jueves, 20 de noviembre de 2014

AGUA DE MUERTO



Los días van perdiendo su colorido característico, y todo se va tornando cada vez más gris.
Sí, es tal vez un momento en que me cansé de la normalidad de la vida, conozco suficientemente del mundo, sin caer en la erudición, y soy consciente de sus predecibles leyes físicas y legislativas, y hace tiempo que me cansé de solo vivir para trabajar, trabajar para tener dinero, y gastar el dinero en banalidades, hace tiempo que me cansé de ver lo material en todas partes, a la verdad en ninguna parte, al amor en ninguna parte.
Sospecho que puedo llevar un mal por dentro y presiento que ya estoy llegando a perderme entre los límites de mi razón, de mi conformismo a la vida y que en cualquier momento podría ser víctima de los demonios míos que no me dejan ser feliz.
¿Qué consejo seguir?, el más sensato y objetivo consejo que he escuchado, es también el menos ortodoxo y al que la mayoría lo tomarían como un camino equivocado. Pero felizmente no soy parte de esa mayoría, me considero de aquellos con una mente abierta que no admite en su corazón prejuicios de ningún tipo, quien nunca se sentirá lo suficientemente satisfecho, hasta no haber percibido más allá de lo que mis cinco sentidos le permiten percibir.
En mi búsqueda de respuestas me di cuenta que la meditación sería lo que me abriría las puertas a esas revelaciones, pero lastimosamente, en un mundo cuyo tiempo corre a toda velocidad, la meditación no es factible, demanda de mucho tiempo, sacrificio, preparación, perseverancia, disciplina, motivación, pero sobre todo bastante tiempo libre, y ya que la globalización a penas nos da tiempo para disfrutar de escasos ratos libres de esparcimiento, he determinado tomar un camino corto, un catalizador, y ese catalizador tenía un nombre muy sensual: DIETILAMINA DE ÁCIDO LISÉRGICO (LSD en sus siglas en inglés)
Quería probar el LSD, pero consultando a personas expertas en el llamado bajo mundo de las drogas y venta de marihuana, éxtasis, cocaína, PBC, pay y otras delicias, descubrí que el LSD o el ácido, no se vende en mi país, solo se encuentra de Centroamérica para el norte, y los que lo consumen dentro de mi país, son los que lo traen de fuera, y obviamente que siendo una droga importada, su precio no podría ser algo barato. Razón por la que solamente es asequible a las personas liberales de los más altos estratos económico-sociales, quienes pueden permitirse el lujo y hasta el riesgo de importarlo de los países potencia en producción de narcóticos sintéticos.
Me quedé un poco triste y desilusionado, debido a esa limitante que no podría experimentar con la droga que marcó la década de los 60’s, que dio inicio a la música psicodélica, que inspiró a la música de mis ídolos musicales como Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmy Hendrix, y no solo eso, el LSD, fue la droga que inspiró a mis idolatrados BEATLES, a crear su más grande álbum musical, y al mismo tiempo el mejor álbum de música toda la Historia de la Humanidad, me refiero al Sgt Pepper's Lonely Hearts Club Band....
Bueno, decepcionado, pero no rendido, me puse a pensar con qué podría experimentar para alcanzar un estado de conciencia similar al que produce el LSD, y entonces, divagando, se me ocurrió probar algo más místico y ancestral, una bebida hecha a base de plantas, que al ser ingerida, causaban efectos alucinógenos cuyas descripciones me habían sido relatadas de manera oral desde que tengo memoria, y cuyos efectos parecen no solo ser similares, sino hasta superiores al mismísimo LSD, le dicen Ayahuasca.
La ayahuasca, esa sustancia mágica que en idioma nativo significa "AGUA DE MUERTO", en relación al efecto que dice generar en nuestro cerebro.
Según los chamanes, hace emerger nuestros demonios, y son puestos frente a nosotros. Dicen que las imágenes muchas veces son aterradoras, hasta el límite de causar demencia por las visiones que se perciben, que dicen, son el reflejo de nuestra alma; la ayahuasca pone sobre nuestros ojos a un espejo que permite ver lo que cada uno es por dentro, y dependiendo de quién seamos por dentro, pueden verse cosas horribles, espantables y hasta horripilantes. Dicen que hacen emerger a nuestros peores demonios, coloca frente a nuestros ojos a nuestros temores, a nuestros miedos, a nuestras pesadillas, y es cuando tenemos la oportunidad de confrontarlos, de destruirlos, vencerlos y acabar con ellos, hace que podamos hacer visibles a los fantasmas que llevamos dentro, y mediante la confrontación con los mismos, podremos llegar a ser sanados de cualquier mal espiritual o psicológico que podamos tener… dicen que hace que alucinemos con fantasmas, ver personas ya muertas. Es el alucinógeno por excelencia de la cultura amazónica, y es el brebaje más natural que existe, y lo mejor de todo es que su consumo no está prohibida por legislación alguna, es más es considerada como parte de la cultura amazónica, legislativamente protegida por el derecho consuetudinario.
Es el brebaje que me he decidido a probar, y haciendo mis averiguaciones, me he enterado que hay ciertas comunidades  alejadas de las costumbres urbanas, que aún mantienen intacto el misticismo amazónico, y donde aún habitan los auténticos chamanes que junto a un singular ritual ceremonial, hacen beber de ese elixir místico que hace posible romper los límites de nuestra percepción.
Me estoy animando a hacerla, ya tengo dos personas que quieren acompañarme en ese viaje mágico que estoy seguro cambiará mi vida para bien, que me ayudará a conocerme a mí mismo, y me hará, espero una mejor persona. Tengo tantas preguntas que contestar, pero por ahora es vano buscarle respuestas porque me encuentro condicionado por lo que pueden percibir mis cinco sentidos, y no ver más allá. No soy capaz de ver, más allá de lo que mis ojos son capaces de mirar, ni escuchar más allá de lo que mis oídos pueden oír.
Yo que puedo jactarme de haber experimentado con marihuana, cocaína, pasta básica, hongos, éxtasis alcohol y tabaco, y habiéndose imposibilitado aumentar mi experiencia con el LSD, he determinado que la ayahuasca es mi próximo objetivo. No soy de los que se conforman con solo quedarse con las opiniones de las personas y la sociedad.
Hay personas que me dirán que es malo, que no lo haga, pero yo no pienso tomar en cuenta la opinión de personas que opinan sobre algo que ni siquiera conocen y no se han atrevido a experimentar. De niño me bombardeaban con ideas de que el sexo y las drogas eran malas, obviamente se referían a los casos extremos. Yo soy un explorador de esta vida, no me gusta que me lo cuenten, porque no creo todo lo que me dicen. Muy pronto….

