En un día de total aburrimiento, en que no tenía nada que hacer (qué novedad), fui como suelo hacer en días aquellos en que no tengo weed, al cabaret de la ciudad.
Como pocas veces ocurre, al ver que era una mujer muy hermosa, decidí tratarla diferente, ya no como lo que era, sino como a una mujer, a una dama, y decidí ser amable con ella, la traté como a un ser humano, ya no como un objeto que me brindaba satisfacción sexual a cambio de una remuneración.
¿Qué decirle?
Me di cuenta que
muchas veces las palabras no son necesarias para transmitir nuestras
intenciones, basta con una mirada y una sonrisa constante para cautivar, deje
de lado mi común mirada altanera, y puse mi tono de voz más tierno, ella por su
parte, por los requerimientos propios de su oficio, tenía un trato amigable y
un carisma único que poco mostraban la mayoría de las chicas que como ellas vendían
placer.
Ya lo nuestro no
consistió en una mera relación contractual, me hice amigo de aquella prostituta,
desafiando los prejuicios de cualquiera. Me dijo que ella no quería sentirse
sola en esta ciudad, que siempre dada la condición misma de su oficio, debe
viajar de ciudad en ciudad, ya que luego de un tiempo, según me contaba, la
frecuencia de sus servicios eran cada vez menos requeridos entre los clientes
habituales, y me explicó que en ese trabajo, la popularidad entre los parroquianos
era inversamente proporcional al tiempo en que permanecía en una misma ciudad, es
decir que al llegar a una ciudad, era la más demandada, traduciéndose eso en
altas ganancias, pero que luego, transcurrido el tiempo, como que se aburrían,
y su tasa de ingresos era menor, motivo por el cual cada cierto tiempo, que podría
ser uno o dos meses, debería ir a ejercer su oficio en otra ciudad, hasta que
luego un día, según me contó, pueda volver a su hogar, y aparentar vivir una
vida como los demás.
Me decía que en el
lugar donde me conoció, el cabaret de la ciudad, era un lugar frio y sombrío,
donde sus compañeras la celaban por ser ella la más hermosa, y donde sus
clientes la trataban como objeto de placer, y que debía tolerar aquello porque
eran los riesgos del mundo en que le toco vivir. Me dijo que quería volver a
sentir esa sensación de nuevamente ser tratada como una persona, de tener un
amigo que la hiciera sentir bien, con quien conversar y ser escuchada, me dijo
que yo era de los pocos que la hacían sentir en confianza, como una amiga y así,
me dijo, que no quería que fuera la última vez que me viera, que durante su
estancia, fingiera ser su compañero, cada día al salir del cabaret. Me hice
amante de esa prostituta.
Cada día a partir de
las diez de la noche, la iba a visitar a su cuarto en aquel hotel, y ella como
cada día me recibía, diciéndome que el día había sido muy agotador, y quería
abrazarme, quería que juguemos a los enamorados, y que juguemos al juego en que
yo olvidaba lo que en verdad era evidente a lo que se había dedicado durante
todo el día. Y durante el resto de la noche, ella hacia conmigo, lo que hacía
con otros a cambio de dinero, y juntos jugábamos a los amantes y vaya
experiencia que tenía. Y al amanecer yo regresaba a casa, y ella al trabajo, a
un nuevo jornal.
Nunca me hablo de su
vida privada, y yo comprendía el por qué, pero lo poco que me pudo contar, me permitió
deducir en parte, los motivos por el que ella había terminado en la
prostitución.
Me contó que tenía un
padrastro, y que el abusaba de ella hasta haberla dejado embarazada, dejo el
colegio, y dado el estigma de haber sido víctima de violación, y sin estudios
concluidos, ella no podía ejercer algún tipo de oficio que le ayudara a salir
adelante, sumado al hecho de tener que cuidar a un hijo, no vio como una opción
el buscarse un marido para que se hiciera cargo de ella, se juró a si misma que
nunca se permitiría vivir bajo la dependencia de un hombre, y quien sabe por
qué motivos que nunca juzgué, vio en la prostitución, una forma rentable,
aunque socialmente condenable de subsistir y brindarle lo mejor a su hijo.
Era muy inteligente
para ser lo que hacía.
Su inteligencia y
refinada comprensión de su entorno me sorprendió, y hasta era alguien
emprendedora.–¿No te molesta que te digan puta?
–Claro que me molesta – me respondió – puta es aquella que regala su vagina a cualquier inútil, yo en cambio soy una empresaria.
En cualquier otro
trabajo, uno preferiría contratar los servicios de aquella persona que tenga
una mayor edad dada la experiencia, sin embargo en el caso de las prostitución
ocurre todo lo contrario, mientras más edad tengan, menos son requeridos sus
servicios, mientras más jóvenes mejor, mientras mayores, poco.
Obviamente teniendo
ella en cuenta eso, no pensaba dedicarse toda la vida a ese trabajo, me dijo
que por ahora, por su poca edad, todo le iba bien, aunque sabía que no siempre
le iría así, por lo que una vez reunido lo suficiente, regresaría a su ciudad y
construiría su sueño, fundar su restaurant, para así darle un buen futuro a su
hijo, y nunca más volver a hacer lo que ahora hace, ni depender de un marido.
Decía ella que en su
trabajo jamás besaba a ninguno de sus clientes, sus labios era la única parte
de su cuerpo que no estaba a la venta, los besos ella se los reservaba para las
personas especiales, como yo, como a su pequeño hijo que la esperaba en algún
lugar que nunca me dijo, y para aquel hombre a quien quizás llegue a amar.
Nunca supe su
verdadero nombre pero fui, durante dos semanas el amante de una prostituta,
¿cómo pude sobrellevar eso?, muy fácil, simplemente aplicando la filosofía que
he seguido cada vez que me embarco en cualquier aventura.
Mis tres reglas:
1)No enamorarme.2)No ser celoso
3)Esperar mi turno
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