica, instrumento del
estado para adoctrinar nuevos obreros, y privarnos de libertad de pensamiento.
Busque a cuatro, y les dije que irrumpiéramos al colegio, y recuperáramos esos balones.
Ellos, excitados por la aventura dijeron estar
dispuestos a todo. Yo como el planificador, recuerdo que en las noches iba a
practicar básquet en la loza del colegio, en ese entonces el vigilante nos
dejaba entrar si era para algo como eso. Yo fui con un primo que desconocía que
mis intenciones, era solo para no hacer sospechoso mi actitud. Mis intenciones
eran estudiar los movimientos del vigilante y su rutina, ver el ámbito del
colegio por la noche, ver el salón donde estaban guardados los artículos
deportivos, y con esa información, gestar un plan.
Había inspeccionado previamente el lugar y el
armario donde se guardaban los balones.
El salón donde estaban los artículos deportivos,
estaba cerrado solo con un candado viejo y una puerta de no tan buen estado,
uno de mis compañeros dijo que sabía cómo abrir un candado ya viejo, él ya lo
había hecho con anterioridad, sus antecedentes delictivos lo hacían vital en el
grupo.
El aula se hallaba en un pabellón al fondo del
colegio, y el pabellón estaba todo iluminado por las noches, así que para
perpetrar el golpe deberíamos dejar en oscuridad aquel pabellón, para que la
sombra nos escudara en nuestro avance hacia el salón del botín ocultos por la
obscuridad.
Fui un día, y rompí mientras se descuidaba el guardián,
todas las luces necesarias para dejar en tinieblas una sección clave del
pabellón por el que nos podríamos escabullir sin ser vistos en la obscuridad.
Conocía la burocracia del colegio, demorarían
por lo menos tres días en reparar o cambiar esas luces.
Por lo que debería ser la operación al día
siguiente.
Ya sabía los movimientos del vigilante, era tan
predecible, ya antes de lo que quería hacer, lo conocía muy bien, él era un
hombre ya anciano como 65 a 70 años, todos le temían porque era el típico viejo
cascarrabias que odiaba a los jóvenes. Yo recuerdo que era un viejo despiadado
cuando en hacer cumplir las medidas disciplinarias de la vil directora se
trataba. El ya murió hace años, sin embargo aún vive el recuerdo de su
crueldad. El hecho es que había previsto tres posibilidades en su reacción en
caso de descubrirnos, yo había previsto una única acción para sus posibles
reacciones.
Esta operación se ejecutaría con una cuadrilla
de cinco miembros.
Un chico sería nuestro campana número uno, se
quedaría sobre el muro del colegio a observar si por algún motivo el vigilante
al descubrirnos y por miedo a
intervenir, llamaba a la policía. Ese chico vigilaría la única calle por el que
la policía podría llegar, su aviso nos daría casi cinco minutos para escapar,
llevaría una linterna, y habíamos
ensayado un código de luces para que se comunique en la oscuridad y en silencio.
En caso de ver llegar a la policía, nos avisaría y cada uno rompería filas
antes siquiera que la policía ingresase al colegio.
Otro chico, sería nuestro campana número dos,
estaría con nosotros y seria el centinela, encargado de vigilar al guardián del
colegio, y mantener comunicación de luces con el campana uno, que estaría
vigilando desde el muro. Sería él quien leería la señal, el nexo entre el
campana número 1 y nosotros, y sería él quien vigilaría desde un rincón oscuro
al guardián del colegio.
Otro, nuestro campana tres estaría vigilando y
reguardando el lugar del escape, armado con una resortera y un bate para emboscar
y neutralizar al guardián en caso nos descubriera y se lanzara en nuestra
persecución, tenía buena puntería y una descomunal fuerza adquirida en el campo,
si alguien nos persiguiera, correríamos por un sendero, y el simplemente lo
golpearía por sorpresa emboscándolo al pasar por su ubicación.
Y aquel compañero, el que tenía antecedentes
delictivos, se encargaría de abrir el candado, y yo junto a él, seríamos los
que sacaríamos los balones y los llevaríamos en sacos. Luego de esto, y
teniendo los balones, correríamos hacia la salida y el chico campana tres, que resguardaría
la salida seria quien nos guiaría por el bosque hacia el refugio temporal a los
balones que previamente habíamos preparado. Esconderíamos las pelotas mientras
las investigaciones terminen, y no haya problema en usar públicamente nuestro
botín.