miércoles, 5 de noviembre de 2014

RECUERDOS DEL BOSQUE DE BLANCA ARENA

Salí a caminar por un sendero hace ya mucho tiempo olvidado por mis pies. Un camino plagado de recuerdos, alegrías y sueños jamás realizados.
Ayer me fui a caminar con alguien a un área muy frecuentado durante nuestros días de juventud. Eran nuestros días de descubrimientos, en que salíamos a buscar algún que otro tipo de emoción intensa que saciara nuestro espíritu rebelde. Y más de una vez lo encontramos, y otras más nunca lo hallamos.
Fue en varias oportunidades en que llevábamos algún estupefaciente, una botella de ron, pisco, o vino, y nos sentábamos sobre la arena, en un lugar del campo poco transitado, y con el rico sol del atardecer sobre nosotros.
Era muy común ir allá, cualquier día, pero preferíamos ir los días de la semana luego de salir del colegio, y nos dábamos alguna que otra perdida, entre amigos, y entre alguna droga legal o ilegal, nos poníamos a soñar sobre el mundo, el futuro y el pasado, y hasta que finalmente la noche vencía al día, y tocábamos retirada.
Me miro al espejo, y ya no veo al niño que solía correr por esos campos, pero miro al mismo campo, al mismo arenal, a algunos árboles que aún quedan en pie, y  la silueta característica del entorno, y me doy cuenta que el niño que una vez fui, aún vive dentro mío, en algún lugar, tal vez adormecido por el tiempo, tal vez recluido por la monotonía, tal vez hecho de lado por trivialidades que lo han confinado en un lugar de mi ser del que nunca morirá. No lo sé, pero aún siento al niño que hay en mí. Hay un remanente de mi niñez que nunca se fue.
Pero el lugar está aún ahí, muy cambiado eso sí, pero reconocible aún por mis ojos, reconocible aún por mis recuerdos.
El sol, la arena, el aire fresco del bosque, la humedad del aire, la libertad del campo, y los sueños de adolescentes confrontándose a la madurez, son cosas que pasé en ese mismo lugar.
Y parado sobre una de las colinas más altas, puedo ver todo el campo en cuestión, y mi mente proyectó sobre ese mismo campo, la imagen de unos chicos de 15 años corriendo, bebiendo, fumando, hablando, peleando, gritando, revolcándose y alucinando en ese mismo campo.
Solo eran recuerdos de una mente enferma de nostalgia.
Pero seguía hipnotizado por el paisaje hasta que una suave voz me regresó al presente.

– ¿Qué te pasa? – Escuché preguntar a alguien.
– Nada mi amor, mi mente por un momento se desconectó.
– Dime ¿Qué mirabas en ese campo vacío?
– Solo espectros de un pasado feliz.
– ¿Eran recuerdos lo que te ha puesto así?
– Solamente eran visiones de algo que fue, en este lugar fue forjado mi visión del mundo, en este lugar yace una parte de mí.
– ¿Quieres que nos vayamos?
– No – le respondí – quiero llevarte allá a donde comienzan las sombras del bosque, quiero que conozcas un lugar secreto que solo conocíamos los que usamos este lugar como sitio de diversión, juego y esparcimiento, nuestro lugar de escape, nuestro refugio de la sociedad.
– Allí, la vegetación parece tan densa – me contestó – y este sol quema tanto que iría donde sea que encuentre una sombra fresca.
– Quiero tener un recuerdo más de este lugar, quiero recordar que en este lugar le hice el amor a la persona a quien amo.

Y la besé y me besó, y cogidos de la mano, caminamos en dirección al bosque.