Les dije en clase que al caer la noche del día D
a la hora H nos reuniéramos en el punto X, implementados con ropa negra,
capuchas, linternas, sacos, barretas y bates, y que a partir de ahí ejecutaríamos
la Operación Urano.
Todo era perfecto, todos llegaron a la hora y al
lugar, pero vi algo extraño en sus rostros, no era excitación ni arrebato, ni
emoción, ni deseos de venganza, en cambio lo que vi en ellos fueron dudas,
nerviosismos, temores, flaqueos, les miraba dudar, ya no veía el entusiasmo brillar
en sus ojos.
Dijo uno:
-¿Es
necesario? Pero los profesores igual nos darán a usar una pelota para jugar,
aunque no sea la nuestra.
-Pero al aceptarlo-respondí- implícitamente
estaremos renunciando a nuestro derecho ganado. Camarada debes darte cuenta que
al aceptar un balón de inferior calidad, estaremos legitimando la injusticia
que se nos ha infligido.
Otro dijo:
-Pero siempre se ha sido así.
- Claro camarada compañero, siempre se hizo así,
pero es nuestro momento de romper ese ciclo que nos ha vuelto pasivos a siempre
acatar las disposiciones de los que se creen con el derecho de decidir por
nosotros y moldear nuestro pensamiento y nuestra conciencia, es momento de
dejar que otras personas sin la moral, ni la inteligencia ni la capacidad de
hacerlo, decidan por nosotros.
Opinó el tercero:
- Pero si nos atrapan nos expulsarán y nos
recluirán en Maranguita.
- Por supuesto que si camarada. Aceptamos luchar
por una causa justa, una causa que está muy por encima de cualquier dogma,
nuestra causa es como un sol que ilumina nuestro proceder, y esa causa es tan
poderosa, que nos infunde fuerzas para soportar las penalidades de la
lucha, y hace emerger de nuestro corazón
la vitalidad necesaria; pero al mismo tiempo aceptamos las consecuencias de
nuestra lucha, todo revolucionario lucha por un ideal, por un objetivo y por
una causa, y al hacerlo conscientemente asume el riesgo de la represión del
sistema contra el que pelea. Sabemos obviamente que el sistema no caerá sin
luchar, pero si tenemos fe en nuestra causa seremos nosotros quienes venceremos
al final.
Opinó el último:
-Tal vez si dialogamos con la directora nos
devolverá nuestro balón.
-No camaradas, la directora es un peón del
sistema, no torcerá su brazo contra jóvenes rebeldes como nos considera;
dialogando no lograremos nada, entiendan que se dijo una vez que “la violencia
es el único medio de lucha, y la sangre el carburante de la historia”.
Mis argumentos no hicieron efecto en ellos,
comenzaban a mirar la calle por donde vinieron, les veía querer dar pasos
atrás.
-Vamos, les dije, solo hacemos justicia,
queremos recuperar lo que nos pertenece, ellos no saben lo que pasé para
conseguir ese padrino, ellos no saben cuánto somos merecedores de poseer esa
pelota, nuestra causa es legítima, somos las victimas nosotros, nuestros deseos
deben prevalecer sobre nuestras imposiciones, somos rebeldes, somos jóvenes
visionarios, somos soñadores de un mundo mejor, somos de arranque, venzamos ese
miedo, aventurémonos, miren que si seguimos el plan, nada saldrá mal, si todo
falla, podremos huir sin que caigamos, pero no digamos que no lo intentamos, no
retrocedan ni un paso más. Ni un paso atrás, ese debe ser nuestro eslogan. No
debemos retroceder. En el futuro sintámonos orgullosos de haber desafiado las
reglas, protagonicemos ahora mismo una historia que se convertirá en leyenda,
seamos los chicos que irrumpieron al colegio y recuperaron lo que les fue arrebatado
de las manos, pero no quedemos solo en un tal vez… vamos amigos seamos
valientes, el miedo es natural, hasta yo lo tengo, pero una persona valiente no
es aquel que no tiene miedo, una persona valiente es aquel que a pesar de su
miedo, no da marcha atrás, alguien valiente es más fuerte que su miedo, tenemos
miedo, pero seamos más fuerte que él. Somos un equipo, sabemos lo que tenemos
que hacer, pero no den marcha atrás. No retrocedan ahora que estamos tan cerca.
Y todos ellos comenzaron a retroceder. Al último
momento se acobardaron y echaron por los suelos mi plan y se fueron retirando
uno a uno, cada uno llevando consigo sus linternas, sus bolsas, sus resorteras,
y sus barretas, se iban alejando dejándome atrás, todos volteaban a verme, y
ante mi mirada inquisidora, continuaban en su retirada. Uno a uno se fue
retirando del lugar, y me di cuenta en un momento que estaba solo, el golpe
debía hacerse en equipo, como en el futbol, y mi voluntad no bastaba si estaba
solo. Mis ojos se humedecieron, y no tenía más que hacer, salvo retirarme
también del lugar.
No eran anarquistas, eran chicos aun, pero ya
estaban adoctrinados para ser ciudadanos y subyugarse al estado y sus normas, el
colegio había cumplido su objetivo de adoctrinarlos a nunca desafiar a los que
dirigen nuestras vidas, aquellos ya se habían convencido que estaban destinados
a pasar los restos de sus días como una hormiga obrera cuyo individualismo
quedaría sepultado entre las masas… y en aquel momento sentí odio y repulsión
de estar rodeado de cobardes que no se atrevían a desafiar las normas
establecidas, que pasivamente acataban las disposiciones de los poderosos sin
ni siquiera luchar.
A lo mucho solo se indignaban como aquellos,
pero nunca hacían algo por querer cambiar algo, sentían miedo con solo pensar
en oponerse, no los culpaba por sentir miedo porque el miedo lo sentía hasta
yo, pero yo, impulsado por mis ideales no me dejaba vencer por el temor, sino
que con el miedo en mi corazón y hasta veces aterrado, era capaz de seguir
adelante. El ideal Anarquista era aquel motor que me impulsaba a seguir
adelante sin importar los obstáculos que tenía enfrente. Pero ese idealismo no
estaba en ellos, sin ideales no tenían esa fuerza motriz en su espíritu que
como a mí me impulsaba a seguir adelante, y ante el miedo, se desvanecían, se
resquebrajaban, nada les impulsaba a seguir, y retrocedieron, porque pensaron
que está bien lo que los poderosos dicen que está bien aunque instintivamente
cada uno sabía que estaba mal.
Estaba a punto de convertirme en delincuente, y
me di cuenta que los delincuentes no son más que anarquistas brutales, ellos
sin saberlo, llevan la anarquía en sus venas, rechazan la influencia del estado
en sus vidas y luchan contra él, rompiendo sus reglas, saboteando sus logros,
pero con un fin egoísta…
Pero era vano convencerles, no se puede ofrecer
la libertad a un esclavo que no quiere dejar su esclavitud porque está
acostumbrado a ser solo un peón más.
Que lastima me dieron, fui a mi casa ese día, y
lloré de rabia, no podía recuperar mis balones yo solo, esos compañeros en
apariencia temerarios, eran cobardes, solo eran una pantalla nada más, y yo era
un solitario con sangre revolucionaria, que reprimía su deseo de luchar.
Ahora no sé qué hubiera pasado si ellos no se
hubieran acobardado, tal vez habríamos hecho historia en el colegio, nos
habríamos convertido en leyenda, o tal vez no sé, nos hubieran detenido, aunque
juzgando mi plan perfecto era improbable.
Pero creo que si lo hubiéramos hecho, aquí hubiera
podido contar algo diferente a lo que sucedió esa noche.
Al día siguiente, corrieron rumores de que
ciertos vecinos vieron reunidos a cinco individuos sospechosos no identificados
vestidos de negro, con capuchas, sacos, barretas y linternas, tal vez
coordinando un golpe, y esos vecinos temiendo algo, habían llamado a la
policía, y que cuando llegó la policía esos individuos ya no estaban, y entonces
la policía comenzó a patrullar el barrio entero buscando a esos cinco sospechosos,
sin encontrarlos. Y que esa semana la directora del colegio, había mencionado
en la formación del viernes sobre un “acto vandálico” de un estudiante aún no
identificado, responsable de romper las luces de todo un pabellón, amenazando con
aplicar las más tiránicas medidas disciplinarias cuando se descubriese al
culpable, quien hasta el día de hoy sigue siendo un misterio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario